Evangelio 21° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según San Lucas (13, 22-30)

En Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo:
Señor, ábrenos;
pero él os dirá:
“No sé quiénes sois”.
Entonces comenzaréis a decir:
“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá:
“No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

Palabra del Señor.

El evangelio puede sonar un poco desconcertante, dependiendo en gran parte del dicho aislado “esforzaros de entrar por la puerta estrecha”. El pasaje se sitúa en el camino que Jesús emprende hacia Jerusalén y el seguimiento que ello implica, es una catequesis lucana del verdadero discipulado. Pero ¿para qué es necesario ser discípulo de Jesús? ¿para salvarse, para salvarnos? ¿Esa era la mentalidad del tiempo de Jesús heredada en ciertos círculos cristianos rigoristas? ¿Son pocos los que se salvan? Conociendo el mensaje de Jesús y su confianza en Dios, tendríamos que afirmar que Jesús no respondía a preguntas que se resolvieran desde el punto de vista legal.

En realidad la lectura a fondo de este evangelio plantea cuestiones muy importantes desde el punto de vista de la actitud cristiana. Jesús no responde directamente a la pregunta del número, porque no es eso algo que pueda responderse. Lo de la puerta estrecha es un símil popular y no debe producir escándalo, porque los caminos de Dios no son lo mismo que los caminos de los hombres: esto es evidente. Esta es una llamada a la “radicalidad” en todo caso, que pudiéramos transcribir así: quien quiera salvarse debe vivir según la voluntad de Dios. Eso lo dice todo, aunque para algunos no resuelve la cuestión. Por ello deberíamos decir que esa preocupación numérica fue más de los discípulos que trasmitieron estas palabras de Jesús (el Evangelio Q para algunos especialistas), que estaban más o menos obsesionados con un cierto legalismo apocalíptico y no bebían los vientos del talante profético de Jesús.

Siempre se ha dicho que Jesús lo que busca son los corazones y la actitudes de los que le siguen. Les pone una parábola de contraste, la del dueño de la casa que cierra la puerta. La mentalidad legalista es la de esforzarse por entrar por la puerta estrecha. En la parábola se adivina un mundo nuevo, un patrón, Dios en definitiva, que no entiende las cosas como nosotros, por números, por sacrificios, por esfuerzos personales de lo que se ha llamado “do ut des” (te doy para que me des). Muchos pensarán que han sido cristianos de toda la vida, que han cumplido los mandamientos de Dios y de la Iglesia de toda la vida (si es que eso se puede decir), que han sido muy clericales… pero el “dueño” no los conoce. ¿No es desesperante la conclusión? El contraste es que podemos estar convencidos que estamos con Dios, con Jesús, con el evangelio, con la Iglesia, pero en realidad no hemos estado más que interesados en nosotros mismos y en nuestra salvación. Eso es lo que la parábola de contraste pone de manifiesto.

¿Las cosas deberían ser de otra manera? ¡Sin duda! Debemos aprender a recibir la salvación como una gracia de Dios, como un regalo, y a estar dispuestos a compartir este don con todos los hombres de cualquier clase y religión. Eso es lo que aparece al final de esta respuesta de Jesús. Los que quieren “asegurarse” previamente la salvación mediante unas reglas fijas de comportamiento no han entendido nada de la forma en la que Dios actúa. Por eso no reconoce a los que se presentan con señas de identidad legalistas, que ocultan un cierto egoísmo. No es una cuestión de número, sino de generosidad. En la mentalidad legalista y estrecha del judaísmo, que también ha heredado en muchos aspectos el cristianismo, la salvación se quiere garantizar previamente como se tratara de un salvoconducto inmutable e intransferible. No se trata de desprestigiar una moral, una conducta o una institución, como si el evangelio convocara a la amoralidad y el desenfreno para poder salvarse. Esta conclusión de moralismo barato (la “gracia barata” le llamaba Bonhoeffer) no es lo que piden las palabras de Jesús. Pero sí debemos afirmar rotundamente: si la salvación no sabemos recibirla como una “gracia”, como un don, no entenderemos nada del evangelio.

