Hoy, Domingo de la Divina Misericordia, en el desierto del Bañuelo hemos celebrado el X aniversario de la Beatificación del Padre Cristóbal.
Ha sido una jornada preciosa y fraternal que hemos compartido con las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno Franciscanas, y con toda la gran Familia Nazarena, venida de numerosos puntos de España.
La Santa Misa, ha sido presidida por nuestro Consiliario, el Rvdo. P. D. José Luis Moreno Modelo. Tras la Misa los grupos jóvenes de la Hermandad de Villaviciosa y de nuestra Cofradía, han procesionado a la Virgen de Villaviciosa hasta el Eremitorio del Padre Cristóbal. Mientras peregrinábamos hacía la casa del Padre Cristóbal, hemos rezado el Santo Rosario. Ha sido un momento muy bonito cuando los más peques han depositado a la Stma. Virgen en la Capilla del Desierto del Bañuelo.
Después hemos compartido un día de convivencia, donde nuestra Cofradía ha compartido el almuerzo con los mayores de nuestra Residencia, el verdadero tesoro que posee nuestra Cofradía.
Para terminar el día Carlos & Carito nos han acercado más a Jesús Nazareno y al Padre Cristóbal con sus canciones de música católica.
Felicitar la Congregación de Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno Franciscanas y a toda la Familia Nazarena por el regalo de vivir este día tan bonito.
Lectura del santo Evangelio según san Juan (20, 19-31)
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor.
El Señor Resucitado sigue apareciéndose a sus discípulos agazapados por el miedo y el temor y, siempre les trae paz. En esta ocasión no estaba Tomás y cuando le comunican llenos de alegría que han visto al Señor, él no les cree, necesita ver para crecer, tocar para asegurarse. Es la fe de tantos que necesitan evidencias para creer. Jesús subrayó su incredulidad para facilitarnos el camino a tantos pobres mortales que nos veríamos después en parecidas circunstancias.
Con la resurrección la fe aprende a vivir de pura confianza en Jesús resucitado, la misma que arrancará de Tomás una de las mas hermosas y sencilla profesión de fe: ¡Señor mío y Dios mío!
Sin duda que hoy las palabras de Jesús nos suenan a gloria: «Dichosos los que crean sin haber visto». Ahí estamos todos los que hemos creído que Jesús está vivo sin que nuestros ojos lo hayan podido comprobar. Estas palabras de Jesús nos saben a palmada de amigo sobre el hombro.
Tu, ¿de qué lado estás: del primer Tomás «si no veo… no creo», o del segundo «¡Señor mío y Dios mío!? Hay una manera fácil de descubrirlo: comprobar si por nuestra banda, el Reino de Dios crece o va perdiendo terreno.