Evangelio Solemne Fiesta de Regla de la Cofradía

Evangelio según san Lucas (9,28b-36)

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra del Señor

Jesús deja que tres de los suyos se asomen a su misterio. Precisamente porque estarán muy cerca de Él a la hora terrible de la agonía, quiere que hoy vean, un poco siquiera, lo que hay dentro de ese Jesús al que van conociendo; que vislumbran su gloria, que descubran su coherencia total con lo que venían anunciando la Ley y los Profetas. Así estarán preparados para que el mazazo de la cruz no los coja desprevenidos. Es necesario que sepan, de una vez por todas, que el sufrimiento y la muerte, presentes siempre en la vida de Jesús, no son un fallo en el plan del Padre, sino una manera suprema de amar a los hombres. Que hay unas realidades ocultas que convertirán, en su día, el fracaso más estrepitoso en la más definitiva de las victorias. Por eso levanta hoy Jesús, un poco, el velo de su misterio ante estos tres amigos: para que, cuando llegue la hora, entiendan.
Llegará la cruz, ciertamente; no vamos a ser más que nuestro Maestro. Pero al mirarla desde la fe, veremos que trae dentro, vivo y esperanzador, el germen de ese cielo nuevo y esa tierra nueva por los que tanto hemos orado y luchado.

Quinto día de Quinario en Honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,20-26):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

Palabra del Señor

A menudo, aferrase a la ley, limitarse a cumplir lo establecido, llevaba al pueblo judío a vivir la fe en unos mínimos que no generan vida. Contentarse con la «justicia de los fariseos» termina impidiendo descubrir la novedad que trae Jesús.
Lo que urge no es tanto cumplir la ley cuanto reconciliarse con el hermano, con tal urgencia que la reconciliación esté antes que el culto; es decir: la liberación del hombre es lo primero en el designio de Dios.
Jesús se pone al nivel del amor, que es el único camino del futuro humano. Prohíbe nutrir la cólera, insultar o maldecir al otro, para no aumentar el peso de la ley, sino para abrir en nuestras vidas un espacio de amor suficiente que permita avanzar con libertad. Dios sabe que el pecado puede matar al hombre no sólo a causa de la falta, sino mucho más por el peso del remordimiento, de la culpabilidad y del reproche que gravita sobre las espaldas del pecador, por eso, Dios quiere que el hombre viva: quiere que seamos, los unos para los otros, fuente de vida y de futuro.

¡Paz y Bien!

La Santa Misa del Quinto día de Quinario se aplicará por el eterno descanso de N.H.D. José Hueso Martínez.

Cuarto día de Quinario en Honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,7-12):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».

Palabra del Señor

La oración para el cristiano es como el aire que respiramos: sin aire nos morimos, sin la oración estamos vacíos y somos como el cardo en la estepa. Pero atención: antes de saber cómo hay que orar, importa mucho más saber cómo “no cansarse nunca”, no desanimarse nunca, ni deponer las armas ante el silencio aparente de Dios. Así lo dice Jesús: “todo lo que pidáis con fe lo obtendréis”.
Sin verdadera vida de oración, los cristianos daremos verdaderos tumbos en la vida espiritual. Sin vida interior, sin intimidad con Dios, la fe se reduce a una práctica interesada cuyo fin no es otro que conseguir lo que uno necesita.
La oración cristiana es otra cosa. Orar es pedir, es buscar, llamar a la puerta. De día y de noche. Sin cansarse nunca. «Siempre hay que orar», y hasta tal punto que la oración se convierte en un estado y no sólo en una práctica ocasional. Orar es un modo de ser delante de Dios.

El cuarto día de Quinario se aplicará por las intenciones de:

  • Familia Ruiz García
  • Familia Salas Muriel
  • Familia Santiago Moreno
  • Familia Santos Dueñas
  • Familia Sanz Cano
  • Familia Sanz Haro
  • Familia Tavera Rodríguez
  • Familia Tirado Pérez
  • Familia Valeriano Sánchez
  • Familia Valverde Serrano
  • Familia Velasco Valdivia
  • D. Santiago Tirado Pérez
  • Rvdo. P. D. Juan José Romero Coleto

Tercer día de Quinario en Honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno

Lectura del santo evangelio segun san Lucas (11,29-32):

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús,
y él se puso a decirles:
«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Palabra del Señor

