Recogida de la Huchas para la Restauración del Palio

Los próximos días 11, 12 y 13 de septiembre a la finalización del Triduo en Honor a María Santísima Nazarena, todos los hermanos y devotos que retiraron su hucha para colaborar con la Restauración del Palio de María Santísima Nazarena, podrán entregarla en el Local de la Cofradía

Recordamos que para poder participar en el sorteo de los 500€ a la hucha que coincida con las 2 últimas cifras del número premiado en el sorteo de la ONCE del viernes 4 de octubre, tienen que traer la hucha y debe contener un importe mínimo de 50€.

Si algún hermano o devoto está interesado en colaborar con la Cofradía y no ha podido retirar su hucha, aún pueden adquirir alguno de los números que hay disponibles.

Una vez recogidas las huchas, se publicará en la web el listado de huchas que participarán en el sorteo.

Evangelio 23° Domingo del Tiempo Ordinario. Solemnidad de la Natividad de la Virgen María

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37

En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano.

Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.

Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es, «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Palabra del Señor.

En este domingo 23 del tiempo ordinario, el evangelio nos relata el poder del señor ante la enfermedad, pero hoy también celebramos una de las más entrañables fiestas de la virgen María.

Hoy es la fiesta de la Natividad de la Virgen Maria, hoy son muchos los pueblos que veneran a la Virgen bajo multitud de advocaciones. El nacimiento de María es, usando una imagen que utiliza la liturgia, la Aurora que anuncia el nacimiento del Sol de justicia, Cristo el Señor. En efecto, en el seno de esta niña que nace acampará el Verbo de Dios hecho carne.

Agradezcamos al Señor de la vida y de la historia sus designios de amor y su fidelidad a su proyecto de salvación que sigue avanzando misteriosamente de generación en generación entre infidelidades y miseria, pero también gracias al sí de Maria, a su fidelidad y entrega al proyecto De Dios nacerá el Hombre Nuevo, la clave que permite entender la historia de la salvación.

¡Viva la Virgen de la Fuensanta patrona de Córdoba y patrona de las Cofradias!

¡Feliz Domingo!

Festividad de la Natividad de María Santísima

Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale su luz clara y digna
de ser pura eternamente:
El alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
Nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

Lope de Vega

Nuevo Inicio de Curso del Grupo Joven

Mañana, lunes 2 de septiembre a las 19:30 horas, en el local de la Cofradía, se reunirá el Grupo Joven de nuestra Cofradía, para empezar a trabajar el nuevo curso cofrade.

Si tienes entre 14 y 24 años aproximadamente y quieres formar parte activa de la vida de nuestra Hermandad, únete al Grupo Joven.

Podéis venir los hermanos de la Cofradia que quieran participar en las actividades que organizamos e integrarse en un grupo que le gusta vivir la vida de Hermandad: Priostía, Formación, convivencias con otros grupos jóvenes.

Podéis invitar a todo aquel joven que quiera pertenecer y vivir la Cofradía.

!!Te esperamos!!

Evangelio 22° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,1-8.14-15.21-23)

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)

Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»

Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.» Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»

Palabra del Señor

¡No¡ La religión de Jesús, no consiste en lavarse las manos, en alabar a Dios con los labios pero el corazón no se inmuta con el dolor del mundo. Todo lo contrario, la impureza comienza a adherirsenos a la piel el mismo día en el que pretendemos lavarnos la mano del dolor y del sufrimiento del mundo; el día en que queremos preservarnos y buscar a Dios en algún tipo de refugio esterilizado solo para provecho personal.

«¡Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios!» Es decir, dichosos cuando tomemos en nuestras manos la miseria del mundo, cuando nuestro corazón llegue a ser un corazón hecho de misericordia como el de Dios, entonces veremos a Dios.

Y si nos obsesiona nuestras manos sucias, alcemos los ojos a Cristo en la cruz. Sus manos están agujereadas y chorreando sangre. Fijemos nuestra mirada en sus ojos, miremos con Él el mundo y contemplemos a los hombres en su miseria, para creer aún en ellos.

Dios en ningún momento se lavó las manos para quitar de ellas las manchas de nuestra miseria, precisamente por eso, Él es la pureza, la santidad absoluta y no nos pide otra santidad que la de sentamos a la mesa de su Hijo y acogernos como hijos que tienen sucia las manos y el corazón pesado pero, eso si, por haber amado y haberse hecho cargo del mundo.

¡Feliz Domingo!

Fallecimiento HH María del Carmen Fernández

Esta mañana hemos recibido la triste noticia del fallecimiento de la Hermana Hospitalaria Franciscana de Jesús Nazareno, María del Carmen Fernández, después de una larga enfermedad que la ha mantenido en cama durante estos últimos meses.

Hermana muy culta y fiel seguidora del Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina, era la encargada de confeccionar y distribuir «La Esportilla» hoja mensual que nos acercaba a la vida del Padre Cristóbal y nos daba a conocer su verdadera obra.

