Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,21-27):
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.» Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»
Palabra del Señor
«El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga»
Hoy, contemplamos a Pedro —figura emblemática y gran testimonio y maestro de la fe— también como hombre de carne y huesos, con virtudes y debilidades, como cada uno de nosotros. Hemos de agradecer a los evangelistas que nos hayan presentado la personalidad de los primeros seguidores de Jesús con realismo. Pedro, quien hace una excelente confesión de fe —como vemos en el Evangelio del Domingo XXI— y merece un gran elogio por parte de Jesús y la promesa de la autoridad máxima dentro de la Iglesia (cf. Mt 16,16-19), recibe también del Maestro una severa amonestación, porque en el camino de la fe todavía le queda mucho por aprender: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios» (Mt 16,23).
Escuchar la amonestación de Jesús a Pedro es un buen motivo para hacer un examen de conciencia acerca de nuestro ser cristiano. ¿Somos de verdad fieles a la enseñanza de Jesucristo, hasta el punto de pensar realmente como Dios, o más bien nos amoldamos a la manera de pensar y a los criterios de este mundo? A lo largo de la historia, los hijos de la Iglesia hemos caído en la tentación de pensar según el mundo, de apoyarnos en las riquezas materiales, de buscar con afán el poder político o el prestigio social; y a veces nos mueven más los intereses mundanos que el espíritu del Evangelio. Ante estos hechos, se nos vuelve a plantear la pregunta: «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida?» (Mt 16,26).
Después de haber puesto las cosas en claro, Jesús nos enseña qué quiere decir pensar como Dios: amar, con todo lo que esto comporta de renuncia por el bien del prójimo. Por esto, el seguimiento de Cristo pasa por la cruz. Es un seguimiento entrañable, porque «con la presencia de un amigo y capitán tan bueno como Cristo Jesús, que se ha puesto en la vanguardia de los sufrimientos, se puede sufrir todo: nos ayuda y anima; no falla nunca, es un verdadero amigo» (Santa Teresa de Ávila). Y…, cuando la cruz es signo del amor sincero, entonces se convierte en luminosa y en signo de salvación.
Durante la pasada Cuaresma, la Cofradía puso en marcha una campaña para la obtención de fondos mediante el reparto de huchas a los hermanos y establecimientos que desearon colaborar para acometer la restauración del paso de palio de María Santísima Nazarena. Debido a la situación del estado de alarma por la pandemia del Covid-19 esta campaña tuvo que ser aplazada por la Junta de Gobierno.
Durante el próximo mes de septiembre se procederá a la recogida de las huchas, los días 14, 15 y 16, coincidiendo con el Triduo a María Santísima Nazarena, a partir de las 21:30 h. en el Local de la Cofradía, estableciéndose el día 18 de septiembre como la fecha tope de entrega de las mismas para poder participar en el sorteo, que tendrá lugar el viernes día 2 de octubre.
Los hermanos que no tengan aún su hucha y deseen colaborar con la Cofradía, les informamos que aún quedan algunas huchas disponibles. Pueden ponerse en contacto a través del correo electrónico tesoreria@nazarenocordoba.es o el teléfono móvil 636074111.
Hoy la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima Nazarena, San Bartolomé y Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina, como está preceptuado en nuestros Estutos Cofrades, celebra la festividad de San Bartolomé Apóstol.
Debido a la situación sanitaria que vivimos y por mantener la seguridad y la salud de los residentes de nuestra Residencia y de las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno no podremos celebrarla toda la comunidad hospitalaria reunida en nuestra Iglesia.
No obstante desde la Vocalia de Formación, no queremos dejar pasar la oportunidad de reflexionar sobre esta importante festividad para la Cofradía y sobre la figura de San Bartolomé, tan ligada a nosotros incluso antes de la fundación, ya que en la calle Carchenilla, hoy de Jesús Nazareno, del barrio cordobés de San Lorenzo se documenta la existencia, anterior a 1490, del hospital de San Bartolomé, establecimiento asistencial con seis camas para pobres enfermos. Este pequeño hospital y su ermita son propiedad de una antigua hermandad que en 1579 se convierte en cofradía de penitencia sin por ello abandonar su primitivo carisma asistencial, como lo prueban el mantenimiento del antiguo hospital.
