Vigilia Pascual

Mañana, Sábado Santo a las 18:00 h en la Capilla de la Residencia de Jesús Nazareno celebraremos junto a las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno la Vigilia de la Pascua de Resurrección.

Después, a partir de las 20:30 h en la Casa de Hermandad, con entrada por la calleja del Rehoyo, celebraremos todos juntos la tradicional Fiesta del Cordero de la Cofradía, donde todos los hermanos que lo deseen están invitados a compartir un rato de convivencia y celebración por la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Como todos los años, los asistentes disfrutaremos compartiendo las viandas que cada uno aporte a la celebración. Se recuerda a los hermanos que asistan a la Vigilia Pascual el uso de mascarillas.

Detalle de Hermanamiento

Un Martes Santo más hemos ofrecido dos ramos de flores a los titulares de nuestra Hermandad hermana de la Agonía.

Una representación de nuestra Cofradía ha visitado a nuestros hermanos del Naranjo en la Santa Iglesia Catedral, antes de su salida, para entregarle sendos ramos y desearles que tengan una buena Estación de Penitencia por las calles de nuestra ciudad y poder disfrutar del Señor de la Agonía y de su bendita Madre de la Salud.

Evangelio del Domingo de Ramos

Lectura del santo evangelio según. San Mateo (26,14–27,66)

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:

-«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

-«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»

Él contestó

-«Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: «El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.»

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

última cena

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

-«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

-«¿Soy yo acaso, Señor?»

Él respondió:

-«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido. »

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

-«¿Soy yo acaso, Maestro?»

Él respondió:

-«Tú lo has dicho.»

Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

-«Tornad, comed: esto es mi cuerpo.»

Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:

-«Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre. »

Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.

Entonces Jesús les dijo:

-«Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: «Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño.» Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»

Pedro replicó:

-«Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»

Jesús le dijo:

-«Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. »

Pedro le replicó:

-«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »

Y lo mismo decían los demás discípulos.

Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:

-«Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»

Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Y dijo:

-«Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»

Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:

-«Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»

Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos.

Dijo a Pedro:

-«¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil. »

De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:

-«Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.»

Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:

-«Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»

Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:

-«Al que yo bese, ése es; detenedlo.»

Después se acercó a Jesús y le dijo:

-«¡Salve, Maestro!»

judas

Y lo besó. Pero Jesús le contestó:

-«Amigo, ¿a qué vienes?»

Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.

Jesús le dijo:

-«Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»

Entonces dijo Jesús a la gente:

-«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»

Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas.

En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:

-«Éste ha dicho: «Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.»»

El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:

-«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»

Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:

-«Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»

caifas

Jesús le respondió:

-«Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»

Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:

-«Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»

Y ellos contestaron:

-«Es reo de muerte.»

Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:

-«Haz de profeta, Mesías; ¿Quién te ha pegado?»

Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:

-«También tú andabas con Jesús el Galileo.»

Él lo negó delante de todos, diciendo:

-«No sé qué quieres decir.»

Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:

-«Éste andaba con Jesús el Nazareno.»

Otra vez negó él con juramento:

-«No conozco a ese hombre.»

pedro

Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:

-«Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»

Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:

-«No conozco a ese hombre.»

Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.

Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:

-«He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»

Pero ellos dijeron:

-«¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»

Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:

-«No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre.»

Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.»

Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:

-«¿Eres tú el rey de los judíos?»

Jesús respondió:

-«Tú lo dices.»

Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:

-«¿No oyes cuántos cargos presentan contra fi?»

Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado.

Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:

-«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías? »

Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:

-«No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»

Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó: –

«¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»

Ellos dijeron:

-«A Barrabás. »

Pilato les preguntó:

-«¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»

Contestaron todos:

-«Que lo crucifiquen.»

Pilato insistió:

-«Pues, ¿qué mal ha hecho?»

Pero ellos gritaban más fuerte:

-«¡Que lo crucifiquen!»

Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:

-«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»

Y el pueblo entero contestó:

-«¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»

Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:

-«¡Salve, rey de los judíos!»

flagelacion

Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos».

Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:

-«Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»

Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:

-«A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»

Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

Jesus

Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:

-«Elí, Elí, lamá sabaktaní.»

Es decir:

-«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:

-«A Elías llama éste.»

Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:

-«Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»

Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. 

Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:

-«Realmente éste era Hijo de Dios.»

cruz

Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro.

