Tercer día de Quinario

¿Qué más queremos? El que sin cesar pide signos para creer ya está demostrando su incredulidad. La fe es un impulso del corazón, una iluminación del espíritu ante la presencia de Dios, revelada sin otra garantía que una llamada, una gracia. Jonás grita y proclama, y Ninive, la gran ciudad, se convierte. Los cercanos, los acostumbrados a los profetas y a la Palabra, en vez de creer, lo quieren razonar todo y piden signos. Y los de lejos, con su sabiduría y todo, son capaces, como la reina de Saba, de cambiar de vida y acoger el mensaje de salvación.
¿Cuándo entenderemos que la fe que discute no es fe? ¿Que Dios no se somete a nuestros análisis?
Dios pasa, y mañana es demasiado tarde. Hoy en otras partes, en este mismo momento, habrán hombres que descubrirán el Evangelio y se entregan a él sin discusión. Y ¿nosotros? los cercanos, los que decimos conocer a Dios, los que estamos acostumbrado a leer todo tipo de comentario, de reflexiones sobre la Palabra, ¿se nos nota? ¿La sabiduría de la Palabra, el signo de la Cruz, nos está dando vida?
Ninive y la reina del Sur se levantaron contra esa generación incrédula y fueron sus testigos de cargo. ¿De verdad que vives de la fe? Aprovecha este tiempo de cuaresma para purificar tu fe y descubrir que solo quien confía, quien vive la vida con la plena seguridad de que está protegida por las manos amorosa de Dios, CREE.

¡Paz y Bien!

Segundo día de Quinario

¡Padre nuestro! Estoy tan acostumbrado a decirte “Padre”, que casi lo hago sin darme cuenta.
Sin embargo… cuando lo pienso más en serio, tiemblo un poco.
Porque si eres mi Padre, yo soy tu hijo… Y el hijo tiene la carne y la sangre del padre.
Hoy te pido, Padre mío (y Padre de tantos otros hijos, de tantos hermanos míos),
que jamás deje de llamarte así, que jamás deje de ser el que engendraste para que te ame y para ser amado por Ti.
¡Padre nuestro! ¡Padre de Cristo! Que nunca deje de recordar la misericordia que nos mostraste en Jesús.
No permitas que abandone nunca tu casa.
Si estoy lejos de ella (por tantas locuras, por tantas maldades, por tantas tonterías),
dame fuerzas para volver ahora mismo:
¡Tú me amas y eres más grande que todos mis pecados juntos!
Y si me das la gracia de vivir siempre en tu casa, disfrutando de todo lo tuyo,
dame generosidad para compartir todo lo mío;
dame humildad para comprender a mis hermanos y recibirlos en nuestra casa siempre, como Tú los recibes. ¡Así sea!
(Héctor Muñoz)

Primer día de Quinario

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

Madre Teresa de Calcuta