En la fecha histórica del 21 de marzo de 1579 el obispo fray Martín de Córdoba y Mendoza aprobaba la Regla de los cofrades de Jesús Nazareno y del glorioso apóstol San Bartolomé, quedando así fundada la primera cofradía que en la diócesis cordobesa instauraba las nuevas formas penitenciales de las primeras horas del Viernes Santo.
Este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) se representa en ocasiones con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en arrancarle la piel de su cuerpo estando aún vivo. También suele representársele con un gran cuchillo, aludiendo a su martirio, razón por la que es el patrón de los curtidores. En la época barroca es común verlo representado como Apóstol, con largo manto blanco, haciendo las escrituras sagradas y mostrando el cuchillo.
Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa «regalo de Dios»).
Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Natanael.
Desde entonces nuestro Santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar más a Jesucristo, a extender su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás tratando de hacer a todos el mayor bien posible.
En el Evangelio de hoy se nos cuenta el primer encuentro entre el Apóstol San Bartolomé y Jesucristo.
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,45-51):
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.». Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» Felipe le contestó: «Ven y verás.» Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?» Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor
Queridos hermanos:
En esta fiesta de San Bartolomé Apóstol, queremos recordar la intervención de Benedicto XVI en la que presentó la figura de San Bartolomé.
No es posible comprender a Jesús si no se tiene en cuenta tanto su dimensión divina como su dimensión histórica, explicó el miércoles 4 octubre de 2006 Benedicto XVI.
En su catequesis, el Santo Padre continuó meditando sobre los doce apóstoles de Jesús. En esta ocasión, el personaje escogido fue Bartolomé, que tradicionalmente es identificado también con el personaje evangélico llamado Natanael.
Al conocer a Jesús, Natanael planteó al apóstol Felipe la famosa pregunta: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?»
«Esta expresión es importante para nosotros –reconoció el Papa–. Nos permite ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía proceder de un pueblo tan oscuro, como era el caso de Nazaret».
«Al mismo tiempo –añadió–, muestra la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas, manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperamos».
La historia de Natanael sugirió al Papa otra reflexión: «en nuestra relación con Jesús, no tenemos que contentarnos sólo con las palabras».
«Felipe, en su respuesta, presenta a Natanael una invitación significativa: “Ven y lo verás”».
«Nuestro conocimiento de Jesús tiene necesidad sobre todo de una experiencia viva –insistió el obispo de Roma–: el testimonio de otra persona es ciertamente importante, pues normalmente toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega por obra de uno o de varios testigos».
«Pero nosotros mismos tenemos que quedar involucrados personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús», recalcó.
El primer encuentro de Jesús con Natanael concluye con una profesión de fe pronunciada por este apóstol: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel»
Estas palabras, constató, «presentan un doble y complementario aspecto de la identidad de Jesús: es reconocido tanto por su relación especial con Dios Padre, del que es Hijo unigénito, como por su relación con el pueblo de Israel, de quien es llamado rey, atribución propia del Mesías esperado».
El Papa concluyó recogiendo la enseñanza que hoy pueden sacar los cristianos del testimonio de San Bartolomé, a pesar de que los Evangelios hablan poco de él: «la adhesión a Jesús puede ser vivida y testimoniada incluso sin realizar obras sensacionales».
«El extraordinario es Jesús, a quien cada uno de nosotros estamos llamados a consagrar nuestra vida y nuestra muerte», reconoció.
Queremos acabar esta entrada dedicando una Oración a San Bartolomé:
Oh, Dios omnipotente y eterno, que hiciste este día tan venerable con la festividad de tu Apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia amar lo que el creyó, y predicar lo que él enseñó. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-20):
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.» Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor
NO, NO LE DA IGUAL TU RESPUESTA.
