Cuando tus hermanos son ejemplo de solidaridad

Una vez concluido el proceso de recogida de túnicas y devolución de papeletas de sitio este pasado fin de semana, desde la Junta de Gobierno de la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima Nazarena, San Bartolomé y Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina no encontramos palabras para agradecer a todos los hermanos la gran muestra de solidaridad y apoyo a la Cofradía.

Habéis superado con creces nuestras mejores previsiones, gracias, gracias y mil veces gracias.

Cuando la Junta de Gobierno estableció el procedimiento para la devolución de las papeletas de sitio, pensó en primer lugar en sus hermanos que podían estar pasando una situación complicada, por ello decidimos que el proceso de devolución fuera sencillo y sin necesidad de dar ninguna explicación. El tiempo nos ha dado la razón, ya que apelamos a vuestra solidaridad más sincera, sin coacciones ni obligaciones y nos habéis respondido de una manera tan impresionante, que nos ha abrumado.

De todas las papeletas de sitio que se entregaron durante la pasada Cuaresma, sólo nos han solicitado la devolución en 3 casos. Pero no sólo ha sido así con las devoluciones, si no que varios hermanos han procedido a sacar su papeleta de sitio ya que no pudieron hacerlo en Cuaresma.

Nos habéis hecho sentir muy orgullosos de estar al frente de una Cofradía de HERMANOS con mayúsculas.

¡Muchas gracias a todos!

Evangelio 13º Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,37-42):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»

Palabra del Señor

Acoger al hermano es acoger a Jesús.

La primera lectura de este domingo nos cuenta la historia de una mujer que hizo sitio en su casa para acoger a un caminante. No se dice que la mujer supiese que era un profeta. Eliseo simplemente pasaba por allá. La mujer le ofrece lo que tiene: un cuarto para descansar y comida para reponer las fuerzas. La ley de la hospitalidad es una antigua ley en muchas culturas y también en nuestra cultura. Es un valor que no hay que perder sino cultivar y reforzar.

Las palabras de Jesús en el Evangelio nos dan la razón profunda por la que la hospitalidad se convierte para el cristiano en algo más que una norma o una tradición. Jesús nos dice que recibir al que se acerca a nosotros, abrirle nuestra casa y nuestra amistad es como recibirle a él. Esa es la clave. Jesús mismo es el que pasa por delante de nuestra puerta y de nuestra vida. Jesús es el que nos llama y nos pide albergue.

En nuestro mundo, sin embargo, la hospitalidad se va perdiendo. A los otros, a los desconocidos, que son la inmensa mayoría, los vemos, casi por principio, como una amenaza para nuestra tranquilidad, para nuestra paz. Los periódicos están llenos de noticias de asesinatos, robos y otras fechorías. La televisión nos trae también casi a diario imágenes preocupantes. Todo contribuye a crear un ambiente en el que nos parece lo más natural desconfiar del desconocido que se nos acerca. Valoramos mucho, quizá demasiado, nuestra seguridad, nuestra paz, nuestras cosas. Terminamos comprando armas y alarmas para protegernos y poniendo vallas alrededor de nuestras casas. Las naciones hacen lo mismo. Se refuerzan las fronteras y los ejércitos se arman hasta los dientes. No nos damos cuenta de que en el fondo así no hacemos más que poner de manifiesto nuestra propia inseguridad y lo que hacemos, en el fondo, es provocar más violencia. De alguna manera, nos parecemos a los animales que atacan porque tienen miedo.

Jesús nos invita a no vivir tan centrados en nosotros mismos. Eso es lo que quiere decir cuando habla de que debemos “perder nuestra vida”. Jesús nos pide que dejemos de mirarnos a la punta de nuestra nariz, a nuestros problemas y abramos la mano al vecino, aunque piense diferente, sea de otra raza, lengua o religión. Nos encontraremos con una persona, con parecidos problemas a los nuestros, y descubriremos que juntos podemos ser más felices que separados por barreras y armas. Pero hay algo más. Desde nuestra fe, sabemos que ése que tenemos enfrente, por amenazador que parezca, es nuestro hermano. Es Cristo mismo. ¿Le esperaremos con un arma en la mano?

Comienza la recogida de túnicas

Durante la tarde de hoy viernes de 18:00 a 21:00 horas y mañana sábado de 10:30 a 13:30 horas estaremos en la casa Hermandad, entrada por la plaza de San Agustín, para la recogida de las túnicas y gestión de las papeletas de sitio y cuotas de hermano.

Para evitar riesgos, recomendamos acudir una sola persona, provista de mascarilla, hacer uso del gel hidroalcohólico a la entrada y mantener la distancia social de seguridad de al menos 1,5 mts. con el resto de personas.