El que sin cesar pide signos para creer ya está demostrando su incredulidad. La fe es un impulso del corazón, una iluminación del espíritu ante la presencia de Dios, les una llamada, una gracia.
Hoy en otras partes, en este mismo momento, habrán hombres que descubrirán el Evangelio y se entregan a él sin discusión. Y ¿nosotros? los cercanos, los que decimos conocer a Dios, los que estamos acostumbrado a leer todo tipo de comentario, de reflexiones sobre la Palabra, ¿se nos nota? ¿La sabiduría de la Palabra, el signo de la Cruz, nos está dando vida?
Ninive y la reina del Sur se levantaron contra esa generación incrédula y fueron sus testigos de cargo. ¿De verdad que vives de la fe? Aprovecha este tiempo de cuaresma para purificar tu fe y descubrir que solo quien confía, quien vive la vida con la plena seguridad de que está protegida por las manos amorosa de Dios, CREE.

El tercer día de Quinario se aplicará por las intenciones de:

  • Familia Martínez Cerrillo de Dios
  • Familia Molina Luque
  • Familia Morilla González
  • Familia Moreno Expósito
  • Familia Moreno Padilla
  • Familia Muñoz Almoguera
  • Familia Muñoz Medina
  • Familia Muñoz Rosales
  • Familia Nieto Camuñas
  • Familia Nieto Romero
  • Familia Parejo Jiménez
  • Familia Pérez Salar
  • Familia Romero Morilla
  • Familia Ruiz Hidalgo

Segundo día de Quinario en Honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Palabra del Señor

La oración del cristiano es, ante todo, un acto de fe, de plena confianza en Dios.
Por eso, Jesús ofrece a los suyos, las palabras con las que Él mismo se dirigía a Dios Padre. La oración del «Padrenuestro» recoge la esperanza de los hijos de Dios:
– el sueño y el deseo de que un día todos reconocerán el nombre de Dios;
-que nunca falte los dos panes que nutren la vida de los hombres, el pan de la vida y el pan del perdón.
– Y la última petición, no hace referencia a las tentaciones de cada día, sino a la gran tentación que amenaza a todo discípulo: la de dudar del Maestro, la de renegarlo como hizo Pedro con Jesús en el momento de la catástrofe.
Por tanto, tenemos que orar para que nuestra mirada sobre la vida se agudice y para someter nuestro corazón a la transparencia del Espíritu.
Por eso, quien ora sin perdonar habla en el vacío. No ha pasado al mundo nuevo, no sabe que, en Jesucristo, Dios le ha perdonado todas sus ofensas. ¿Cómo se entiende que muchos cristianos nos obstinemos en no perdonar? La única oración que Dios escucha es el grito de la fe.

El segundo día de Quinario se aplicará por las intenciones de:

  • Familia Gallego Santofimia
  • Familia García Cantero
  • Familia García Ruiz
  • Familia García Sepúlveda
  • Familia García Torres
  • Familia Garrido Gala
  • Familia Gavilán Varo
  • Familia González Luna
  • Familia González Ruiz
  • Familia Gracia Gallego
  • Familia Herencia Caballano
  • Familia Hernández Pérez
  • Familia Hueso Pulido
  • Familia Jurado Misas
  • Familia López Gallardo
  • Familia López Pérez

Primer día de Quinario en Honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a yerme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor

¡Extraño cara a cara, donde el Hijo del Hombre juzga al hombre sobre la calidad de su mirada! «Señor, ¿cuándo te vimos?». Unos y otros, benditos y malditos, plantean la misma pregunta. Pero los primeros, al dejar que su corazón se conmueva ante la miseria, han visto, en la fe, al que ahora contemplan sus ojos en el cara a cara decisivo.
De lo que se trata, en nuestra vida de fe, es de compartir la santidad del que ha apostado por el hombre haciéndose hombre.
La santidad, la salvación y las Bienaventuranzas, no consiste en «huir» hacia el más allá, sino en la capacidad de ver el más allá en el rostro del hombre concreto, del «prójimo», aparentemente tan poco divino.
Este Evangelio es una llamada apremiante a penetrar lo cotidiano con dimensión de eternidad, a ver más allá de la apariencia, a ver en lo que se ve, el rostro del otro, lo que no se ve, el rostro de Dios.