Hay palabras que no podemos decir y después hacer como si nada… “a otra cosa mariposa”. Imaginemos una película que tiene su trama romántica, por ejemplo: “ella” está desesperada porque “él” aparentemente está interesado en “ella” pero no termina de definirse y entonces “ella” se atreve a preguntarle: “¿yo soy algo para ti? ¿yo significo algo en tu vida?”. Y entonces “él” le dice: “sí, estoy enamoradísimo de ti, quiero casarme contigo, que seas la madre de mis hijos… por favor pásame ese destornillador que estoy arreglando esta silla…” ¡Qué absurdo! ¿no? Lo normal es que después de decir eso se abracen y se besen o algo así… ¿no? Se trata de un ejemplo muy tonto, pero lo que estoy tratando de decir es que el señor te está preguntando “¿quién soy para ti?” y si te pones a responder y a decirle las palabras con las que le describes como quien es en verdad para ti: “mi refugio mi escudo mi fortaleza y mi alegría, tú eres mi vida mi camino mi verdad, mi respiración, mi paz, mi consuelo…” según dices estas cosas, si no lo haces como una metralleta sino dejando que cada una de estas cosas resuene en tu corazón, lo más seguro es que no puedas reprimir la emoción. Tiene toda su lógica, tú no le puedes decir al señor quien es él en tu vida y quedarte frío como un témpano de hielo.
Todas las personas de la historia desde que Jesús apareció en esta tierra, todos los hombres han tenido que medirse con él, de hecho, si no crees en él, pensarás que es un genio o que es un loco, pero desde luego indiferente es imposible que te deje como si se tratase de cualquier otro personaje de la historia. Los creyentes tenemos que responder, más allá de la teoría, tenemos que dar una respuesta y esto sabiendo que el otro, Jesús, te está mirando y no le da igual lo que respondas. Él está profundamente implicado en tu respuesta.
Dos personas que se quieren, pienso por ejemplo en un matrimonio que celebra sus bodas de oro, después de cincuenta años de casados, se conocen perfectamente; por ejemplo, uno levanta la ceja y el otro ya sabe lo que está pensando y sin embargo si el amor es verdadero si el amor es de Dios, entonces “el uno” seguirá siendo un misterio y “el otro” no podrá decir del todo lo que es para él y, desde luego no lo hará sin sentir que le afecta hondamente. Al señor no le da igual tu respuesta, no es una imagen de madera o de escayola, es una persona viva y que no le da igual tu respuesta. Este era el primer punto que quería considerar hoy: se nos pide hoy dar nuestra respuesta personal, la nuestra propia, esa que se dan mirando a los ojos del que nos pregunta.
La segunda cosa sobre la que quería meditar hoy es que Jesús felicita a Pedro, ciertamente ha dado con la clave, “se ha abierto la caja” y no lo ha hecho por casualidad, sino que ha dado con la clave correcta y la caja se ha abierto. Por eso le dice “bienaventurado tú, Simón hijo de Juan, esto se llama “fe” y es un don no es cosa suya no es fruto de su investigación concienzuda no es el esfuerzo de un sesudo razonamiento, es un don, es una gracia: “no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino que te lo ha revelado tu padre del cielo”. Esta fe, claro que es un conocimiento, pero es un conocimiento lleno de afecto y que surge de la experiencia. La fe no es una posesión, la fe es una relación y como tal aparece, crece y llega a plenitud, madura en el tiempo. Al hacer el acto penitencial que sugiere el libro de la sede hoy, ya sabéis que una posibilidad es cuando decimos “Señor ten piedad…” intercalando tres invocaciones, hemos dicho primero: “tú eres el hijo del Dios vivo”, que es lo que dice hoy en el evangelio Pedro. La segunda invocación era: “solo tú tienes palabras de vida eterna”, que es lo que responde Pedro cuando los discípulos se decepcionan de Jesús porque a mitad de su ministerio público anuncia su pasión y entonces se empiezan a ir; en concreto en