A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:

-«Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: «A los tres días resucitaré.» Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: «Ha resucitado de entre los muertos.» La última impostura sería peor que la primera.»

Pilato contestó:

-«Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis. »

Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

Palabra del Señor

En vísperas de su pasión y muerte, Jesús hace su entrada triunfal en Jerusalén

Jesús quiere que no nos engañemos cuando, en los próximos días, lo veamos apurar el cáliz hasta el fondo. No quiere que nos quedemos en la superficie negra de su pasión y muerte.

Quiere que lo veamos bajo esta luz profética del Domingo de Ramos: ese Jesús, a quien veremos sufrir y morir, acabará venciendo a la muerte con su muerte: «Bendito el que viene en el nombre del Señor».

Que vivas una Santa Semana Santa y que el Espíritu del Señor haga resucitar algo de tu vida.

¡Feliz Domingo de Ramos!

¡Feliz Semana Santa!

Vigilia de la Pascua de Resurrección

Esta tarde a las 18:00 h en la Capilla de las Residencia de Jesús Nazareno celebraremos junto a las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno la Vigilia de la Pascua de Resurrección.

Después, a partir de las 21:00 h en la Casa de Hermandad, con entrada por la calleja del Rehoyo, celebraremos todos juntos la tradicional Fiesta del Cordero de la Cofradía, donde todos los hermanos que lo deseen están invitados a compartir un rato de convivencia y celebración por la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Como todos los años, los asistentes disfrutaremos compartiendo las viandas que cada uno aporte a la celebración.

Acto Litúrgico de Jueves Santo

El Jueves Santo a las 10:30 h todos los hermanos de Jesús Nazareno, y en especial los que participan en la Estación de Penitencia, compartirán un momento íntimo de oración y exposición del Santísimo en el patio del Colegio de Jesús Nazareno.

La entrada se realizará por la puerta del Colegio de Jesús Nazareno, que estará abierta desde las 10:00 h.

Durante al Acto se hará entrega por parte de la cuadrilla de costaleros de María Santísima Nazarena de la trabajadera, un reconocimiento anual a la labor y trayectoria de un miembro de la cuadrilla.

A partir de las 12:00 h se dará apertura a la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno para que la ciudad de Córdoba pueda visitar a nuestros Sagrados Titulares y permanecerá abierta hasta las 13:30 h.

Mañana de Miércoles Santo

Desde las 8:00 de la mañana un nutrido grupo de hermanos están trabajando en la Cofradía para preparar la Estación de Penitencia y el Monumento de las Hermanas Hospitalarias.

Un Martes Santo más hemos ofrecido dos ramos de flores a los titulares de nuestra Hermandad hermana de la Agonía.

Lamentamos que las condiciones meteorológicas hayan impedido que nuestros hermanos hagan su Estación de Penitencia por las calles de nuestra ciudad.

Desde nuestra Cofradía mandamos nuestro apoyo y cercanía, deseando ya que llegue el Martes Santo del año que viene y poder disfrutar del Señor de la Agonía y de su bendita Madre de la Salud.

Evangelio del Domingo de Ramos

Evangelio de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas. (Lc 22, 14-23,56)

Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios”. Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: “Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios”.

Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”.

“Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!” Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.

Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo: “Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel”.

Luego añadió: “Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”. El le contestó: “Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte”. Jesús le replicó: “Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”.

Después les dijo a todos ellos: “Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?” Ellos contestaron: “Nada”. El añadió: “Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí”. Ellos le dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas”. El les contestó: “¡Basta ya!”

Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a este sitio, les dijo: “Oren, para no caer en la tentación”. Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él en su angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: “¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación”.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”

Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron: “Señor, ¿los atacamos con la espada?” Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: “¡Dejen! ¡Basta!” Le tocó la oreja y lo curó.

Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: “Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas”.

Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo: “Este también estaba con él”. Pero él lo negó diciendo: “No lo conozco, mujer”. Poco después lo vio otro y le dijo: “Tú también eres uno de ellos”. Pedro replicó: “¡Hombre, no lo soy!” Y como después de una hora, otro insistió: “Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo”. Pedro contestó: S. “¿Hombre, no sé de qué hablas!” Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo.

El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces’, y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente. Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban: “¿Adivina quién te ha pegado?” Y proferían contra él muchos insultos.

Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron: “Si tú eres el Mesías, dínoslo”. El les contestó: “Si se lo digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso”. Dijeron todos: “Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?” Él les contestó: “Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy”. Entonces ellos dijeron: “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca”. El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato.

Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: “Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey”.

Pilato preguntó a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” El le contesto: “Tú lo has dicho”. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: “No encuentro ninguna culpa “No encuentro ninguna culpa en este hombre”. Ellos insistían con más fuerza, diciendo: “Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí”. Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.

Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos.

Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: “Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré”.

Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: “¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!” A éste lo había metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” El les dijo por tercera vez: “¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicare un escarmiento y lo soltaré”. Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: ‘¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!’ Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros’, y a las colinas: ‘Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?”

Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado “la Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.

El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”. También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Este es el rey de los judíos”.

Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le reclamaba, indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”. Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino acuérdate de mí”. Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” Y dicho esto, expiró.

El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo”. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello.

Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.

Palabra del Señor.

En vísperas de su pasión y muerte, Jesús hace su entrada triunfal en Jerusalén.
Jesús quiere que no nos engañemos cuando, en los próximos días, lo veamos apurar el cáliz hasta el fondo. No quiere que nos quedemos en la superficie negra de su pasión y muerte.
Quiere que lo veamos bajo esta luz profética del Domingo de Ramos: ese Jesús, a quien veremos sufrir y morir, acabará venciendo a la muerte con su muerte: «Bendito el que viene en el nombre del Señor».
Pero ante la muerte de Cristo no tenemos derecho a ser meros espectadores; hemos de tomar partido: o con los que permanecen a su lado, o con los que, ciegos por los que sea, lo llevan a la Cruz. ¿Donde estás tú?:

  • Si dejas que el miedo te amordace o te haga traicionar a un amigo. Te vas pareciendo a Pedro.
  • Si ves que el dinero va pesando demasiado en tus decisiones hasta el punto de ser más fuerte que el amor, malo, a Judas le pasó lo mismo.
  • Si dejas que el poderoso de turno te haga cambiar de idea o si estás siempre al sol que más calienta, eres, por desgracia, como ese pueblo que se dejó manejar contra Jesús.
  • Si has probado ya el sabor del poder y te ha gustado hasta el punto de lavarte las manos dejando que pierda el inocente, ¡piénsalo bien! Lo mismo le pasó a Pilato.
  • O puede que, por el contrario, te encuentres arrimando el hombro, como aquel Simón de Cirene.
  • O, mientras limpias el sudor a un enfermo, o acompañas la soledad de un anciano, piensa con razón que eres, como aquella Verónica que valientemente rompió el cerco de los mirones y le enjugó el rostro de Cristo cuando pasaba con su cruz.
  • No me gustaría pensar que estás entre los que golpean, o entre los que se burlan, como los sumos sacerdotes y el sanedrín. Quisiera verte, mejor, de pie junto a la cruz, como María, como Juan, o como aquellas mujeres valientes. Pero no te quedes en simple espectador. Ante un drama de esta clase no cabe ser neutral.

Toma, de una vez, partido: o con Él, o contra Él. Que sea con Él.

¡Feliz Domingo de Ramos!

Comienza el Reparto de Papeletas de Sitio para la Próxima Estación de Penitencia

Hoy a las 17:30 h dará comienzo el reparto de papeletas de sitio y túnicas para los hermanos que realizaron estación de penitencia en 2019 o retiraron su papeleta de sitio en 2020. Durante el fin de semana en horario de 17:30 h a 21:00 h el viernes y de 10:30 h a 13:30 h el sábado y el domingo, los hermanos podrán retirar su papeleta de sitio y la túnica, para los que no dispongan de ella en propiedad.

Si algún hermano tiene dificultades para llegarse durante este fin de semana, tiene que ponerse en contacto con el Vocal de Estación de Penitencia, a través del correo electrónico penitencia@nazarenocordoba.es o a través del móvil 665 25 91 34.

Evangelio del Domingo de Ramos

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (15,1-39):

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?»
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, está llamando a Elías.»
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»

Palabra del Señor

LA PASIÓN: UNA HISTORIA QUE SE REPITE
PASIÓN SEGÚN SAN MARCOS

EL Evangelio de hoy nos lleva a varias pistas.