El primer día de Quinario se aplicará por las intenciones de:

  • Comunidad Jesús Nazareno
  • Rvdo. P. D. Jose Luis Moreno Modelo
  • D. Fermín Pérez Martínez
  • Familia Alamillos Hinojosa
  • Familia Ayala Ramos
  • Familia Barrios Mejías
  • Familia Calzadilla Gracia
  • Familia Carrasco Chacón
  • Familia Castillero Martínez
  • Familia del Arco Santos
  • Familia del Pozo González
  • Familia Escribano Mesa
  • Familia Espinosa Portero
  • Familia Fernández Buzón
  • Familia Figueroa Polonio
  • Familia Gaitán Cáceres

Evangelio 1° Domingo de Cuaresma

Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,1-13):

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le contestó: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre».
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo.»
Jesús le contestó: «Está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto».
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras».
Jesús le contestó: Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios».
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Palabra del Señor

TIEMPO PROPICIO PARA SEMBRAR EL BIEN

«No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos»

(Gálatas 6,9-10a)

Me ha parecido oportuno, en este pórtico de la Cuaresma que dio comienzo el pasado Miércoles de Ceniza, centrar mi reflexión no en las lecturas del domingo, sino en el Mensaje del Papa para este tiempo, que toma de la Carta a los Gálatas (6, 9-10): «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos»

El tiempo de Cuaresma es un tiempo propicio, favorable, para afinar los acordes disonantes de nuestra vida cristiana, y recibir la siempre nueva, alegre y esperanzadora noticia de la Pascua del Señor. La Iglesia nos propone prestarle especial atención a todo aquello que pueda enfriar y oxidar nuestro corazón creyente. Así que es un tiempo que mira a la Pascua. (Papa Francisco 2018)

Es un tiempo propicio, oportuno, para todos aquellos que no se sienten satisfechos y en paz consigo mismos, con los otros o con Dios, y están dispuestos a moverse, caminar y cambiar. Pues la Cuaresma es un camino (salir de donde estamos, movernos, dar pasos, avanzar, llevar una dirección) para ir hacia la Vida que nos ha ofrecido Jesús.

Es un tiempo propicio para cambiar de mentalidad, de criterios, de actitudes y de hábitos rutinarios que ya nada nos aportan (esto es la «conversión»), de modo que la verdad y la belleza de nuestra vida no se centren tanto en el poseer como en el dar, no tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir, no tanto en mí mismo, como en los otros,

Y es también un tiempo propicio, como nos dice este año el Papa, para sembrar el bien.

El sembrador por excelencia es Dios mismo, que generosamente «sigue derramando en la humanidad semillas de bien» (Fratelli tutti, 54). Sus semillas nos llegan especialmente (aunque no solo) por medio de la Palabra, por lo que este es un tiempo propicio para escucharla con frecuencia, de modo que nos ayude a madurar y hacer fecunda nuestra vida.

Pero el Dios Sembrador ha querido contar con nosotros (contigo) para ser sus colaboradores, aprovechando el tiempo presente («hoy es el tiempo de la misericordia»). Y hacerlo generosamente, sin medir el esfuerzo, ni tampoco los resultados. Escribió San Pablo:

«Mirad: el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará».

(2Cor 9, 6)

Es verdad que muchas veces no veremos los frutos de nuestra siembra, como dice el Evangelio: «Uno siembra y otro cosecha» (Jn 4, 7). Por eso es de una gran nobleza poner en marcha procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra (son «semillas»). Sembrar el bien de este modo, gratuitamente, sin que podamos disfrutar de los resultados nos libera de las estrechas y frecuentes lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones un mayor valor.

Por eso no podemos dejarnos atrapar o apagar por el «cansancio» o por la falta de resultados.