el evangelio de San Juan cuando habla de comer su carne y beber su sangre dice el evangelista que uno tras otro se fueron yendo y Jesús se quedó con los apóstoles y unos pocos más y les preguntó “¿también vosotros queréis marcharos?” Y ahí Pedro otra vez como portavoz de todos responde: “señor, ¿a dónde vamos a ir? Solo tú tienes palabras que explican la vida, palabras de vida eterna, palabras que van más allá de este tiempo”. Y, por último, la tercera invocación que hemos hecho en el acto penitencial es quizá la más bonita de todas: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Porque la última profesión que hace Pedro no fue de fe sino de amor. Pedro tuvo que experimentar que se hundía en las aguas y que Jesús lo salvaba. Pedro tuvo que ser una oveja perdida porque se había separado del buen pastor para que este fuera a buscarlo y lo encontrara. Por eso, cuando el resucitado se encuentra con Pedro, al que le había dado esta misión de ser la piedra sobre la cual se edificaba la iglesia y esa piedra se había venido abajo completamente por el miedo, por el rechazo de la cruz… Jesús en vez de reprenderle y retirarle su confianza lo que hace es preguntarle simplemente: “Pedro ¿me amas?” “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Como decía, la fe es una relación, este es el segundo punto. Y como toda relación no se queda estancada, o crece, crece tu amor y tu confianza hasta que puedes descansar ciegamente en él, entregarte en brazos de Cristo o vives con indiferencia, vives con miedo, vives con precaución como si Jesucristo fuera a traerte solamente problemas y agobios.
La tercera cosa sobre la que quería llamar a atención es que Jesús hoy habla por primera vez de la Iglesia. Solo en la iglesia podemos tener acceso pleno a la persona y el ministerio de Jesús. Fuera de ella nos veremos haciendo como el National Geographic que intenta recuperar el Jesús histórico y no sé qué otras cosas más, pero en el fondo lo veremos como un personaje del pasado, una palabra, un mensaje, un profeta. Como en el evangelio: que si Juan el Bautista, que si Elías u otro de los profetas… Solo en la Iglesia encontramos al vivo. Por eso están importante que amemos a la Iglesia, y la Iglesia es esta concreta de aquí y de ahora, no la que está en tu cabeza como estaba en la cabeza de tantos herejes que antes que nosotros ya soñaron con una Iglesia más perfecta, más pura, más espiritual. La Iglesia es esta concreta que tiene como sucesor de Pedro a Francisco y como sucesor de los apóstoles al obispo de esta diócesis, esta iglesia concreta que tiene tantas limitaciones como las que ves en esta parroquia o en el párroco que está al frente de ella. Esta Iglesia que es tu madre y que te ama con locura. Ya va siendo hora de dar un paso al frente y dejar de mirar desde fuera y hablar de la Iglesia en tercera persona, la Iglesia es el lugar donde se hace palpable y visible, donde podemos escuchar a Cristo vivo hoy.
Vamos a pedirle al señor que amemos a la Iglesia más entrañablemente. En ella se nos han dado ni más ni menos que las llaves para abrir y cerrar, no solamente a Pedro, también a todos nosotros. Durante la pandemia… qué maravilla es tener las puertas abiertas, ¡cuánta gente necesita saber que Dios le ama y no lo sabe! Escuchar esto que tú estás oyendo y a lo mejor de tanto que lo has oído ya ni te emociona, pero algunos de los que están ahí fuera si lo oyeran por primera vez se derrumbarían de emoción. Nosotros tenemos las llaves, podemos cerrar “a cal y canto” o podemos abrir. Vamos a pedirle al señor que cada día nos enamoremos más de él y de su Iglesia, que no seamos un obstáculo para Cristo, sino que seamos un escaparate donde se le vea solamente a él, eso es lo que hace bueno al escaparate, que su cristal sea transparente, que se le vea a él. Se lo pedimos así por intercesión de María nuestra madre, madre de la Iglesia.
