En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Jesús Nazareno, te encomendamos humildemente, a nuestros hermanos de nuestra Residencia, a quienes en esta vida mortal siempre protegistes con inmenso amor; ahora que han dejado esta vida terrena por culpa de esta pandemia, llévalos al descanso eterno. Imploramos tu clemencia para que conduzcas al Paraíso a estos hijos tuyos, que ya han concluido su vida mortal, donde ya no existe ni la muerte, ni la angustia, ni el sufrimiento, sino la paz y el gozo en compañía tuya. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
María Nazarena, mira a tus hijos de nuestra Residencia que en esta hora de preocupación y sufrimiento por un contagio que siembra temor y aprensión en sus vidas. Tú, Nazarena nuestra, que conociste la incertidumbre ante el presente y el futuro, y con tu Hijo también recorriste los caminos del exilio, recuérdales que él es nuestro camino, verdad y vida y que solo él, que venció nuestra muerte con su muerte, puede liberarnos de todo mal. Madre Nazarena, junto a la cruz del Hijo, tú que también has conocido el sufrimiento: calma sus dolores con tu mirada maternal y tu protección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Jesús Nazareno , que para redimir a los hombres y sanar a los enfermos quisiste asumir nuestra condición humana, mira con piedad a a las Hermanas Hospitalarias, residentes y trabajadores, que están enfermos y necesitan ser curados en el cuerpo y en el espíritu. Reconfórtalos con tu poder para que levanten sus ánimos y puedan superar todos esta enfermedad; y, ya que has querido asociarlos a tu Pasión redentora, haz que confíen en la eficacia del dolor para la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.» El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.»»
Palabra del Señor
«AQUÍ TIENES LO TUYO»
“Aquí tienes lo tuyo”. Esta fue la respuesta del tercero de los empleados. «Misión cumplida, todo en regla. Puedes comprobar que no falta nada. Estamos en paz. Ya no te debo nada. Lo que me diste, tal cual, te lo devuelvo».
Cuando alguien devuelve un regalo sin abrirlo siquiera, o aunque lo haya abierto, pero no lo ha aprovechado en absoluto… está ofendiendo tristemente a quien se lo dio.
Resulta que Dios te dice: «Aquí tienes: dejo en tus manos toda una fortuna (un talento equivalía a al sueldo de unos 20 años de trabajo de un jornalero agrícola). Esto es lo que te encomiendo y dejo a tu completa disposición. Utilízalos y distribúyelos como mejor te parezca, como tú creas que yo los utilizaría. Cuento contigo para hacer mi trabajo, mientras yo estoy lejos. Probablemente tarde en volver.»
La parábola de Jesús quiere concienciarnos de que hemos recibido muchísimo, aunque no todos lo mismo, a cada cual se le ha dado según su capacidad. Fíjate que te lo da todo para que lo uses, para que lo gastes, y no para que lo tengas guardado para ti. Es para invertirlo. Nos quiere creativos, emprendedores, con iniciativa. “Porque el cristiano arriesga, tiene la valentía de arriesgar para llevar el bien, el bien que Jesús nos ha dado, que nos ha dado como un tesoro. Arriesgar significa involucrarse”, “El cómodo criterio del ‘siempre se ha hecho así’ no vale. Hay que actuar con audacia, creatividad y repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores”. (Papa Francisco).
Limitarse a contemplar, guardar, preservar, proteger, esconder, defender… equivale a enterrar, a desperdiciar.
Aquel último empleado, a los ojos de Dios, había sido holgazán, negligente. No dice que haya hecho cosas malas, sino que ha dejado de hacer cosas buenas, que sus talentos (que son un préstamo, pues siguen siendo suyos) están sin tocar, sin abrir, sin usar. No ha sabido o no se ha atrevido a hacer algo con aquellos dones: algo bello, algo nuevo, algo que haya merecido la pena, no ha hecho que «suceda» algo. O todavía peor: «tuvo miedo». Su idea de un Dios exigente le paraliza.
«La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos, planificamos nuestra vida, según nuestros esquemas, seguridades, gustos. Y esto nos sucede también con Dios. Con frecuencia lo seguimos, lo acogemos, pero hasta un cierto punto. Nos resulta difícil abandonarnos a Él con total confianza, dejando que el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en todas las decisiones. Tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos”. (Papa Francisco) El miedo a equivocarse, el miedo a la crítica y el rechazo, el miedo a quedarse solo, el miedo a que te descalifiquen o te arrinconen… «Prefiero una Iglesia accidentada porque se arriesga y busca caminos para ser servidora en el mundo de hoy, que una Iglesia enferma recluida en sí misma, por miedo o por aferrarse a las propias seguridades y tradiciones». En cambio, el siervo fiel y cumplidor no “devuelve” nada, Sino que “presenta”. Es distinto. Y además, el amo no le pide cuentas. Le bastan los resultados. Sabe que detrás de ello habrá historias. Me imagino que en «el gozo de su señor», en la eternidad, habrá «tiempo» para escucharlas y gozar con ellas.
la bondad que consiguió colocar en los lugares más impensables.
el perdón que regaló a quien menos se lo esperaba.
el cariño sembrado en los corazones más resecos y doloridos.
la libertad y la valentía para levantar la voz defendiendo la justicia, la verdad, al pobre, al emigrante…
cuando no le importó invertir en las causas de los perdedores (aquí es donde consiguió los mejores intereses, curiosamente, aunque «perdiera» lo invertido).