  • Y es que nos cansamos al ver que nuestros sueños y proyectos se frustran por tantos motivos.
  • Nos cansa mirar de frente tantos retos que nos afectan, al reconocer que nuestros recursos son escasos o pobres.
  • Nos cansa este ya largo tiempo de pandemia que tantas cosas ha limitado o eliminado, que tanto ha debilitado la salud física o mental de muchísimos, y las relaciones personales, y…
  • Nos cansamos al ver que el ser humano, a pesar de su larga historia, sigue utilizando la violencia, la fuerza, el enfrentamiento, el menosprecio del distinto, la guerra… para «resolver» sus conflictos, que así nunca se resuelven, y no pocas veces dejan las cosas peor.
  • Nos cansa (y escandaliza) el comportamiento de algunos miembros de la Iglesia, o lo lentamente que avanza en ciertos temas necesarios…
  • Nos cansan a menudo los que tenemos más cerca, porque si el roce hace el cariño (como dice el refrán), también hace que salten chispas.
  • Nos cansan los políticos y sus recursos poco éticos para conseguir el poder, a la vez que se desatienden tantas necesidades reales de los ciudadanos. Y nos cansan los bulos, la falta de trasparencia, los intereses ocultos…
  • Y también nos cansamos a menudo de nosotros mismos: porque no avanzamos, repetimos los mismos errores y pecados, y muchos de nuestros mejores deseos y propósitos … no los llevamos a la práctica…

Precisamente en los momentos de cansancio, de desánimo, de oscuridad… es cuando aprovecha el Tentador para proponernos (Evangelio de hoy) con «razonables» argumentos, que nos encerremos en nosotros mismos, que busquemos nuestro propio interés, que nos refugiemos en el individualismo egoísta o en la indiferencia hacia los otros, o esperemos que sean otros o el mismo Dios quien encuentre las soluciones. Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40,29.31). La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor.

Por eso el Papa nos ha invitado:

  • No nos cansemos de orar. Jesús nos enseñó que es necesario «orar siempre sin desanimarse». Necesitamos orar porque necesitamos a Dios, contar con Él, apoyarnos en Él. La fe no elimina las dificultades de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que nos ofrece el Misterio Pascual.
  • No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Aunque sea sólo un poco: podemos seleccionar algún aspecto concreto de nuestra vida, buscar algún recurso oportuno, marcarnos pequeños objetivos… El ayuno puede fortalecer nuestro espíritu para la lucha contra el pecado.
  • No nos cansemos de acudir al sacramento la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar.
  • No nos cansemos de luchar contra los deseos incontrolados de bienes materiales, de placeres inadecuados… La austeridad de vida, el autocontrol y la generosidad deben ser nuestros estilos de vida.
  • No nos cansemos de luchar contra el riesgo de dependencia de los medios de comunicación digitales (móviles/celulares, redes, etc), que empobrecen las relaciones humanas. La Cuaresma es un tiempo propicio para cultivar una comunicación humana más integral hecha de «encuentros reales». Aprovechemos esta Cuaresma para cuidar mejor a quienes tenemos cerca, y hacernos prójimos de aquellos hermanos que están heridos en el camino de la vida.

Por tanto, no nos cansemos de sembrar el bien. Tenemos la certeza en la fe de que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» (la «cosecha» de lo que Jesucristo sembró dio mucho futo «a su tiempo»), y de que, con el don de la perseverancia, nuestro grano sembrado dará muchos frutos, porque el Espíritu del Señor es quien los hace fecundos. Lo nuestro es sembrar. Que tu Cuaresma merezca la pena.

Evangelio Miércoles de Ceniza


Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Palabra del Señor

Ceniza y Evangelio

“Perfúmate, no desfigures tu cara, no estés cabizbajo”. No sé cuántos predicadores habrán presentado este mensaje, y es Palabra de Dios, que leen, desde siempre, en el Miércoles de Ceniza.

Es el pórtico de Cuaresma. Como en la obertura de algunas piezas musicales, en la que aparecen todos los motivos que se desarrollarán más tarde, el Miércoles de Ceniza junta todos los matices del camino cuaresmal. Cuaresma es subir al Monte, a Jerusalén, y allí tocar a Cristo muerto y resucitado. Cuaresma es preparación al Misterio Pascual. Históricamente, pedagógicamente y teológicamente todo se cumple en el vivir bien nuestra condición de bautizados. El catecúmeno que vive en tensión para ser bautizado en la Vigilia Pascual o el cristiano viejo que re-vive su morir al pecado y su resurrección a una vida más buena, los dos ponen al Bautismo en el centro de su proyecto cuaresmal.