El pasado día 12 de agosto reunida la Junta de Gobierno de la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima Nazarena, San Bartolomé y Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina decidió, en un acto de responsabilidad, debido a la delicada situación de pandemia en la que nos encontramos, la suspensión del Rosario Vespertino por las calles del barrio presidido por la Sagrada Imagen de nuestra Titular Mariana, así como el Solemne Besamanos.
Teniendo en cuenta las dificultades para el acceso a la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno, por el grave riesgo que supone para todos los residentes y Hermanas Hospitalarias, la Junta de Gobierno ha decidido que este año y de manera excepcional, la celebración del Solemne Triduo en honor a María Santísima Nazarena tendrá lugar en la Parroquia de San Andrés los próximos días 14, 15 y 16 de septiembre a las 20:30h, presidida por el Rvdo. P. D. Pablo Calvo del Pozo, Párroco de San Andrés.
En estos momentos tan complicados es necesario ser muy cautos y responsables por el bien común, por ese motivo la Junta de Gobierno invita a todos los hermanos de la Cofradía a participar del Solemne Triduo a Nuestra Sagrada Titular con las máximas precauciones y respetando todas las medidas de higiene, aforo y distanciamiento social establecidas por las autoridades competentes.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (15,21-28):
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.» Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.» Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.» Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.» Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.» En aquel momento quedó curada su hija.
Palabra del Señor
ALIVIAR EL SUFRIMIENTO
Jesús vive muy atento a la vida. Es ahí donde descubre la voluntad de Dios. Mira con hondura la creación y capta el misterio del Padre, que lo invita a cuidar con ternura a los más pequeños. Abre su corazón al sufrimiento de la gente y escucha la voz de Dios, que lo llama a aliviar su dolor.
Los evangelios nos han conservado el recuerdo de un encuentro que tuvo Jesús con una mujer pagana en la región de Tiro y Sidón. El relato es sorprendente y nos descubre cómo aprendía Jesús el camino concreto para ser fiel a Dios.
Una mujer sola y desesperada sale a su encuentro. Solo sabe hacer una cosa: gritar y pedir compasión. Su hija no solo está enferma y desquiciada, sino que vive poseída por un «demonio muy malo». Su hogar es un infierno. De su corazón desgarrado brota una súplica: «Señor, socórreme».
Jesús le responde con una frialdad inesperada. Él tiene una vocación muy concreta y definida: se debe a las «ovejas descarriadas de Israel». No es su misión adentrarse en el mundo pagano: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos».
La frase es dura, pero la mujer no se ofende. Está segura de que lo que pide es bueno y, retomando la imagen de Jesús, le dice estas admirables palabras: «Tienes razón, Señor; pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos».
De pronto Jesús comprende todo desde una luz nueva. Esta mujer tiene razón: lo que desea coincide con la voluntad de Dios, que no quiere ver sufrir a nadie. Conmovido y admirado le dice: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!, que se cumpla lo que deseas».
Jesús, que parecía tan seguro de su propia misión, se deja enseñar y corregir por esta mujer pagana. El sufrimiento no conoce fronteras. Es verdad que su misión está en Israel, pero la compasión de Dios ha de llegar a cualquier persona que está sufriendo.
Cuando nos encontramos con una persona que sufre, la voluntad de Dios resplandece allí con toda claridad. Dios quiere que aliviemos su sufrimiento. Es lo primero. Todo lo demás viene después. Ese fue el camino que siguió Jesús para ser fiel al Padre.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):
En aquellos días, Maria se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de Maria, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN:
Hay algunas preguntas que nos rodean a lo largo de la vida: ¿Hay algo más allá de las fronteras de la vida, de nuestra existencia mortal? ¿Qué podemos dejar de nosotros a los que quedan? ¿Después de todo lo vivido aquí en la tierra, que pasará? Muchas personas estaban convencidas de que el Papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción como una respuesta a los horrores de la Segunda Guerra Mundial, cuando muchos cuerpos fueron profanados.