En primer lugar una invitación a tomarnos en serio las palabras de San Pablo en la segunda lectura. Es frecuente entre nosotros mirar a Jesús como alguien que tenía claro que su misión era «morir por nosotros» en la cruz, con esa muerte dolorosa que hoy hemos meditado, porque así lo habría pedido/querido su Padre Dios. Y como era Dios, «ya sabía» que a los tres días iba a resucitar victorioso de la tumba… y asunto resuelto, misión cumplida. Esta es una verdad de fe bastante incompleta.

San Pablo ha afirmado que Cristo «a pesar de su condición divina» se despojó de todos sus atributos divinos y se convirtió «en uno de tantos». Es decir: que fue como tú y como yo, y al ser «semejante a los hombres», tuvo que ir descubriendo su camino, su proyecto, la «voluntad del Padre» para él. Progresivamente tuvo que buscar, no pocas veces entre dudas y oscuridad, y tomar decisiones. Su «lucha/agonía» en Getsemaní fue muy real: «terror y angustia». Su camino no era ni fácil ni evidente. Tenía que discernir. Sintió como su proyecto del Reino había fracasado ante las autoridades religiosas, ante el Pueblo al que tan intensamente se había dedicado, ante sus propios discípulos… e incluso sintió el silencio y el abandono de Dios. Precisamente las únicas palabras que Marcos nos ha guardado de Jesús en la cruz dicen: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?». Un grito desgarrador que nos revela los sentimientos profundos de su dolor hasta la cruz.

En cuanto a las razones históricas de su condena y de su muerte están muy bien descritas por el evangelista: Jesús y su proyecto del Reino estorban a las autoridades religiosas, que lo tachan de blasfemo, de intentar alterar sus ideas religiosas, sus interpretaciones de las Escrituras, y sus «cargos» de poder. El Pueblo, por su parte, esperaba a alguien que les solucionara sus problemas concretos de todo tipo… Y lo aclaman a su entrada en Jerusalem y le gritan «Hosanna» (=que Dios tenga piedad y nos salve). Pero al verse decepcionados por este «Hijo de David», que llega en un humilde pollino, y en actitud pacífica… acaban prefiriendo la libertad de un criminal, que la de un justo inocente, dejándose manipular por las autoridades. Políticos, como Pilato, lo que quieren es «dar gusto a la gente» y evitarse problemas y responsabilidades. Y con respecto a sus discípulos, tienen miedo, se duermen, huyen, le traicionan, se esconden, desaparecen de escena: «ni sé ni entiendo de qué hablas».

En resumen: las razones o causas por las que Jesús termina crucificado hay que buscarlas, en primer lugar y por encima de todo, en el rechazo de su misión y su mensaje. No conviene olvidarlo, para no «descontextualizar» ni «espiritualizar» la historia de una tremenda injusticia que dejó a todos muy desconcertados. Y porque esas luchas y enfrentamientos de Jesús han de ser ahora y siempre las nuestras, las de sus discípulos, puesto que el «panorama» no ha cambiado mucho que digamos. Sólo después, con la suficiente distancia, y ayudados por la Escritura (la Primera Lectura de hoy, por ejemplo) vendrán las interpretaciones teológicas sobre el sentido y significado de su muerte.

Por eso mismo, no podemos asistir a los acontecimientos de la Semana Santa del Señor como «espectadores» de una historia que ocurrió hace dos milenios, y sobrecogernos y asombrarnos de todo lo que le pasó al Hijo de Dios… sin dejarnos afectar personalmente. Repasar y revivir la Pasión del Hijo de Dios tiene que servir para que reaccionemos y nos indignemos por tantos «hijos de Dios» que viven HOY similares circunstancias, y que también son eliminados, machacados, silenciados… por oscuros intereses de todo tipo. El «desorden» que mató a Jesús está detrás de los tejemanejes de las industrias farmacéuticas, alimentarias, del comercio de armas, de las manipulaciones políticas y económicas de todos los colores… Aquella historia del Hijo de Dios está hoy muy viva y es muy actual, y tenemos que tener mucho cuidado… para no ser sus nuevos protagonistas: nuevos Pilatos, nuevas autoridades, nuevas gentes manipuladas, nuevos discípulos cobardes, etc. etc. No es coherente que nos conmocionen las heridas, las caídas, los latigazos, y todo lo demás que tuvo que soportar Jesús… por ser quien era… y dejar en el olvido que él fue «uno de tantos» (como decía la anterior traducción litúrgica) que corren hoy su misma suerte.