Muerte y vida, ceniza y agua conviven en la Cuaresma. En el mismo rito de la imposición de la ceniza escuchamos alternativamente “Acuérdate de que eres polvo” y “Cree en la Buena Noticia”. Morimos al pecado. Nos vestimos de morado y enmudece el aleluya. Nos convertimos; no tanto porque abandonamos el pecado sino porque volvemos al Padre, aunque no seamos dignos de llamarnos hijos suyos. De otra manera lo dijo el poeta: “Hay que volver al pan, a Dios y al vino, son ellos mi destino “(Miguel Hernández). Resucitar para Dios porque es tiempo de gracia y hora de salvación. La Cuaresma acaba en la Pascua de primavera, en vida renovada. “Como el sol que se esconde y revive en el alba, resucitó el Señor”. Todo nos convoca a la vida: el agua de la samaritana, la luz que recobra el ciego para sus ojos, la resurrección de Lázaro.

El Evangelio de hoy nos marca tres caminos cuaresmales: el ayuno, la oración, la limosna. Hay que dejar la rutina de nuestros ayunos. Si ayuno es para poder dar más y mejor. Recuento mis adicciones al consumismo loco, a la bebida, al juego, al internet; buen campo para el ayuno. La oración en Cuaresma es más intensa. Las páginas litúrgicas son particularmente ricas y sugerentes durante este tiempo fuerte. También la religiosidad popular tiene cabida con sus vía crucis, procesiones, misereres y peregrinaciones. La limosna queda actualizada. Propongo cosas como estas: hacerse voluntario en Cáritas, Proclade, etc; negarse a comprar productos que sean fruto de una explotación, no digamos si es infantil; algún día de cada semana de Cuaresma privarme de algo programado para dar a una persona o institución; hacer revisión comprometida de los gastos superfluos. Así, lo que comienza en cenizas desembocará en el agua de vida. Al fondo, siempre la Pascua.

Evangelio 8° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Palabra del Señor.

MAESTROS DE VIDA PARA DISCERNIR

Siguiendo con el Sermón de las Bienaventuranzas, y después de llamarnos al perdón y al amor a los enemigos, y a ser misericordiosos como su Padre… propone Jesús una breve parábola sobre los «guías» ciegos y la necesidad del arte del discernimiento y del acompañamiento. Para saber cómo ponerlas en práctica, necesitamos orientación, apoyo, acompañamiento para no quedarnos en generalidades, vaciarlas de contenido o desanimarnos ante sus exigencias. Realmente es difícil que uno, por sí mismo, con su único y personal criterio crezca y madure en su fe, progrese en el discipulado o vaya descubriendo la voluntad de Dios sobre él. Y no es extraño atascarse, darle mil vueltas a ciertos aspectos, autoengañarse, cansarse, conformarse, confundir «lo bueno» con lo que el Señor realmente espera de mí, plantearme unas exigencias tan elevadas que acaben por agotarme, etc

Es decir: que necesitamos a alguien que nos guíe, nos muestre el camino, algún Maestro de Vida que nos ayude a «aterrizar» el Evangelio en nuestras circunstancias personales concretas… pero sin imponernos, sin tomar decisiones por nosotros, que nos respete… que no sean «guías ciegos». ¿De quién o de quiénes hablamos?

Pues en primer lugar, claro, el Espíritu Santo. Jesús nos dice en el Evangelio de Juan que «cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará»(Jn 16, 13-14). Es un Espíritu que el Padre dará a los que se lo piden (Lc 11,13) y que ya ha sido derramado en nuestros corazones, somos sus Templos. Por tanto, podemos fácilmente pedirle ayuda en la oración: Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. (Secuencia de Pentecostés).

Y después podemos contar con «personas de Espíritu» que nos iluminen y saquen de nuestras dudas y callejones sin salida. No se trata de un «especialista» que nos suelta un rollo teórico y abstracto, ni nos llena la cabeza de ideas, o de normas y condiciones. Menos todavía toma decisiones que nos competen, ni nos impone ni nos manda nada. Sino que más bien nos muestra un camino práctico, experiencial, que nos va guiando hacia la gloria del Señor, sin esquivar el sacrificio, la renuncia o el sufrimiento de la cruz. El Espíritu nos conduce siempre por los caminos de la compasión, de la solidaridad, del amor, de la entrega personal, de la verdad, de la justicia, del encuentro, de la paz.

Por eso explica Jesús que lo primero que tenemos que reparar y perfeccionar es nuestro modo de mirar y de juzgar. La comparación que usa es bien clara: me tengo que sacar primero la viga de mi ojo antes de pretender sacar la brizna de hierba del ojo de mi hermano. El Papa Francisco insiste a menudo en la sana costumbre de “acusarse uno mismo, en vez de (o antes) de acusar a los demás».