La solemnidad de la Asunción fue celebrada en la Iglesia católica por muchos siglos sin una definición doctrinal formal. La doctrina de que María fue “asunta al cielo, en cuerpo y alma” es una proclamación oficial de la Iglesia del Papa Pío XII, con la Bula Munificentissimus Deus, en 1950.
Para muchas personas de nuestro tiempo este dogma de celebrar la asunción al cielo en cuerpo y alma de la Virgen María suena raro y hasta incomprensible. Podemos decir, más allá de la motivación del Papa Pío XII, que es una fiesta que dignifica el cuerpo y el alma, es decir, la persona en su integralidad, pues es un regalo dado por Dios que hay que cuidar.
Si existe algo que responde a los interrogantes más hondos de la vida es el amor. La Sagrada Escritura afirma que el amor es para siempre, que es semilla que da fruto al encontrar un corazón dispuesto a acogerle: un corazón no doblegado sobre uno mismo, sino disponible a dejar espacio a la presencia del Otro, al don que el Señor ofrece. Así fue la vida de María, que acogió, no sin temor, la palabra del Señor y su promesa de vida: “No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y darás a luz a un hijo, a quien llamarás Jesús” (Lc 1,30-31).
María es capaz de exultarse por las maravillas que el Señor hizo en su existencia. Ella es capaz de contemplar las gracias que el Señor sigue ofreciendo al mundo, haciendo “grandes cosas” por nosotros. Ella es capaz de reconocer que la misericordia del Señor se extiende “de generación en generación”, es decir, por siempre. La fiesta de hoy del “bienaventurado tránsito” de María es una señal de que aquellas preguntas fundamentales tienen una respuesta en lo que Dios hizo con la Madre de Jesús, haciéndola partícipe de la resurrección de la carne, al concederle la gloria celestial. Que el sí de María, es un sí a la vida hecha donación, entrega a los planes de Dios.
Si un día María dijo sí a Dios, y acogió en su vida la Palabra, sin reservas, hoy celebramos el sí de Dios a la entrega de María, acogiéndola, en cuerpo y alma, es decir, integralmente, en su gloria. Somos invitados a leer esta fiesta a la luz de la resurrección, que celebra la humanidad acogida en Dios, a través de su Hijo Jesucristo y, con él, la Bienaventurada Virgen María.
Hace pocos minutos hemos recibido la triste noticia del fallecimiento de nuestra querida Hermana Auxiliadora, tras una larga enfermedad que la ha mantenido ingresada en la UCI estas últimas semanas.
La Hermana Auxiliadora ha ejercido durante estos últimos años de Sacristana en la Casa de Córdoba, por este motivo, la actual Junta de Gobierno ha mantenido una estrecha y fructífera relación, sobretodo y muy especialmente el equipo de Mayordomía, con el que ha compartido muchísimos días de montaje.
De carácter muy afable y educada, siempre nos recibía a todos con una sonrisa y un beso, y muy especialmente a los niños que siempre corrían a buscarla.
Con su entrega a los demás y su actitud siempre dispuesta, hizo que estos últimos años la Cogregación y la Cofradía estuvieran mucho más unidas.
Rogamos al Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina y a María Santísima Nazarena para que intercedan por la Hermana Auxiliadora ante Jesús Nazareno para que la acoja y le conceda el descanso eterno en su Gloriosa presencia. Que brille para ella la luz perpetua.
Seguro que desde el cielo nos estará vigilando y cuidando. Sus «mijos» le echaremos mucho de menos, Hermana.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,22-33):
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.» Él le dijo: «Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»
Palabra del Señor
LAS TEOFANÍAS DE DIOS
Aguardar al Señor en el monte o en la llanura, saber esperarle con paciencia sin que el ánimo decaiga, tener fe en el Señor que va a pasar y se nos va a hacer cercano y presente es importante para vivir en cristiano.