¡Feliz Domingo!

Evangelio 20° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12, 49-53)

«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Palabra del Señor.

Las lecturas de hoy, no sólo el Evangelio, presentan la fe como una lucha, y en el caso de Jeremías, como signo de contradicción, esfuerzo, peligro, como el mismo Cristo vivió la fe. Los profetas expresan en su propia carne que la verdad molesta y lleva a correr riesgos. Lo que hicieron con Jeremías, lo harán después con Jesús y sus seguidores.

En cuanto a nosotros, quizás nos hemos acostumbrado a vivir una fe líquida, conformista, descomprometida. Muchos cristianos, arraigados en una situación de bienestar, tendemos a vivir la fe y considerar el cristianismo como una religión de paz tranquila. Sin embargo, la Palabra de hoy, nos mueve el suelo que pisamos.  Que quiere decir, que la fe tal como la vivió Jesús, nunca puede ser neutral. Nos sorprenden sus palabras de fuego, guerra y división, que purifican nuestra fe. Porque si Él lo vivió así poniéndose del lado de los que sufren, sus seguidores no podemos callarnos ante los atropellos cometidos y esto provocará lucha e incomodidad. El mensaje central de hoy es, por tanto, que el creyente vivirá siempre con la cruz de la contradicción.

La fe vivida por Jesús, cuestiona hoy la nuestra: ¿Fue Jesús un creyente? ¿Cómo vivió Él la fe? ¿Qué alcance tiene y a donde me lleva hoy su lenguaje paradójico? Su vida molestó, enfrentó, cuestionó e incordió a muchos. Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten, y será como un signo de contradicción(Lc 2,34) ¿Y nuestra fe?

Feliz día del Señor.

Evangelio 19° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Lucas (12, 32-48)

«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?»
El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

Palabra del Señor

Muchas recomendaciones nos da Jesús en este domingo. Nos fijamos en tres:

“El Padre ha tenido a bien daos el Reino”. El Padre ha querido darnos su amor, su palabra; se nos ha dado a sí mismo en su hijo Jesucristo. No cabe, por consiguiente el temor. Hemos recibido los mejores dones y en muchas ocasiones perdemos el tiempo buscando aquellos otros que roen las polillas.
“Estad preparados”. Si estamos atentos y vigilantes descubriremos al Señor. Viene como un ladrón en la noche, pero no viene a quitarnos nada, viene a darnos la vida. Y si no estamos preparados… nos quedamos sin nada.
“Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá”. Podemos dar mucho fruto, porque hemos recibido buena semilla y buena tierra. Hay que ponerse a trabajar. Todos salimos ganando.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

¡Feliz Domingo!

Evangelio 18° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (12,13-21)

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.» Y se dijo: «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.» Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?» Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