Las túnicas tienen que venir dentro de una bolsa debidamente cerrada, incluyendo todas las prendas que componen el hábito. Hay que comprobar previamente que todas las piezas están numeradas, ya que se entregarán en la bolsa y no se procederá a su apertura hasta que sean desinfectadas, para evitar posibles situaciones de riesgo para nuestros hermanos.

Agradecemos que se sigan estas recomendaciones por la salud de todos.

Para evitar aglomeraciones, la Papeleta de Sitio Conmemorativa se podrá recoger y gestionar durante estos días, aunque si algún hermano no tiene que entregar túnica y quiere colaborar con la Cofradía, se habilitarán más días para su recogida.

Evangelio 12° domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,26-33):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo.

¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre.

Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»

Palabra del Señor


Reflexión:

¡No tengan miedo!

Las personas y los pueblos a veces se sienten dominados por el miedo, por el temor. Sentimos miedo ante lo desconocido. Los otros se nos figuran como sombras amenazadoras. Su rostro, por desconocido, nos inquieta. Y de ahí es de donde surge la violencia la mayor parte de las veces.

En el Evangelio de hoy Jesús nos invita a cambiar de actitud. Invitó a los apóstoles, que eran los que escucharon sus palabras en aquel momento, a que fuesen por los pueblos y ciudades de Palestina a anunciar el Reino de Dios sin miedo.

¿A quién podían temer? ¿Qué les podía suceder?

Jesús les dijo muy claramente que podían morir incluso. Pero que no hay que tener miedo a los que pueden matar el cuerpo pero no el alma. Porque el Padre del cielo estaba de su parte. Nos puede parecer que es un mensaje duro y difícil de vivir en la práctica. Todos tenemos miedo a algo, pero quizá más que todo tenemos miedo a la muerte. Pero Jesús nos invita a situarnos en una perspectiva diferente. ¿Qué es la muerte sino el paso necesario para encontrarse con Dios, nuestro Padre? Él nos está esperando con los brazos abiertos.

Además siendo él nuestro Padre, no dejará que nos suceda nada malo. Hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados. Al final, todos nos tendremos que enfrentar al momento de la muerte por mucho que no nos guste hablar de ello. Lo que Jesús nos invita es a vivir ese momento con la confianza puesta en Dios. Ese momento y toda nuestra vida. Porque así viviremos de un modo diverso. Con una actitud diferente. Sentiremos la alegría de vivir y disfrutar de este inmenso regalo que Dios nos ha hecho. Cada uno de sus minutos y segundos. Y comunicaremos a los que viven cerca de nosotros esa alegría y esa confianza. Tendremos fuerza para luchar con las dificultades que nos vayamos encontrando, porque Dios, estamos convencidos, está con nosotros.

Eso fue lo que Jesús dijo a los discípulos. No debían tener miedo porque Dios Padre estaba con ellos. Y porque difícilmente se puede anunciar un mensaje tan alegre como el del Reino si el que lo anuncia vive atemorizado.

Hoy somos nosotros los portadores de ese mensaje. Y nadie nos creerá si no nos ve vivir con alegría y confianza. Porque sabemos que nuestra alegría y nuestra confianza se apoyan en Dios mismo. Esa es la verdadera alegría. Y la tristeza nace en el momento en que nos olvidamos de Dios. Entonces hasta las carcajadas se nos vuelven amargas. Pero no hay que permitir que eso suceda.

La eucaristía de cada domingo nos recuerda que Dios está con nosotros, que no nos abandona y que se hace alimento para nuestra vida. Para que encontremos la verdadera alegría y perdamos el temor.

Recogida de Túnicas y Devolución de Papeletas de Sitio

Próximos viernes 26 y sábado 27 de junio

El final del período de estado de alarma está trayendo consigo que vayamos retomando poco a poco la vuelta a una normalidad diferente, aunque siempre manteniendo las máximas precauciones.

Desde la Junta de Gobierno llevamos varias semanas programando y dando forma al trabajo que nos queda por delante durante este año tan atípico.

En primer lugar queremos informaros que la Cofradía ha ido haciendo frente a la mayor parte de los compromisos económicos que tenía proyectados con sus proveedores, así como ha estado trabajando desde la vocalía de Caridad para ayudar a las personas que más lo necesitan. Estamos convencidos que las obligaciones adquiridas son lo más importante, y sobre todo en estos momentos tan difíciles para tantas y tantas empresas que han trabajado para nosotros y de las que dependen muchas familias.

Pero como la gran mayoría sabéis en estos meses se han tenido que suspender algunas de las actividades que reportan mayores ingresos para la Cofradía. Pese a ello y pensando en el bien de nuestros hermanos, queremos hacer un pequeño esfuerzo más.

Los próximos días, viernes 26 de junio de 18:00 a 21:00 h. y sábado 27 de junio de 10:30 h. a 13:30 h. estaremos en la Cofradía para que los hermanos que retiraron su Papeleta de Sitio y la túnica de alquiler puedan entregarla y solicitar, si así lo desean, la devolución del importe de su Papeleta de Sitio.

Diseño Papeleta de Sitio

La Junta de Gobierno de la Cofradía quiere animar a todos los hermanos que puedan, tanto a los que ya la hayan abonado, como a todos aquellos que quieran colaborar con nosotros, a donar el importe de la Papeleta de Sitio para que podamos hacer frente a todos los gastos y pagos que la Cofradía aún tiene pendientes para este año, así como, si es posible, continuar con nuestra labor caritativa. Por este motivo hemos decidido hacer una Papeleta de Sitio conmemorativa de este atípico Jueves Santo 2020, con la que agradecer y reconocer a todos los hermanos que donen el importe de su Papeleta de Sitio a la Cofradía.

Los hermanos que no tengan que entregar túnica y no quieran desplazarse, pueden comunicarnos a través del correo electrónico tesoreria@nazarenocordoba.es o a los teléfonos 636074111 (Fran -Tesorero) y 665259134 (José – Vocal Estación de Penitencia) su intención de donar el importe de la Papeleta y reservaremos la misma para entregársela en cualquier otro momento.

Huchas para la Restauración del Paso de María Santísima Nazarena

Recordamos también que tenemos activo el Proyecto de las huchas. Todavía hay en la Cofradía algunas huchas que no se pudieron repartir por el inicio del Estado de Alarma, os animamos a que colaboréis. No tenemos aún fechas exactas, pero la intención es recogerlas a lo largo del mes de septiembre, para proceder al sorteo a primeros de octubre, en breve ampliaremos la información.

Queremos recordaros a todos lo necesario que es para la Cofradía que sus hermanos se mantengan al corriente en el pago de cuotas, por ello invitamos a todos los hermanos que por diversos motivos aún tengan pendiente el pago de la cuota, así como las intenciones del Quinario o cualquier otro pago, se pongan en contacto con la Tesorería de la Cofradía.

Muchas gracias a todos por vuestra colaboración y esperamos veros muy pronto.

Un fuerte abrazo en Cristo.

Festividad del Cuerpo y la Sangre del Señor

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,51-58):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»

Entonces Jesús les dijo:

«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»

Palabra del Señor

La experiencia del pueblo de Israel en el desierto es el punto de partida de las lecturas de este día tan importante. Allí el pueblo aprendió que su vida estaba en las manos generosas de Dios, que no dependía de sus propias fuerzas. El pueblo pasó hambre, se sintió desfallecer, se vio perseguido y acosado. Pero allí también experimentó el poder de Dios que con brazo fuerte y mano poderosa los libró de los enemigos, los alimentó y los llevó a la tierra prometida. Nada sucedió porque el pueblo fuese poderoso. Fue la pura gracia de Dios que les sacó de la esclavitud y les alimentó con el maná.

La comunidad cristiana se sabe hoy también en camino. Peregrinamos en busca de la morada definitiva. Cada uno, cada familia, sabe de las penurias y dificultades, de los momentos de gozo pero también de los muchos momentos de dolor y desesperanza. Sabemos por experiencia que nuestras fuerzas son pequeñas, que estamos muy limitados. Pero en medio de nuestro caminar siempre podemos hacer un alto. Una parada en el camino. Para celebrar con los hermanos y hermanas la Eucaristía.

Es un tiempo de encuentro solidario. Los rostros de los otros al entrar en la iglesia se nos hacen amables. Brota el saludo. Allí vamos a experimentar la comunidad y, lo más importante, al que es el vínculo de unión de la comunidad, el que anima nuestra esperanza y da fuerza a nuestro caminar: Jesús. Juntos cantamos y alabamos, juntos escuchamos y meditamos su palabra, juntos damos gracias y compartimos su cuerpo y su sangre. Juntos celebramos la Eucaristía sabiéndonos miembros de una inmensa comunidad que está extendida por todo el mundo.

En la Eucaristía, en la misa, aprendemos que nuestro caminar tiene sentido, que a pesar del cansancio vale la pena seguir esforzándose. En la Eucaristía descubrimos que no estamos solos, que los hermanos y hermanas que nos rodean están comprometidos en el mismo camino, que Dios está con nosotros, porque se ha hecho alimento, el pan y el vino que dan la verdadera vida. “El que come de ese pan vivirá para siempre” dice Jesús en el Evangelio. Ahora ya sabemos que no sólo de pan vivimos. Sabemos que nuestro pan, nuestros esfuerzos, vale poco. Y reconocemos que en el pan de la Eucaristía, el cuerpo mismo del Señor, hallamos la vida verdadera, la que no se acaba, la que nos orienta en nuestro caminar.

Al salir cada domingo de la Eucaristía hemos recuperado las fuerzas. Los problemas afuera, en el trabajo, en la familia, en la ciudad, son los mismos. No han cambiado. Pero nosotros hemos recibido la visita de Dios en nuestros corazones. Y sentimos su gracia y su fuerza. Y seguimos caminando.

Nuevo reparto de aceite Castelanotti

Este domingo un grupo de hermanos de la Cofradía procedieron a realizar el reparto del aceite que la firma Castelanotti Agrodelpa ha donado a la Cofradía para colaborar con las personas más desfavorecidas.

En esta ocasión la importante partida de 1200 litros de aceite se ha distribuido entre las Parroquias de Santa María Madre de la Iglesia, Nuestra Señora de Belén, San Ignacio de Loyola y Nuestra Señora de la Asunción del barrio del Figueroa. Una parte importante de la donación se ha entregado a la Hermandad de la Piedad de las Palmeras que en pasadas fechas hicieron un llamamiento a las Hermandades y Cofradías solicitando ayuda para atender a las numerosas familias necesitadas de la Parroquia de San Antonio María Claret del barrio de las Palmeras.

Nuevamente no tenemos palabras para agradecer a la familia de Aceites Castelanotti su gran generosidad y entrega, que ha hecho posible que la Cofradía pueda seguir ayudando a las personas que más lo necesitan. Muchas gracias, porque su generosa aportación nos anima a seguir trabajando.

Festividad de la Santísima Trinidad

Lectura del santo evangelio según San Juan (3,16-18):

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Palabra del Señor

Tanto amó Dios al mundo!

Este domingo de la Trinidad se puede decir que marca el final de las celebraciones más importantes del año litúrgico. Adviento y Navidad traen consigo la primera pascua: el Nacimiento de Jesús. Cuaresma y Semana Santa nos llevan a la segunda pascua: la Resurrección de Jesús. Y los cincuenta días de Pascua nos guían hacia Pentecostés, la tercera pascua, la venida del Espíritu Santo.

Se ha culminado así el proceso de la revelación de Dios, que se nos ha manifestado en Jesús. A través de sus palabras, de sus acciones y de su estilo de vida, nos ha revelado al Padre.

Y cuando él desaparece de este mundo, nos envía su Espíritu Santo para que siga alentando en nuestros corazones el mismo fuego que nos dejó su presencia. Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No es cuestión de entrar en discusiones teológicas. Pero sí de dejar que llegue a nuestro corazón un mensaje claro: Dios es amor. Y no es otra cosa.

Padre, Hijo y Espíritu Santo son relación de amor entre ellos. Y en ese amor viven en la más perfecta unidad que imaginarse pueda. Tanto que son un solo Dios. Y lo que es más: ese amor se vuelve hacia nosotros.

En Jesús se nos revela el amor del Padre y el Espíritu nos ayuda a reconocerlo con nuestra mente y con nuestro corazón. Hay que volver a leer el texto del evangelio de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. Es decir, se entregó a sí mismo. Se dio totalmente por nosotros. Sin medida. Sin condiciones.

¿Cómo es posible que haya gente que todavía piense que Dios anda persiguiéndonos para castigarnos, para ponernos dificultades y piedras en el camino, para condenarnos incluso?

Hay que repetir muchas veces ese texto: “Tanto amó Dios al mundo…” Y dejar que nos llegue adentro ese cariño inmenso de Dios y darnos cuenta de la incongruencia que supone pensar que Dios pueda estar planificando nuestra condenación o que pueda tener pensada la destrucción de este mundo y de sus hijos.

Dios, lo dice también el evangelio de hoy, quiere que “el mundo se salve”. Pero, ¿nos dejaremos salvar? Porque también es verdad lo que dice la primera lectura del libro del Éxodo: que somos un pueblo de cerviz dura, que a veces no somos capaces de aceptar la mano que Dios nos tiende para salvarnos.

Hoy es tiempo de volver nuestros ojos a lo alto y reconocer que Dios está ahí, siempre deseoso de echarnos una mano, de ayudarnos, de estar a nuestro lado, de acogernos, de enseñarnos a perdonar (generalmente nos cuesta mucho perdonarnos a nosotros mismos y por eso nos cuesta también aceptar el perdón de Dios).

Levantemos los ojos y nos daremos cuenta de que el Dios del amor y de la paz está con nosotros (segunda lectura). Para siempre.

¿No es tiempo de darle las gracias?