Evangelio 7° Domingo de Pascua. Festividad de la Ascensión del Señor.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos (16,15-20)

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Palabra del Señor

La fiesta de hoy es, fundamentalmente, la culminación de la Resurrección de Jesús, su vuelta el Padre donde ya está el Señor, ‘por encima de todo principado… por encima de todo nombre’. Pero en esta fiesta hay también una vertiente que mira hacia nosotros. Jesús -acabada la tarea que el Padre le encomendó- nos mira y nos dice: ¡ahora os toca a vosotros! ‘Id por todo el mundo’.“Id”, es decir: ¡Poneos en marcha!

Se acabó el tiempo de apoyaros visiblemente en mí, de contar con mi Palabra recién hecha y a la medida. Salid a campo abierto. Que el frío y la lluvia, el sol y el viento vayan curtiendo vuestra piel: al tiempo que la persecución, la soledad, y la duda van robusteciendo vuestro frágil corazón. “Yo estoy con vosotros”, ciertamente, pero de otra manera. A veces, muchas quizá, no me sentiréis, y os vendrá la tentación de pensar que me he desentendido de vosotros como dejados de la mano de Dios.

Poneos, pues, en marcha, sin deteneros. El mundo os necesita. Y no temáis. Yo iré delante de vosotros. Alentadora despedida de Jesús. Para nosotros, para su Iglesia, porque ha llegado la hora de la verdad.

¡Buen Domingo de la Ascensión!

Evangelio 6° Domingo de Pascua

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-17):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»

Palabra del Señor

DEL MIEDO AL AMOR

No se trata de una frase más. Este mandato, cargado de misterio y de promesa, es la clave del cristianismo: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor». Estamos tocando aquí el corazón mismo de la fe cristiana, el criterio último para discernir su verdad. Únicamente «permaneciendo en el amor» podemos caminar en la verdadera dirección. Olvidar este amor es perdernos, entrar por caminos no cristianos, deformarlo todo, desvirtuar el cristianismo desde su raíz.

Y, sin embargo, no siempre hemos permanecido en este amor. En la vida de bastantes cristianos ha habido y hay todavía demasiado temor, demasiada falta de confianza filial en Dios. La predicación que ha alimentado a esos cristianos ha olvidado demasiado el amor de Dios, ahogando así aquella alegría inicial, viva y contagiosa que tuvo el cristianismo.

Aquello que un día fue «Buena Noticia», porque anunciaba a las gentes «el amor insondable» de Dios, se ha convertido para bastantes en la mala noticia de un Dios amenazador, que es rechazado casi instintivamente porque no deja ser ni vivir.

Sin embargo, la fe cristiana solo puede ser vivida, sin traicionar su esencia, como experiencia positiva, confiada y gozosa. Por eso, en este momento en que muchos abandonan un determinado «cristianismo» –el único que conocen–, hemos de preguntarnos si, en la gestación de este abandono, y junto a otros factores, no se esconde una reacción colectiva contra un anuncio de Dios poco fiel al evangelio.

La aceptación de Dios o su rechazo se juega, en gran parte, en el modo en que lo sentimos de cara a nosotros. Si lo percibimos solo como vigilante implacable de nuestra conducta haremos cualquier cosa para rehuirlo. Si lo experimentamos como amigo que impulsa nuestra vida, lo buscaremos con gozo. Por eso, uno de los servicios más grandes que la Iglesia puede hacer al ser humano es ayudarle a pasar del miedo al amor de Dios.

Sin duda hay un temor a Dios que es sano y fecundo. La Escritura lo considera «el comienzo de la sabiduría». Es el temor a malograr nuestra vida cerrándonos a él. Un temor que despierta a la persona de la superficialidad y le hace volver hacia Dios. Pero hay un miedo a Dios que es malo. No acerca a Dios. Al contrario, aleja cada vez más de él. Es un miedo que deforma el verdadero ser de Dios, haciéndolo inhumano. Un miedo dañoso, sin fundamento real, que ahoga la vida y el crecimiento sano de la persona.

Para muchos, este puede ser el cambio decisivo. Pasar del miedo a Dios, que no engendra sino rechazo más o menos disimulado, a una confianza en él que hace brotar en nosotros esa alegría prometida por Jesús: «Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud».

¡Feliz Domingo!

Evangelio 5° Domingo de Pascua

Lectura del santo Evangelio según san Juan (15,1-8)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Palabra del Señor

No hay sarmientos sin vid ni vino sin uvas. Jesús utiliza esta imagen para hablar de la relación tan intima que debe haber entre Él y sus seguidores, es decir nosotros.

Si nosotros somos los sarmientos, y Cristo es la vid, sin estar unidos a él no podemos hacer nada. Nos quedamos «secos»
«El que permanece en mí… ése da mucho fruto”

¡Dichosos los que saben humildemente que ellos mismos son los sarmientos de la cepa que es Jesús, y cuyo viñador es el Padre!
¡Dichoso los que, con paciencia y tenacidad, desbrozan la tierra de los hombres para que dé su más preciado fruto, porque ellos son la vendimia de la viña de Dios!