Palabra del Señor

Son dos planos distintos. Muy distintos. De tejas abajo, y de tejas arriba.
El que vive de tejas abajo, no tiene más horizonte que su propia vida. Su lema es pasarlo bien: «túmbate, come, bebe, y date buena vida». Encandilado con la imagen de su propia felicidad, acaba por perder de vista toda otra preocupación que no sea cuanto más, la de almacenar bienes que le garanticen el día de mañana:»derribaré los graneros y construiré otros más grande». Los que entran en ese vértigo, acaban perdiendo el control, chupados por la fuerza loca del tener. Se vuelven egoístas, tacaños hasta la ridiculez, acaban perdiendo el sentido de la amistad, se hacen inaguantables hasta para su propia familia. Éste camino desemboca en la codicia: el poseer se va constituyendo en su centro, en su dios.
Para el cristiano hay más, mucho más. No sólo es comprender que es de necio almacenar para que otros luego lo disfruten. Ni siquiera se trata solamente de pensar que un día vas a perder lo que con tanto trabajo conseguiste. Hay más. Es que te van a pedir cuentas de tu vida. Dios, el dueño, te va a preguntar un día que hiciste con la vida, con tu vida.
Para el cristiano se trata de otro plano, de otros valores, de otra manera de ver las cosas, de tejas arriba pero con los pies bien plantados en el suelo. El cristiano es capaz de usar sencillamente, y tirarlas después, cosas por las que otros se queman las pestañas y se juegan la vida; o las da por el simple placer de ver cómo se asoma la sonrisa en el rostro de quien la recibe. El verdadero cristiano duerme tranquilo cuando a puesto su día de mañana en las manos de Dios, y no en la caja fuerte de los banqueros, o cuando vea que ha gastado sus fuerzas en hacer felices a personas que ayer ni siquiera conocía, o cuando ha saboreado el gozo de partir con el hermano el último trozo de pan que le quedaba en la despensa.
Entonces ¿por qué andas, todavía, planteando a Jesús cuestiones de intereses a ras de la tierra? («Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia») ¿Estás todavía, en el plano de pleitear con tu hermano por un puñado de dinero? ¿No ves que Jesús está en otra onda? ¿No le has oído decir que es mejor dar que recibir? ¿O que es mejor que a quien anda peleado contigo para quitarte la capa, les des también la túnica?
Definitivamente, no podemos seguir amando a las cosas y usando a las personas. ¡Es al revés!
Se trata, desde luego, de otro plano. De otra lógica. De otra riqueza. O «amasar riquezas para ti», o «ser rico ante Dios»
Hay que escoger.

¡Feliz Domingo!

Festividad del Beato Cristóbal de Santa Catalina

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (11,1-13)

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.»»
Y les dijo: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.» Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.» Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

Palabra del Señor

Pocas palabras se necesita para orar al Padre y todas dichas en la intimidad. La oración del Padrenuestro es de por si una escuela de oración.
Es la oración de los hombres que saben que la obra de la gracia de Dios ha comenzado ya.
El «Padrenuestro» es más un arte de vivir que una fórmula para ser recitada.
Ser cristiano es entrar en el juego de la locura de Dios: cuando decimos «Dios» nos dejamos penetrar por su presencia y proclamamos a los cuatro vientos que sin Él no podemos hacer nada, sin Él no somos nadie. No podemos tomar el nombre de Dios en vano.
Ser cristiano es entregarse en cuerpo y alma al Reino de Dios:»¡Que se haga tu voluntad!
Ser cristiano es reconocer que no podemos sobrevivir si nos falta el pan de cada día que es Él mismo.
Ser cristiano es vivir al mismo ritmo que Jesús: «perdona nuestras deudas como también nosotros perdónanos…» Dios ha hecho desaparecer el comprobante de la deuda que nos abrumaba; estamos rodeados de la misericordia de Dios y no nos queda mas remedio que perdonar, condonar la deuda de nuestros deudores.
Ser cristiano es luchar para no caer en la tentación de vivir una vida de espaldas a Dios y a los valores del Reino. Los que nos consumimos en la ternura de Dios que nos ha sido revelada le pedimos en esta oración: «por favor, consérvanos en la fe; sé a la vez nuestra prueba y nuestra muralla».
Amén. Así sea. Así lo quiero. En esto creo.

¡Aleluya!
¡Feliz Domingo!
¡Feliz día del Beato Cristóbal!

Evangelio 16° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (10, 38-42)

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»

Palabra del Señor

Marta ¿de qué te sirve acoger a Jesús si no te paras a escucharlo? Te has quedado a medio camino. Lo has llevado a tu casa, pero no a tu corazón ¿y si Él no venía a pedirte, sino a darte?: «Andas inquieta y nerviosa….» Párate, mujer, y pregúntale a Jesús qué ha venido a decirte.

