A lo largo de este próximo fin de semana tendremos los últimos días de reparto de papeletas de Sitio y Túnicas, en esta ocasión, para los hermanos que no realizaron Estación de Penitencia en 2019 o 2020.
Una gran ocasión de participar de nuestra Estación de Penitencia y de acompañar a Nuestros Sagrados Titulares a la Santa Iglesia Catedral por las calles de Córdoba.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,28b-36):
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.» Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor
LA ORACIÓN QUE TRANSFIGURA
En el Evangelio del Miércoles de Ceniza Jesús nos invitaba: «entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que ve en lo escondido». Tradicionalmente, el tiempo de Cuaresma ha sido un tiempo fuerte de ORACIÓN. Y hoy nos encontramos al propio Jesús que se retira a un monte con tres de sus mejores amigos, para orar. Bien nos vendría hoy aprovechar para ponerle el termómetro a nuestra oración.
Muchos cristianos reconocen que les CUESTA esto de orar.
Quizá sólo aprendieron algunos «rezos» y oraciones para repetir en distintas circunstancias: el Padrenuestro, el Avemaría, el rosario, el Ángelus… O leen algún libro con meditaciones… Su momento más importante para orar seguramente sea la Eucaristía.
A la mayoría se nos da bien aquello de «pedir por»: por nuestra familia y amigos, por otros que están peor o que lo necesitan (un poco «en general»), y por uno mismo en los momentos difíciles. O sencillamente desahogamos nuestro corazón con el Señor. No es que ninguna de estas cosas esté mal o sea criticable. Para muchos cristianos ha sido más que suficiente. Aunque a veces reconocen que con este modo de orar se distraen mucho y se les va la cabeza a los asuntos pendientes, que se aburren, que hay bastante rutina… Otros, en cambio, dicen que les resulta insuficiente todo esto. Y buscan, incluso en otras espiritualidades y religiones… lo que parecen no encontrar entre nosotros…
También podemos recoger algunas DIFICULTADES PRÁCTICAS:
Dónde encontrar un sitio tranquilo y apartado que ayude al silencio y el recogimiento. En casa resulta difícil. O cuándo es el momento más apropiado, con lo superocupados y superacelerados que andamos todo el día. Y si por fin tenemos un rato libre… estamos tan cansados… que no nos apetece, o nos quedamos dormidos en el empeño. ¡Y lo que nos cuesta concentrarnos!, porque llevamos tantas cosas en la cabeza, y hay tanto desorden e incoherencia en nuestra vida, tantos asuntos pendientes… que acabamos por agobiarnos y lo dejamos «para otro día».
Hay quienes sospechan que están hablando solos, porque no parece que Dios les diga nada, o les hace más bien poco caso, no les resuelve sus dificultades. Y se dedican a darles mil vueltas a las mismas cosas… sin llegar a ninguna parte.
O les desanima no «sentir» lo que sentían en otros tiempos, o no sentir nada, o que los métodos que usaban para orar parece que ya no sirven.
No pocos se plantean una importante inquietud: ¿Cómo relacionar lo que yo vivo cada día, lo que tengo que hacer cada día, con mi oración y con Dios?
Muchas preguntas y dificultades que no pretendo responder aquí. La verdad es que la oración es todo un camino, es como la subida a un monte, en el que a veces se avanza, pero otras se presentan dificultades. Es una «escalada» para la que necesitamos «guías» experimentados (que no abundan, es cierto) , que nos orienten en el cómo y el por dónde, para no quedarnos atascados. Ésta ha de ser una de las tareas principales de los pastores de la Iglesia (sean clérigos o laicos). Y todos podemos y debemos buscar orientación y ayuda… aunque cueste encontrarla. Pero lo primero de todo es echarse a andar, empezar a subir, ¡ponerse a orar!: «Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.» Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro».
¿Qué nos enseña el Evangelio de hoy sobre la oración de Jesús?
Que a pesar de que Jesús tenía siempre mucho que hacer y que decir (muchos enfermos que atender, mucha urgencia de dar a conocer su mensaje, de instruir a sus torpes discípulos…) siempre encuentra esos momentos. En la escena evangélica de hoy necesita «recargar» las baterías porque se acercan momentos difíciles, y también discernir lo que debe hacer.