Rogamos a María Santísima Nazarena, al Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina y a San Bartolomé Apóstol que intecedan ante Jesús Nazareno para que acoja a nuestra querida Hermana María del Carmen Fernández para que goce de la vida eterna en su Gloriosa presencia y brille para ella la luz Perpetua.

¡Descanse en Paz!.

Evangelio 21° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,60-69):

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Palabra del Señor

Tú tienes palabras de vida eterna.

Podemos pensar que los hebreos eran muy desagradecidos. El Señor los saca de Egipto, donde las condiciones laborales no eran nada buenas – es lo que tiene la esclavitud, que no hay pagas extras ni 30 días de vacaciones, ni nada – y después, los guía por el desierto, va ganando todas las batallas con los pueblos que se encuentran, derriba las murallas de Jericó, los alimenta con el maná para que no mueran de hambre… Pero, de repente, empiezan a quejarse, se olvidan de todo e incluso se apartan de Dios. ¡Qué gente!

En realidad, es algo parecido a lo que nos sucede a cada uno de nosotros, cuando ha transcurrido ya algún tiempo desde la última confesión, se nos ha pasado el fervor, y volvemos a caer en los mismos errores, o sea, pecados. En la duda, no siempre optamos por Dios, no nos apoyamos en Él en los momentos de tentación. Una pena.

Se trata, como todo en esta vida, de optar. De tomar decisiones, a veces menos importantes (qué camisa me pongo, qué libro leo o qué película voy a ver), a veces muy importantes (voy o no voy a Misa, tomo esa cosa que no es mía, engaño o no engaño a mi esposo…) Todos debemos decidir qué hacer con nuestra vida, en mayor o menor medida. Y de las pequeñas decisiones va a depender, seguramente, lo que decidamos en los momentos más serios. Es lo que nos ha enseñado, a lo largo de la historia, la vida de los mártires cristianos. La muerte por la fe, morir por la causa de Jesús, es posible porque se ha ido muriendo poco a poco al “yo”, para que viva Cristo en ellos.

Dentro de la familia, también hay que optar. Elegir el estilo de vida de Jesús. Que vino no para que le sirvieran, sino para servir. Por eso, las indicaciones de san Pablo, en la segunda lectura, para que todos los miembros de la familia – todos – se preocupen de todos. Hijo de su tiempo, Pablo añade a los esclavos, pero siempre pidiendo que el trato mutuo sea conforme a la dignidad de toda persona. Ese amor recíproco es imagen del amor de Cristo a la Iglesia. Una cosa muy seria, ya que, por amor, Cristo murió por nosotros. Por todos. Así pues, todos, hijos, padres, esposos, estamos llamados a cuidar unos de otros, con respeto y cariño, sabiendo que estamos construyendo una iglesia doméstica. Aunque cueste.

Porque se oyen comentarios acerca de lo complicado que es vivir como creyentes hoy en día. Y ser fieles en el matrimonio, por ejemplo. Es curioso, porque aquellos que nos han precedido en la fe han vivido quizá situaciones más duras que nosotros, y sin embargo han sido más fieles en la fe. No hay más que recordar la situación de los cristianos en la Unión Soviética, por ejemplo. Cómo mantuvieron viva la llama de la fe, sin el apoyo del clero o de la vida religiosa.

Por otra parte, es inevitable que la fe pase por momentos de crisis. Vamos creciendo, y la fe tiene que crecer con la edad, igual que la ropa infantil nos queda pequeña cuando somos ya jóvenes: uno se hace adolescente, y hay otros intereses en la vida y fácilmente se olvida de ese Dios en el que ha aprendido a creer y al que ha aprendido a orar en la familia y en la parroquia, en la catequesis, o se protesta ante esa mirada omnipresente y controladora de Dios; llega la juventud, y parece que lo sabes todo, y no es fácil encontrar razones para seguir creyendo. Cuesta ver el Evangelio como algo plenamente serio y plenamente fundado, como Palabra de Dios que es. Llega la madurez y recibimos los golpes que nos da la vida, o se nos abren más los ojos ante el escándalo de la injusticia que hay en el mundo, o nos quejamos de la aparente indiferencia de Dios ante nuestras súplicas, y su silencio se nos hace difícil de entender. Cuántos hermanos nuestros se han alejado de Dios y de la Iglesia por este motivo.

Hoy, nos encontramos, además, con un fenómeno muy extendido. Esta época, que no parece tan propicia para la fe, es una época de notable credulidad. Por todas partes abundan los creyentes en el tarot, en el horóscopo, en los echadores de cartas, los astrólogos, todo tipo de videntes y presuntos adivinos. Quizá haya personas con facultades fuera de lo común, pero ese negocio que se ha montado a base de pura charlatanería es un signo de la gran desorientación y de la enorme credulidad de mucha gente.

La fe es algo más sobrio, más serio y más fundado. Porque, en el fondo, sí tenemos razones para creer: el sentimiento profundo de sabernos creados y amados, el orden en el universo, la sabiduría del Evangelio, la inabarcable realidad de la entrega de Jesús, todos los frutos de santidad que ha producido el Evangelio en la Iglesia. Pero las razones para creer no nos liberan de la tarea de creer. Don y tarea, al mismo tiempo, la fe. Por eso somos libres para prestar asentimiento o para desentendernos; pero no podemos olvidar que tenemos que dar alguna respuesta al misterio de la vida. En cada fase de ésta estamos llamados a dar nuestro consentimiento a Dios, ese Dios misterioso que nos ha dado señales de su existencia, de su cercanía, pero que no fuerza nuestra libertad.