Marta ¡si supieras cuántas cosas podría decirte Jesús! Hoy está ahí, delante de ti, hecho Palabra en Jesús. Y tú, enredada en tus mil atenciones al amigo, hechas porque hay que hacerlas pero no le has puesto amor, has perdido un tiempo precioso que deberías emplear en escuchar al Maestro. Tú te lo pierdes, Marta. Pero no quieras que se lo pierda también tu hermana: «María, sentada en los pies del Señor, escuchaba su Palabra».
No es fácil, Marta. Pues había que empezar llenándose de Jesús. Acogerlo, ofrecerle nuestra casa, beber sin prisas -echados a sus pies-, de la fuente inagotable de su Palabra. Que se vaya sintiendo agusto, tan a gusto, que nuestra casa vaya pasando a ser su casa, que nuestros criterios vayan dejando paso a los suyos, nuestra vida vaya llegando a ser una prolongación de tu vida como le ocurrió a Pablo: «Completo en mi carne los dolores de Cristo».

Marta y María: dos mitades de una misma acogida, de una misma hospitalidad, cada vez más necesaria, más urgente.

¡Feliz Domingo!

Evangelio 15° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (10,25-37)

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: «Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.» ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»

Palabra del Señor

Da alegría comprobar que el «heredar la vida eterna» no es cuestión de saber mucho, ni de ocupar un puesto importante en la institución religiosa, ni siquiera de conocer al dedillo el pensamiento de Dios expresado en su Palabra. Sería un camino poco asequible, y Él quiere que una alegría tan grande, una cuestión tan fundamental esté al alcance de todos los bolsillos.»El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni alcanzable… está muy cerca de ti… en tu corazón y en tu boca».
Ni el saber, ni el tener, ni el poder está en las manos de cualquiera. El amor, sí. ¡Pues que sea el amor el primer mandamiento!
Amar a Dios nos puede resultar un tanto complicado, por aquello de que nuestros ojos, miopes, no alcanzan a verlo. No importa. Dios se mete en el hombre, y ya está: amando al otro, acercándonos -«aproximándonos»- a él, estamos amando al Señor. Así de fácil.
¿Hay que ser «letrado» para entender estas cosas? Nada de eso. Pues precisamente el «letrado» que se dio contra las cuerdas al oír la parábola del buen samaritano. Y, en cambio, la gente sencilla se lo pasaba bomba escuchando a Jesús.
¡Que no! Que no son nuestros esquemas los que sirven. Que nos hemos complicado la vida demasiado, siendo tan sencilla. Que un samaritano, -un extranjero, despreciado, descreído- da en el clavo, en plena diana, mientras el «sacerdote» y el «levita», muy presurosos y creídos, muy cumplidores ellos, no dan ni una. Que «no es el mucho saber lo que harta el alma».
Tu prójimo está ahí, junto al camino. Es Dios para ti. Deja lo demás, que ya no importa. Bájate de tu altura y de tus prisas. Míralo. ¿No lo reconoces? Es tu hermano.
Jesús es tajante. Nos pone delante un ejemplo tomado del mundo, pero que quema por donde se le coja. Nos corta toda retirada. Y va y nos dice: «Vete, y haz tú lo mismo «. Así de fácil.
¡Feliz Domingo!

Evangelio 14° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (10,1-12.17-20)

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:
“El reino de Dios ha llegado a vosotros”.
Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”.
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Él les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».

Palabra del Señor

De dos en dos, para contarse por el camino la belleza de Dios y las maravillas que hace su misericordia. Setenta y dos para ir por todos los caminos.
Jesús los envía, nos envía, porque la mies es mucha y hay que apresurarse por esos campos dorados del verano.
La urgencia de la situación provoca un entusiasmo renovado: es preciso que se anuncie la palabra. Aprisa. Cueste lo que cueste.
No es momento para lamentarnos de la poca práctica religiosa, de la pérdida de costumbres, de la moral que ya no se respeta y de la tradición que se está olvidando. Nos es cuestión de organizar estrategias que están mas cerca de ser «operaciones de salvamento y recuperación» que alegres testimonios de una noticia que no se puede callar. Parecemos, a veces, un Estado-mayor en tiempos de derrota que un campamento-base de una expedición de descubriendo.
Al buen evangelizador, las estrategias les sobran, las maletas les estorban, los seguros les son inútiles. Mirad a los setenta y dos discípulos partir sin más certeza que la de ser portadores de paz y testigos de una noticia de gracia.
La Iglesia del evangelio es una Iglesia inocente, tan absorta en la siega que se olvida de la cizaña, tan pacífica que se extraña ella misma de su audacia. Una Iglesia que solo tiene una palabra en los labios, un deseo en el corazón: «¡Shalom, paz a vosotros!» La mies es abundante, porque la paz de Dios ha de manifestarse. Y si la Iglesia tiene que vivir el Evangelio, es para salvar la cosecha.