Su oración es «en un lugar apartado», aunque se lleva con él a tres de sus mejores amigos. Es que también ellos lo necesitan tanto o más que él. Y su corazón de Hijo es también «fraterno», ellos le acompañan en su entrega y búsqueda de la voluntad del Padre. Ora con otros. A veces le hemos visto «orar sobre la marcha», metido en sus tareas cotidianas: y agradece, pide ayuda… pero no es suficiente y con frecuencia busca un lugar apartado para estar a solas con el Padre.
En su oración están presentes «Moisés y Elías». Es decir: Su oración tiene que ver con la Escritura, con la Biblia. Ahí es donde busca luz: El Señor es mi luz y mi salvación, el Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Las Escrituras contienen la Palabra que el Padre le dirige para su vida y su destino. Jesús no se deja atrapar por lo que le ocurre, «repasa» lo que ha vivido durante el día a la luz de la Palabra, y proyecta sus siguientes pasos…
Con Moisés y Elías «dialoga» sobre su muerte cercana. Seguro que no es éste un tema frecuente en nuestra oración. Y eso que hay muchos momentos de «muerte» en nuestra vida, muchas noches donde parece que Dios se calla, desaparece, nos deja abandonados, fracasamos. O eso nos parece. Pues Jesús precisamente en el sufrimiento cercano, en el desconcierto, ante los momentos duros que se avecinan… ora y busca el apoyo y la luz del Padre: ¿quién me hará temblar?.
Mientras ora, se escucha la voz del Padre: «Éste es mi hijo amado, escuchadle». Estas palabras nos revelan el contenido de la oración de Jesús: Profundizar en su condición de Hijo amado, mirar el rostro del Padre, asumir su voluntad… para vivir como Hijo en todas las circunstancias que van llegando. También en el fracaso, la derrota, el desprecio, la traición, la injusticia…
Las palabras que oye Jesús también se dirigen a los discípulos, a nosotros: que «escuchemos» a Jesús, que es para nosotros la Palabra Vida del Padre.
Más que mirar hacia atrás, Jesús «suele mirar hacia adelante», a lo que viene, al futuro. Sin despegar los pies del presente, sabiendo que el futuro se construye desde el hoy. Es una trampa andar mirando continuamente hacia atrás, hacia lo que hicimos mal, lo que pudiéramos haber hecho, o añorando lo que ya no está. La oración es para abrir horizontes, para salir, para contar las estrellas, para ponerse en camino…
En conclusión: echar a andar de nuevo si nos hemos quedado parados, salgamos fuera y miremos hacia arriba, donde se pueden contar las estrellas y confiemos en que Dios nos tiene preparada una tierra mejor a la que nos irá guiando, a través de las mil dificultades que vayamos encontrando.
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.» Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor
Jesús deja que tres de los suyos se asomen a su misterio. Precisamente porque estarán muy cerca de Él a la hora terrible de la agonía, quiere que hoy vean, un poco siquiera, lo que hay dentro de ese Jesús al que van conociendo; que vislumbran su gloria, que descubran su coherencia total con lo que venían anunciando la Ley y los Profetas. Así estarán preparados para que el mazazo de la cruz no los coja desprevenidos. Es necesario que sepan, de una vez por todas, que el sufrimiento y la muerte, presentes siempre en la vida de Jesús, no son un fallo en el plan del Padre, sino una manera suprema de amar a los hombres. Que hay unas realidades ocultas que convertirán, en su día, el fracaso más estrepitoso en la más definitiva de las victorias. Por eso levanta hoy Jesús, un poco, el velo de su misterio ante estos tres amigos: para que, cuando llegue la hora, entiendan. Llegará la cruz, ciertamente; no vamos a ser más que nuestro Maestro. Pero al mirarla desde la fe, veremos que trae dentro, vivo y esperanzador, el germen de ese cielo nuevo y esa tierra nueva por los que tanto hemos orado y luchado.
El próximo domingo día 13, coincidiendo con el día de traslado de los pasos a la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno, la Cofradía va a organizar una jornada de Convivencia en la Casa de Hermandad.