El Señor, porque sabe y conoce muy bien nuestra debilidad, siempre tiene sus puertas abiertas: unas veces para entrar y gozar con su presencia y, otras, igual de abiertas para marcharnos cuando – por lo que sea – nos resulta imposible cumplir con sus mandatos. Ahora bien; permanecer con El – nos lo garantiza el Espíritu – es tener la firme convicción de que nunca nos dejará solos. De que compartirá nuestros pesares y sufrimientos, ideales y sueños, fracasos y triunfos. Porque fiarse del Señor es comprender que no existen los grandes inconvenientes, sino el combate, el buen combate desde la fe. Y, Jesús, nos acompaña, nos enseña y nos anima en esa lucha contra el mal y a favor del bien. Él mismo pasó por todo eso.

Es el momento de responder a la pregunta de Jesús, personalmente: ¿también tú quieres marcharte? Dar una respuesta sincera puede ser un modo de incentivar nuestra fe, si es que está algo dormida. Si creemos y servimos al Señor, que lo hagamos con valentía, con generosidad y transparencia, sabedores de que seguirle, aunque no sea fácil, siempre merece la pena. Gracias a Dios – nunca mejor dicho – no suelen faltar a nuestro lado personas que tienen una fe madura, y que responden como Pedro: «¿A quién vamos a acudir? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna». La compañía de esas personas es un apoyo para nuestra fe, que a veces puede sentirse pequeña, frágil y tentada. Ojalá nosotros podamos ser también ejemplo para otros. Es el camino para ser feliz. El camino de la cruz, recorrido con Cristo y con los hermanos. Es el camino para ser santo.

¡Feliz Domingo!

Fallecimiento de la Hna. Isabel Márquez

Hoy por la mañana hemos recibido la triste noticia del fallecimiento de la Hermana Hospitalaria Franciscana de Jesús Nazareno y Superiora de la Comunidad del Eremitorio del Padre Cristóbal en el Desierto del Bañuelo, la HH. Isabel Márquez Mena esta madrugada.

Rogamos a María Santísima Nazarena, al Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina y hoy especialmente a San Bartolomé, para que intercedan ante Nuestro Padre Jesús Nazareno para que la acoja en su seno y la haga gozar de la Gloria de la vida eterna en su amorosa presencia.

Descanse en paz.

Festividad de San Bartolomé Apóstol

Hoy en nuestra Cofradía estamos de fiesta, celebramos la festividad de nuestro Titular San Bartolomé.

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,45-51):

En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»
Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»
Felipe le contestó: «Ven y verás.»
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»

Palabra del Señor

Natanael, que quiere decir Bartolomé, fue apóstol un poco por casualidad. Pasaba por allí y se encontró con su amigo Felipe. Claro que también tenemos que suponer que andaba buscando algo en su vida. Por eso, Felipe le habló de Jesús. Si Natanael hubiese estado solo preocupado por la cosecha o por la enfermedad o por el desperfecto en el tejado de su casa, casi seguro que Felipe no le habría hablado de Jesús. Pero Felipe debía saber de las inquietudes de Natanael y por eso le habló de Jesús.

Natanael es un buen ejemplo de lo que tantas veces somos nosotros. Tenemos inquietudes pero también tenemos prejuicios. Las inquietudes pueden abrirnos a otras realidad. Podríamos decir que nos excitan la curiosidad, que nos abren o, al menos, señalan puertas a lo nuevo, a lo desconocido, allá donde quizá podemos encontrar respuesta a nuestras inquietudes.

Pero también están los prejuicios. Estos se encargan exactamente de lo contrario. ¿Para que intentar nuevos caminos, para que atravesar umbrales a lo desconocido si ya sabemos lo que nos vamos a encontrar ahí detrás? Es esa pregunta de Natanael a Felipe: ¿Puede salir algo bueno de Nazaret? Parece que Natanael ya lo tenía controlado todo. Sabía lo que buscaba y, al mismo tiempo, tampoco quería buscar mucho porque ya sabía…

Menos mal que le pudo la curiosidad más que el prejuicio inútil. Y se animó a seguir a Felipe y a conocer a Jesús. Descubrió que sí, que de Nazaret, podía salir algo bueno. Bueno y sorprendente. Aquella puerta que abrió, aquel umbral que atravesó le cambió la vida. Si se hubiese quedado en el prejuicio, en el “ya me sé lo que hay ahí”, habría seguido siendo también hijo de Dios, pero se habría perdido el encuentro directo con el que es la gracia, el testigo del amor de Dios por cada uno de nosotros. Se habría perdido la oportunidad de su vida.
Conclusión: hay que esforzarse por vencer los prejuicios porque Dios nos espera allá donde menos lo esperamos. ¡Incluso en Nazaret!