Evangelio 13° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (9,51-62)

Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de camino Jesús y sus discípulos le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

Palabra del Señor

Además de los Doce había también otros que querían seguir a Jesús, aunque no siempre sabían con claridad lo que significaban en el fondo «seguirle».
Seguir a Jesús supone un cambio radical de vida. Supone avanzar, emprender con decisión la vida, quedar libre de todo peso que pudiera retrasar la marcha.
La urgencia del anuncio necesita de seguidores que no se aferren a nada, es decir, con total confianza y libertad ante los bienes y riquezas. Que tampoco se aferre a lo que ya no tiene vida aunque haya que romper costumbres y tradiciones, y tiene que estar dispuesto a no depender de los lazos familiares pues los lazos de la fe requiere de gente decidida que no miren hacia atrás.
La llamada de Jesús urge, provoca, no deja indiferente. Y, si es así ¿qué nos está pasando hoy a los cristianos? ¿Será que veintiún siglos de costumbre nos ha quitado esa sensación de exigencia, de urgencia de hacer presente el Reino de Dios?
Hay que reconocerlo, por un lado, para muchos cristianos seguir a Jesús no significa tanto en sus vidas, y por otro, la indiferencia reinante es tal en este tiempo que es más perniciosa para la fe que una oposición declarada a la misma.
La tibieza de muchos cristianos no ¿será señal de que la sal ha perdido su valor?
Recuperemos la pasión, la entrega, la urgencia de este mensaje que nos engancha a la vida.
A decir verdad no somos verdaderos discípulos hasta no recorrer todo el camino, hasta no sentir la contradicción, la cruz, el Gólgota.

Evangelio de la Festividad del Corpus Christi

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,11b-17)

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

Palabra del Señor

Como cristianos que somos, «creemos en el amor». Nuestra fe no es otra cosa.
La multiplicación de los panes en el desierto es el signo y el sacramento de ello. El pan es repartido hasta el infinito, porque es el pan del amor, el pan de aquella compasión de Cristo hacia la multitud abandonada, a la que él ama mucho más de lo que recomendaría la razón; él no quiere despedir a aquella gente, sino ser para ellos el buen pastor que da su vida. ¡En Jesucristo hemos reconocido el amor que Dios nos tiene!
Sentarnos a la mesa de la Eucaristía es la que nos asegura experimentar lo que da de si el verdadero amor. Y en la medida en que comes el pan del amor en esa misma medida conoceremos a Dios y seremos también nosotros pan para los demás.
Que no caigamos en la tentación de los discípulos de querer «despedir» a la gente, de no complicarse la vida por los demás o buscar soluciones fáciles y cómodas. El Señor hoy nos enseña una de las grandes lecciones de la vida: «sólo el que se da, el que pone lo poco o mucho que tiene al servicio de los demás, solo el que no mira a su propio bien sino al bien de los demás, ése ha entendido en que consiste la fe en Dios.
¿Qué vas hacer hoy con tus cinco panes y dos peces?
Esta es la gran verdad que celebramos hoy solemnidad del Corpus Christi, Dios ha venido para quedarse en este misterio de amor que es la Eucaristía. Y hoy todo su pueblo en alabanza canta al Amor de los amores por las calles y plazas de nuestras ciudades y pueblo.
¡Alabado sea, el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Feliz Domingo!
¡Feliz día de la caridad!