¡Dichoso tú si te sientes sarmiento y reconoces que la savia que corre por las venas de tu vida, es el mismo espíritu De Dios!

¡Dichoso el que ha descubierto que sin Cristo no puede hacer nada! ¡Estamos inundados de la gracia de Dios! ¡Como para no estar contentos y contagiar nuestra alegría a los demás!

¡Feliz Domingo!

Evangelio 4° Domingo de Pascua

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10)

En aquel tiempo, dijo Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor

Jesús, a lo largo de su vida, fue dando forma a esa manera nueva de ser «pastor».

Jesús no sólo entra por la puerta, y llama a las ovejas por su nombre, y las saca afuera para que coman, retocen y vivan, sino que Él mismo es la puerta:

«Yo soy la puerta de las ovejas».

Jesús está reclamando para así el tratamiento que le corresponde: el del Señor. Quien crea en Él deberá reconocerlo como su único Señor. El es la puerta, la única puerta. Así absoluto, exclusivo. «El que no entra por la puerta es ladrón y bandido «. Todo el que, diciendo que cree en Él, quiere mandar de otra manera, tendrá que vérselas con Jesús.

Ahora bien, Jesús no es una puerta que cierra, sino una puerta que libera. Su apriscos no es una cárcel, sino un refugio para no perecer en la tormenta. No ha venido a condenar a todo el que no entra por el aro, sino a ofrecer la salvación a todos los que quieran. Partidario insobornable de la vida y de la liberación. Abogado más que juez. Amigo y padre: «He venido para que tengan vida «Hacen falta pastores así. Como Jesús, el Buen Pastor. Para que Él pueda seguir, en ellos, llamando, y entregándose, y salvando. Pastores con su sello inconfundible. Dispuestos a mandar-sirviendo. Dispuesto a dar la vida. Nada de rebajas para hacerlo más fácil. Nada de bajar el listón para que aumente el número. A tope.

Pidamos al Señor, en esta Jornada mundial por las vocaciones, que siga enviando obreros a sus mies que refleje el rostro de tu Hijo el Buen Pastor.

¡Feliz Domingo!

Evangelio 3° Domingo de Pascua

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48)

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?»

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Palabra del Señor

Es demasiado grande lo que ha pasado en estos días, no nos cabe tanta luz en nuestra mente y en nuestro corazón, rompe todos nuestros esquemas pero es necesario que la vida nueva de Jesús vaya tomando cuerpo en nuestra nueva manera de vivir, que se vaya traduciendo poco a poco en obras nuestras. Jesús nos extiende la mano desde esta otra orilla en la que Él se encuentra para ir potenciando en sus discípulos una nueva manera de verlo: con los ojos del corazón, con la luz nueva de la fe. Aunque deja pistas suficientes, para que los suyos comprendan que es el mismo de antes “soy yo en persona“: el pez asado, las llagas, el tono de su voz deja al mismo tiempo que asomen datos nuevos, indicios suficientes para que se vayan haciendo a la idea de que su modo de estar entre ellos va a ser, a partir de ahora, diverso. Jesús nos abre el entendimiento como lo hizo a sus discípulos para que comprendamos las Escrituras y así poder ver toda nuestra vida bajo esta luz de la Pascua que nos aleja de las sombras del miedo y de la muerte y nos da la paz del que siente en lo más profundo de su corazón la presencia del Señor resucitado. Solo así se irá haciendo más legible para tantos que, fuera todavía, aguardan su turno para creer.

¡Feliz Domingo!

Evangelio del Domingo de la Misericordia

Lectura del santo Evangelio según san Juan (20,19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor

El Señor Resucitado sigue apareciéndose a sus discípulos agazapados por el miedo y el temor y siempre les trae paz. En esta ocasión no estaba Tomás y cuando le comunican llenos de alegría que han visto al Señor, él no les cree, necesita ver para crecer, tocar para asegurarse. Es la fe de tantos que necesitan evidencias para creer. Jesús subrayó su incredulidad para facilitarnos el camino a tantos pobres mortales que nos veríamos después en parecidas circunstancias. Con la resurrección la fe aprende a vivir de pura confianza en Jesús resucitado, la misma que arrancará de Tomás expresada en una de las mas hermosas y sencilla profesión de fe: ¡Señor mío y Dios mío! Sin duda que hoy las palabras de Jesús nos suenan a gloria: «Dichosos los que crean sin haber visto». Ahí estamos todos los que hemos creído que Jesús está vivo sin que nuestros ojos lo hayan podido comprobar. Estas palabras de Jesús nos saben a palmada de amigo sobre el hombro. Tu, ¿de qué lado estás: del primer Tomás «si no veo… no creo», o del segundo «¡Señor mío y Dios mío!? Hay una manera fácil de descubrirlo: comprobar si por nuestra banda, el Reino de Dios crece o va perdiendo terreno.

¡Feliz Domingo de la misericordia!

Agradecimientos

Una vez finalizada la Semana Santa, con la gloriosa Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, la Junta de Gobierno de la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima Nazarena, San Bartolomé y Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina quiere trasladar su más profundo agradecimiento a todos los hermanos que participaron en la Estación de Penitencia.