las palabras amables que dejó caer en el bolsillo del corazón de aquellos que tanto las necesitaban…
el empeño en renovar, mejorar y recrear… cuando otros decían «no se puede hacer nada» o «no merece la pena», o «es imposible…
El amo “tarda tanto en volver”, quizá porque quiera darnos tiempo para gastarlo todo, para que calculemos y discernamos dónde y cómo emplear nuestros recursos. Él no preguntó a sus siervos si habrían podido producir más. Sin embargo, estoy seguro de que sí le interesa saber de nuestro cansancio, de la pasión con que hemos trabajado, la esperanza que nos ha guiado, los riesgos que corrimos. incluso nuestros fracasos…. Mejor si no nos hemos guardado nada “por si acaso”. Porque sólo gastando se le pueden presentar resultados. Incluso es probable que su llegada sea la ocasión de caer en la cuenta de cuánto bien hemos hecho, porque con frecuencia no vemos los frutos de lo que hemos sembrado. “El que había recibido un talento, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor”.
¡Cuántos agujeros vamos haciendo en la tierra, puede que darnos cuenta! ¡Cuánto guardamos, escondemos, arrinconamos, descartamos, minusvaloramos…!
Aquí tienes «tu» vida, Señor. Te la devuelvo tal cual. He estado tan ocupado, acelerado, estresado… viviéndola… que no me he parado a pensar como aprovecharla. Lo iba dejando… y al final no tuve tiempo.
«Aquí tienes» «tu» libertad. La he usado más bien poco. He preferido obedecer, dejarme llevar por lo que hacía casi todo el mundo, lo que me recomendaban, lo que me mandaban, lo que se esperaba de mí… Así que no me metí en problemas ni complicaciones. Aquí la tienes de vuelta.
«Aquí tienes» el corazón que me diste. He querido más bien poco, porque te llevas muchas desilusiones, te hacen heridas, descubren que uno es vulnerable y se aprovechan. He amado a unos poquitos escogidos, a los míos, a los que podían corresponderme…
«Aquí tienes» «tu» Palabra. La recibí con frecuencia “en las misas”, y la «guardaba» bien en mi memoria… algunas veces. Pero a menudo allí se quedaba, sin afectar gran cosa a mi vida, a mis decisiones…
«Aquí tienes» la comunidad de hermanos en la fe: no me ocupé mucho de ella; y quizá «aquí tienes» una fe poco arriesgada, poco madurada, poco formada, y «aquí tienes»…
Siempre pensé que habría estado bien que Jesús hubiera presentado un siervo con las manos vacías, sin nada. Pero luego me he dado cuenta de que sin parábola, en la realidad, ya hubo un Siervo que lo arriesgó todo, que lo entregó todo, hasta la propia vida, hasta quedarse sin nada, fracasado, abandona… Y fue el Primero en entrar en el gozo de su Señor y Padre. La invitación de la Palabra del Señor es a mirarnos las manos, y caer en la cuenta de tantos dones que nos ha encargado cuidar y administrar. No son nuestros. No recuerdo quién dijo que al Señor sólo podremos «presentarle» el día de su regreso aquello que hayamos repartido, y nos pedirá cuentas de todo lo que nos hemos guardado. ¿Qué pesará más? ¿El «aquí tienes»? ¿O el mira lo que he repartido?
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
MARÍA Nazarena, madre del Salvador y madre nuestra, tu Santidad Inmaculada no te ha sustraído la espada del dolor, más al pie de la cruz permaneces firme en la fe, has creído al amor del Padre viendo a Tu hijo crucificado. ¡Oh Virgen Nazarena! a Ti, te presentamos confiadamente nuestras peticiones, para que se transforme el sufrimiento que vive nuestra Residencia, en un instrumento de salvación para nuestra alma. Madre del Nazareno que vences el dolor, ora por nuestra Residencia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Hoy Jesús Nazareno, te pedimos por los enfermos de nuestra Residencia. Para que vivan su dolor con paz y confianza, con el consuelo de Dios y la compañía de los que están cerca de ellos. Y que nosotros con nuestra oración sirva para que nos haga crecer en la fe, la esperanza y el amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
María Nazarena, Auxilio de los cristianos, intercede ante el Padre, por todos los trabajadores y hermanas hospitalarias que están al servicio y cuidado de todos los enfermos de nuestra Residencia, para que con su trabajo estén bien atendidos, y se sientan acompañados por el consuelo de Dios y por el afecto de los que están a su alrededor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Jesús Nazareno, Padre amoroso te pedimos por las hermanas hospitalarias, residentes y trabajadores de nuestra residencia que están sufriendo esta pandemia, para que vivan su dolor con paz y confianza, con el consuelo de Dios y la compañía de los que están cerca de ellos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Beato Cristóbal de Santa Catalina, intercede ante Jesús Nazareno, Para que los enfermos de Coronavirus de nuestra Residencia alcancen salud y fortaleza, y los que viven angustiados encuentren la paz del espíritu. Para que este tiempo de dolor y angustia, sea para toda la Iglesia, un tiempo de renovación en la fidelidad al Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
«Jesús Nazareno, todopoderoso y eterno, refugio en todo peligro, vuelve tu mirada hacia nosotros que con fe te imploramos en la tribulación y concede el descanso eterno a los difuntos de nuestra Residencia, el alivio a los que lloran, la salud a las Hermanas hospitalarias, residentes y trabajadores enfermos, la fuerza a los trabajadores de nuestra Residencia que están entregados a su labor, el espíritu de sabiduría a los gobernantes y el ánimo de acercarse a todos con amor para glorificar juntos tu santo nombre». Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.