El Señor quiere que sepamos embarcarnos en la vida, que avancemos hacia la otra orilla, que lo precedamos, que sepamos aguantar las tormentas del desconcierto, los vaivenes de la tentación, el naufragio de la fe, las olas de la desconfianza. Porque no estamos solos. Porque viene a nuestro encuentro.
La narración mateana del evangelio de este domingo tiene el transfondo de las apariciones pascuales; “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. La ayuda misericordiosa y la presencia de Cristo resucitado son indispensables para salvar a la Iglesia, siempre que viva un momento o circunstancia de crisis. La mano que extiende Jesús a Pedro no sólo es su salvación, sino la nuestra.
El camino del creyente puede ser muchas veces un camino inestable, camino sobre el mar del mal. ¡Cuántas veces nos hundimos! El miedo es compañero de viaje, porque dudamos, porque tenemos poca fe. A Dios le encontramos y le conocemos en la calma, en la tranquilidad, en la paz, en la dulce simplicidad.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: «Traédmelos.» Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra del Señor
DADLES VOSOTROS DE COMER
La “gente” que hoy rodea, e incluso «acosa» un poco a Jesús -cuando él necesita un lugar solitario, tranquilo y apartado-, está tan interesada en escucharle, en pasar tiempo con él, que no les ha importado darse una buena caminata hasta dar con él. No les preocupa el reloj, ni el estómago, ni alejarse de sus casas… Se han olvidado de sus propias necesidades y urgencias… O si se quiere, lo han relativizado todo poniendo en primer lugar al Señor. Y se verán gratamente sorprendidos porque Jesús, en cambio, sí que cae en la cuenta de todas esas cosas, y se ocupa de ellas. No es un «predicador» al uso. No se limita a llenar la cabeza de discursos y palabras… ¡y ya está! Primero las personas y sus necesidades. Y empieza por atender a los enfermos.
O dicho de otra manera: El mensaje de Jesús, que habla de un Dios que se preocupa del hombre, le lleva al terreno práctico: esta gente tiene unas necesidades muy concretas ahora mismo. El Reino de Dios que anuncia Jesús tiene que ver con todo esto, con lo que les pasa en ese momento, con lo que necesita la gente. Las cosas de Jesús y del Reino no son simples teorías, o doctrina, ni están alejadas de su realidad concreta. Tienen que ver con su ahora. Y ahora algunos están enfermos, y muchos tienen hambre.
Jesús está cansado, y podemos dar por supuesto que también está triste e impactado porque acaban de matar a Juan Bautista. Y pretendía estar a solas con sus amigos más íntimos para comprender, interpretar y dejarse cuestionar por lo que ha pasado. Jesús profundiza en las cosas, en los acontecimientos. No se limita al chismorreo de la noticia, a quejarse contra Herodes, a hacer un acto público de condena: se pregunta qué significa aquello, cómo le afecta, cuál ha de ser su reacción… No le costará darse cuenta de que a partir de ahora el centro de atención y de acoso será él…
Sin embargo, su cansancio, su tristeza y su necesidad de reflexionar y estar un poco a solas… no le impide darse cuenta de la necesidad de la gente, sentir compasión y hacer algo por ella. No dice, hace. La palabra que ha elegido Mateo no es ni «lástima» ni «pena»: es “compasión”, que significa sufrir con ellos y buscar una solución (actuar): es la misma palabra que había usado antes en unas de las bienaventuranzas.
Los discípulos, que andaban también escuchando a Jesús, se dan cuenta de que se ha hecho tarde, y del hambre de la gente (seguramente también ellos están deseando que les dejen tranquilos) y le piden a Jesús que termine ya con la actividad. Ya se ve que no se enteran demasiado de lo que Jesús quiere transmitir con sus acciones y palabras. Aunque sí podemos apreciar en ellos lo siguiente:
Primero está el «darse cuenta». Jesús vio a la gente y se dio cuenta de que sufría. Por su parte, los discípulos se han dado cuenta de que se ha hecho tarde y hay que comer. Darse cuenta de lo que les pasa a los otros, por delante de lo que me pase a mí es algo propio de Jesús y de los seguidores de Jesús.