Hay que revisar esa seguridad de que tenemos razón y que todo lo tenemos claro porque nos condicionan muchas veces, que serían como vigas que lo tapan y deforman todo. Por eso, hay que empezar por detectar en mí los afectos, las ideas, los prejuicios, las vendas que pueden cegar o hacer que mi juicio sea equivocado. No podemos encontrar o discernir el bien y la verdad si, por ejemplo, nos encastillamos en nuestras ideas y posturas previas, en los nuestros, en los que piensan y son como yo (la polarización tan extendida últimamente, la cerrazón, la rigidez). Así no hay discernimiento ni acompañamiento que valga, puesto que somos seres de encuentro, para tender puentes, facilitar diálogos y acuerdos, relativizar posturas cerradas…

Como tampoco podemos buscar la voluntad de Dios si sólo tenemos en cuenta nuestro bien particular, nuestros gustos y conveniencias, perdiendo de vista o ignorando a los otros, a los que están peor (esos «bienaventurados»…).

Por último, el Maestro presenta el criterio de los frutos. Cada árbol se reconoce por su fruto. No por los bellos ramajes, o por su tamaño, o porque adorna y queda bien. Los higos o los racimos no brotan de cualquier árbol. Si el corazón va sacando el bien, la bondad, el perdón, la solidaridad, la generosidad, la paz, la justicia, la dignidad, el respeto… querrá decir que estamos en el camino correcto. Y se notará hasta en las palabras que salgan de nuestra boca.

Concluyendo:

  • Primero es necesaria la guía y la acción del Espíritu y el empeño de buscar en nuestra vida la voluntad de Dios. En esto no podemos quedarnos atascados: «ya soy bueno», o «no sé qué más debiera hacer».
  • Segundo, son mas necesarios que nunca auténticos maestros de vida que nos ayuden a caminar y a seguir dando fruto incluso en la vejez, estando lozanos y frondosos (así nos ha dicho el Salmo).
  • Tercero: coger la grúa y empezar a quitar tantas vigas de en medio que nos tapan la mirada.
  • Y cuarto: Los frutos. Son lo que vale. No los discursos ni las palabras.

Evangelio 7° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,27-38):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

Palabra del Señor

VENCER A LOS ENEMIGOS

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto

(Salmo 120)

Dicen que el culmen del mensaje evangélico está recogido en estas palabras: «amad a vuestros enemigos…para que seáis hijos de nuestro Padre celestial».

La palabra «enemigo» es una palabra fuerte, y probablemente evitemos aplicarla, e incluso digamos: «Yo no tengo enemigos». Un enemigo sería alguien que no nos quiere bien, que pretende hacernos daño, que nos lleva por sistema la contraria o desprecia nuestros puntos de vista, su presencia nos incomoda, compite con nosotros para dejarnos por debajo…

El Papa Francisco ha escrito:

«… me duele tanto comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aún entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?

(Evangelii Gaudium 100)

Habrá quien tenga enemigos porque él mismo se los busca con su manera inadecuada de ser o estar (alguien antipático, borde, mentiroso, inmaduro, manipulador…).  Pero otras veces no hay una justificación: Si hasta el mismísimo Jesús tuvo enemigos declarados, porque sus valores, actitudes y opciones chocaban abiertamente con las de otros que se sentían amenazados o puestos en evidencia por él.

Para comprender la radicalidad y el alcance de las palabras de Jesús, que pide a sus discípulos: «amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada… y seréis hijos del Altísimo» nos vendrá bien repasar brevemente algunos con quienes tenemos que ponerlas en práctica:

El otro, es decir, el que tiene distinto carácter, criterios, ideas, intenciones… O sea, el diferente. El que no tiene mis gustos, mis ideas, no comparte mis puntos de vista. Aquel con quien me resulta tan difícil un entendimiento aceptable. No los podemos aguantar. Entre nosotros hay incompatibilidad de caracteres, de mentalidad, de temperamento. Ocurren fácilmente malentendidos, incomprensiones y sufrimiento. ¿Recordáis aquello que decía Sartre: «el infierno son los otros»?

El adversario, el que por la razón que sea, compite conmigo, me suele llevar la contraria, intenta ponerse por encima de mí, salirse con la suya, quiere tener siempre la razón, imponerme su manera de ver las cosas. ¡Cuántas veces alguien de casa: pareja, hijos, padres, hermano!, o un compañero de trabajo…

El pesado o inoportuno, que me hace perder el tiempo, que me repite las cosas mil veces como si no me hubiese enterado, el que tiene la habilidad de interrumpirme en el peor momento, que me cansa, me aburre, me agota. 