Durante toda la mañana un grupo de hermanos de la Cofradía estarán desmontando el montaje de Quinario y recogiendo la Iglesia para la llegada de los pasos, así mismo las cuadrillas de costaleros están citadas para el traslado.
A la finalización de la jornada de trabajo, nos reuniremos todos en la Casa de Hermandad, y compartiremos un perol de arroz para todos los asistentes.
La invitación es extensiva a todos los hermanos y familias que deseen compartir un buen rato en hermandad.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,20-26):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».
Palabra del Señor
A menudo, aferrase a la ley, limitarse a cumplir lo establecido, llevaba al pueblo judío a vivir la fe en unos mínimos que no generan vida. Contentarse con la «justicia de los fariseos» termina impidiendo descubrir la novedad que trae Jesús. Lo que urge no es tanto cumplir la ley cuanto reconciliarse con el hermano, con tal urgencia que la reconciliación esté antes que el culto; es decir: la liberación del hombre es lo primero en el designio de Dios. Jesús se pone al nivel del amor, que es el único camino del futuro humano. Prohíbe nutrir la cólera, insultar o maldecir al otro, para no aumentar el peso de la ley, sino para abrir en nuestras vidas un espacio de amor suficiente que permita avanzar con libertad. Dios sabe que el pecado puede matar al hombre no sólo a causa de la falta, sino mucho más por el peso del remordimiento, de la culpabilidad y del reproche que gravita sobre las espaldas del pecador, por eso, Dios quiere que el hombre viva: quiere que seamos, los unos para los otros, fuente de vida y de futuro.
¡Paz y Bien!
La Santa Misa del Quinto día de Quinario se aplicará por el eterno descanso de N.H.D. José Hueso Martínez.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,7-12):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden! Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».
Palabra del Señor
La oración para el cristiano es como el aire que respiramos: sin aire nos morimos, sin la oración estamos vacíos y somos como el cardo en la estepa. Pero atención: antes de saber cómo hay que orar, importa mucho más saber cómo “no cansarse nunca”, no desanimarse nunca, ni deponer las armas ante el silencio aparente de Dios. Así lo dice Jesús: “todo lo que pidáis con fe lo obtendréis”. Sin verdadera vida de oración, los cristianos daremos verdaderos tumbos en la vida espiritual. Sin vida interior, sin intimidad con Dios, la fe se reduce a una práctica interesada cuyo fin no es otro que conseguir lo que uno necesita. La oración cristiana es otra cosa. Orar es pedir, es buscar, llamar a la puerta. De día y de noche. Sin cansarse nunca. «Siempre hay que orar», y hasta tal punto que la oración se convierte en un estado y no sólo en una práctica ocasional. Orar es un modo de ser delante de Dios.
El cuarto día de Quinario se aplicará por las intenciones de:
Lectura del santo evangelio segun san Lucas (11,29-32):
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
Palabra del Señor
El que sin cesar pide signos para creer ya está demostrando su incredulidad. La fe es un impulso del corazón, una iluminación del espíritu ante la presencia de Dios, les una llamada, una gracia. Hoy en otras partes, en este mismo momento, habrán hombres que descubrirán el Evangelio y se entregan a él sin discusión. Y ¿nosotros? los cercanos, los que decimos conocer a Dios, los que estamos acostumbrado a leer todo tipo de comentario, de reflexiones sobre la Palabra, ¿se nos nota? ¿La sabiduría de la Palabra, el signo de la Cruz, nos está dando vida? Ninive y la reina del Sur se levantaron contra esa generación incrédula y fueron sus testigos de cargo. ¿De verdad que vives de la fe? Aprovecha este tiempo de cuaresma para purificar tu fe y descubrir que solo quien confía, quien vive la vida con la plena seguridad de que está protegida por las manos amorosa de Dios, CREE.
El tercer día de Quinario se aplicará por las intenciones de:
Como ya viene siendo habitual en todos los actos cultuales de nuestra Cofradía, todos los días de Quinario serán retransmitidos a través de nuestro Canal de YouTube para que los hermanos de fuera de nuestra localidad puedan seguirlos.
Estos son los enlaces de las emisiones en directo: