Lectura del santo Evangelio según san Juan (15,1-8)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Palabra del Señor
No hay sarmientos sin vid ni vino sin uvas. Jesús utiliza esta imagen para hablar de la relación tan intima que debe haber entre Él y sus seguidores, es decir nosotros.
Si nosotros somos los sarmientos, y Cristo es la vid, sin estar unidos a él no podemos hacer nada. Nos quedamos «secos»
«El que permanece en mí… ése da mucho fruto”
¡Dichosos los que saben humildemente que ellos mismos son los sarmientos de la cepa que es Jesús, y cuyo viñador es el Padre!
¡Dichoso los que, con paciencia y tenacidad, desbrozan la tierra de los hombres para que dé su más preciado fruto, porque ellos son la vendimia de la viña de Dios!
¡Dichoso tú si te sientes sarmiento y reconoces que la savia que corre por las venas de tu vida, es el mismo espíritu De Dios!
¡Dichoso el que ha descubierto que sin Cristo no puede hacer nada! ¡Estamos inundados de la gracia de Dios! ¡Como para no estar contentos y contagiar nuestra alegría a los demás!
¡Feliz Domingo!