De rodillas solo ante ti,
Señor de la vida.
No ante fugaces promesas
o imposibles tesoros.
No ante los dioses de barro.
De rodillas,
sin aspavientos
ni exigencias.
No hay mérito
ni medalla
que garantice respuesta.
No hay contrato
o regateo
para atraparte.
Es más fácil.
Pedirte ayuda,
abrir los brazos,
y murmurar, confiado,
“si quieres, puedes…”
José Mª Rodríguez Olaizola, sj