Aunque todo estaba preparado con la esperanza en poder acompañar a Nuestros Sagrados Titulares en su peregrinar hasta la Santa Iglesia Catedral, Jesús Nazareno quiso que este año fuera totalmente distinto: un Jueves Santo bendecido por la lluvia.

Todos estuvimos a la altura de las circunstancias y, con vuestro esfuerzo y compromiso, logramos que Nuestros Sagrados Titulares recibieran el cariño de miles de cordobeses que atravesaron el dintel de la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno para mostrar sus respetos y depositar sus plegarias al Señor de Señores y su Bendita Madre.

Queremos trasladar nuestra más sincera enhorabuena y reiterar el agradecimiento por todo lo vivido en la tarde noche del Jueves Santo.

Agradecer al equipo de Mayordomía y Priostría todas las horas de trabajo que a lo largo de estos meses han robado a sus familias para lograr que nuestros Sagrados Titulares lucieran a la altura que ellos se merecen.

Asimismo, agradecemos a las empresas Velas Lama, Floristería los Patios, La Tienda del Cofrade y Eter Comunicaciones, por su dedicación y profesionalidad.

A todos los hermanos y devotos, con una mención especial a nuestro Consiliario, el Rvdo. P. D. Jose Luís Moreno Modelo, a la Superiora de la Casa de Córdoba Hermana Maria del Carmen Pérez y a nuestra Sacristana, Hermana Yovana por acompañarnos y ofrecernos, con sus testimonios de vida consagrada a Dios, un ejemplo de vida a seguir.

A la querida Hermandad de Nuestra Señora de Villaviciosa, por acompañarnos durante la Estación de Penitencia.

A nuestro Capataz Francisco Luis Castaño Romero y a todo su equipo de auxiliares, así como a las cuadrillas de Costaleros de nuestros Sagrados Titulares, que con su trabajo y compromiso mostraron su amor a Jesús Nazareno y María Santísima Nazarena.

No queremos dejar pasar la oportunidad de agradecer a todos los hermanos, que año tras año continúan fieles a su túnica negra el Jueves Santo acompañando a Jesús Nazareno y su Bendita Madre Nazarena.

A las Hermanas Hospitalarias y a toda la comunidad del Colegio de Jesús Nazareno, pilares fundamentales de esta Casa Hopitalaria Nazarena, por apoyarnos y estar siempre cerca de la Cofradía.

Y por último, a toda la ciudad de Córdoba por el respeto, silencio y recogimiento que nos brindó al visitar a nuestros Titulares en nuestra Iglesia Hospital.

Desde el pasado Viernes Santo comenzamos a trabajar con la vista puesta en la próxima Semana Santa en el deseo de seguir incrementando la familia Nazarena, para mayor gloria de nuestros Titulares, continuando con nuestra labor evangelizadora y hospitalaria.

Evangelio del Domingo de Resurrección

Lectura del santo Evangelio según san Juan (20,1-9)

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor

Anoche volvimos a escuchar el grito que cambiará para siempre al mundo, que reescribirá la vida de los hombres:

¡Cristo resucitó y está vivo!

Del grano muerto de trigo, brotó el milagro de la espiga nueva. Una vida diferente, sin sombra alguna de muerte, se hizo dueña de la situación dentro de aquel sepulcro vigilado. Y desde aquel punto, lenta pero imparable, esa Vida comenzó a sanar desde dentro toda la podredumbre del mundo.

Ya no hay motivo para el miedo, dejas las lágrimas propias del Vienes Santo, deja la tristeza del Sábado Santo y corre y salta de alegria como las mujeres y los discípulos, porque Cristo está vivo. Atrévete, hermano a gritar hoy y siempre ¡Cristo vive! Porque es el grito de guerra de los que creemos en Jesús y nos da una clave nueva para entender las cosas de siempre: el tiempo, el amor, la cruz, el sufrimiento, la vida, el otro…¡Cristo vive! Hay que gritarlo a los cuatro vientos. Qué tristeza tan grande no enterarse de esta noticia: ¡Hay tanta gente necesitando saberlo! ¡Cristo vive en mi! Solo una vida que cruce las fronteras de la existencia terrena merece ser llamada verdadera. Ahora todo es diferente, ahora vivo de verdad ¡Aleluya!

¡Feliz Pascua de Resurrección!

¡Feliz Pascua de Resurrección!

El Consiliario, el Hermano Mayor y la Junta de Gobierno de la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima Nazarena, San Bartolomé y Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina les desea a todos sus hermanos una ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

Vigilia Pascual

Mañana, Sábado de Gloria, a las 18:00 h en la Capilla de la Residencia de Jesús Nazareno celebraremos junto a las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno la Vigilia de la Pascua de Resurrección.

Después, a partir de las 21 h en el local de la Cofradía, celebraremos todos juntos la tradicional Fiesta del Cordero de la Cofradía, donde todos los hermanos que lo deseen están invitados a compartir un rato de convivencia y celebración por la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Como todos los años, los asistentes disfrutaremos compartiendo las viandas que cada uno aporte a la celebración.