El chismoso que va haciendo comentarios a mis espaldas, o tiene que poner verde a alguien, el que me desprestigia, el que hace correr rumores y comentarios con fundamento o sin él, es indiscreto, no sabe guardar un secreto, ni disculparme…

El hipócrita que tiene varias caras, y ocultas intenciones, que disimula cuando le conviene, que no te puedes fiar de él, que no sabes si va o si viene, o lo que realmente piensa… No está muy lejos del «mentiroso».

El antipático, el que me cae mal, no me gusta su forma de ser o estar, con el que no tengo casi nada en común, me cuesta mucho aguantarle, y prefiero evitarlo…

Y el arrogante, el aprovechado, el celoso, el que me la ha jugado, el manipulador…

¿Qué nos pide Jesús que hagamos con todos estos «personajes»?

Primero cuatro peticiones generales:

  • Amad a vuestros enemigos
  • Haced el bien a los que os odian,
  • Bendecid (hablad bien) a los que os maldicen,
  • Orad por los que os calumnian.

Y luego algunos comportamientos concretos:

  • Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra;
  • Al que te quite la capa, no le impidas que se lleve la túnica.
  • A quien te pide, dale
  • Al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames

Es decir, que la vieja Ley del Talión («Ojo por ojo, diente por diente») no vale. Tampoco hacerles frente, esto es, no corresponder con sus mismas actitudes. Si ellos «disparan» y yo también disparo… entonces me he puesto a su altura, y de algún modo se puede decir que me han ganado. Y luego, encima, me sentiré mal. Yo no quería disparar. Pero en el fondo se han llevado su merecido. Total, que la enemistad y la violencia permanecen.

No invita Jesús a la «pasividad», a dejarse pisotear, a que se aprovechen de ti. Se trata más bien, como dice la Escritura en otros lugares, de «vencer el mal a fuerza de bien». No echar más basura a la que ya hay. Incluso ser «excesivos» en nuestro modo de tratarles «bien». Amarles para desarmarles.

Ahora bien: «amarles» no significa:

Quitarle importancia a lo que nos ha hecho daño. Si la tiene, hay que dársela.

Tampoco significa «aquí no ha pasado nada». Porque ha pasado. Puede que el otro se corrija y cambie de actitud… o quizá no. Puede que no fuera muy consciente del daño que me hacía, y procure disculparle, como hizo Jesús en la cruz con sus asesinos («perdónales porque no saben lo que hacen»). Es el triunfo del amor en mí, por encima del dolor, la rabia o el deseo de maldecir o vengarme.

Para que esto sea posible es necesario contar con la ayuda de Dios, con ese amor sin condiciones con que Él me ha tratado a mí, un amor que nunca me retira aunque yo me lo merezca. Quien es consciente de sus limitaciones y errores y  experimenta que Dios le trata bien a pesar de todo… deja de ser intransigente con los demás.

No tengo por qué tener sentimientos positivos hacia él. Los sentimientos no se pueden forzar. Surgen o no surgen. No dependen de nuestra voluntad. Si alguien me cae mal… no puedo obligarme a mí mismo a que me caiga bien, por ejemplo. Pero puedo tratarle bien, correctamente, amablemente, educadamente. No es necesario que me lo lleve a comer a casa.

Las heridas tardan en cerrarse. Aunque yo perdone… no deja de dolerme automáticamente. Necesito darme tiempo. Quizá nunca me deje de doler. Pero tampoco es nada conveniente seguir dándole vueltas a lo que pasó, haciendo que la herida se mantenga abierta o incluso se profundice y se pudra. Eso es como «darles poder» para que nos amarguen la vida, aunque haya pasado tiempo de aquello. Es un modo absurdo de traer el presente… lo que es mejor dejar en el ayer.

Este es el reto de Jesús: Sed perfectos como lo es nuestro Padre celestial. Una perfección que consiste y está centrada en nuestro trato con los demás, y no en esa «autoperfección» en la que tanto esfuerzo gastaban los fariseos. Una perfección que sólo es posible en la medida en que experimentamos en nosotros el amor/misericordia de Dios.