Segundo: plantear esas necesidades descubiertas al propio Jesús, y se les ocurre hacer una propuesta. No muy acertada, aunque parece de sentido común: Son muchos, nosotros/yo apenas tengo nada, o tengo el mismo problema que ellos, así que: «que se vayan a sus casas, a sus países, a sus gobiernos, al ayuntamiento, a los suyos, a donde sea…» para que puedan solucionarlo.
Tercero: Jesús les invita a hacerse cargo para encontrar una solución: Mira a ver lo que tienes/tenéis, lo que está en vuestra mano hacer. Esto es asunto tuyo y nuestro y de todos. No es sólo un problema de la gente. Y resulta que los discípulos consiguieron mucho más de lo que creían. Aquella pobre gente necesitada también aportaría lo suyo, sus «pocos»… Entre unos y otros… Jesús ha sido la mediación necesaria para ver las cosas desde otra perspectiva.
Los criterios de los discípulos no son los criterios de Jesús. Como los criterios de la sociedad, en general, y su modo de resolver los problemas, no son exactamente los de los cristianos. Unos conjugan los verbos «despedir» (echar, quitar de la vista, reducir personal, optimizar, devolver a sus países…) y «comprar» (que se apañe cada uno con lo que tiene, que cada cual se busque la vida), «no hay para todos» (es decir: no se puede hacer nada, no queremos repartir/compartir, primero los de casa/país)…
Pero Jesús nos habla continuamente de comunión, de compartir, de fraternidad, de construir comunidad, de ponerse al lado de los débiles, enfermos y necesitados… Si les “echamos”, si les decimos que vayan a “comprarse” (el dinero lo primero que hace es establecer diferencias, entre quien tiene/no tiene, tiene más/tiene menos), si pensamos que no es problema nuestro… es que no nos hemos enterado de nada de lo que Jesús ofrece y pretende de nosotros.
Por eso Jesús procura enseñar a los discípulos y también, claro a todos nosotros:
Nada de que se vayan, de que no nos molesten, de que “no es asunto nuestro”
Que les «demos». El verbo «dar» es un de los favoritos de Jesús
Que pongamos a su disposición nuestros «pocos» para compartir. Cuando Jesús “levanta los ojos al cielo y pronuncia la bendición” (como en la Eucaristía) no está haciendo un gesto mágico: está reconociendo que los alimentos son de Dios, y por lo tanto son de todos, y están para ser compartidos y repartidos, de modo que todos queden satisfechos, y no se desperdicie nada («recogieron lo que sobró»). Por eso cada Eucaristía nos debiera aligerar el bolsillo y el corazón, y aumentar la solidaridad… O será cualquier cosa menos la Cena de Jesús. Aún más: esta «Pre-Eucaristía»-Multiplicación solo fue posible cuando los discípulos empezaron a hacerse cargo de la gente. Jesús ya lo había hecho antes. Pero faltaban ellos.
Y por último: del mismo modo que en nuestras celebraciones bendecimos a Dios por los alimentos que luego compartiremos en la mesa del altar, no debiéramos perder la costumbre de bendecir a Dios antes de comer en nuestras casas; o de darle las gracias por los dones que recibimos cada día. No es que agradezcamos a Dios el tener comida, como si fuéramos mejores que quienes no la tienen,… sino de hacernos más responsables de trabajar para que a todos llegue lo mismo de lo que nosotros disfrutamos.Porque los dones de Dios son siempre para todos, para que a nadie le falte lo necesario.
No es muy difícil partir de esta reflexión para volver nuestra mirada a lo que está pasando en nuestro mundo y en nuestras comunidades, por culpa de esta pandemia: soledad, hambre, paro, abusos, injusticia, explotación… Para preguntarnos serenamente y seriamente lo que nos pide el Señor como cristianos, como comunidades, como Iglesia. No hacerlo así supondría desvirtuar el Evangelio y hacerlo «increíble» para las gentes de hoy. Y sería falsear la Eucaristía.