Oración para hoy sábado 7 de noviembre a las 21:00 h.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Jesús Nazareno , tú atravesaste pueblos y villas “curando toda dolencia y toda enfermedad.” Por tu mandato, los enfermos fueron curados. Acude a nuestra ayuda hoy, en medio de esta pandemia del coronavirus, te pedimos por toda nuestra Residencia, para que podamos sentir tu amor curativo. Ayuda y auxilia a las hermanas hospitalarias, residentes y trabajadores que están sufriendo los efectos de esta enfermedad. Que puedan recuperar sus fuerzas y sanar mediante un buen cuidado médico. Jesús Nazareno, sanador de todo, acompáñanos en estos tiempos de incertidumbre y pena Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración para hoy viernes 6 de noviembre a las 21:00 h.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Jesús Nazareno, Dios de misericordia y amor, ponemos en tus manos amorosas a nuestros hermanos y hermanas de nuestra Residencia que has llamado de esta vida a tu presencia, debido a ésta pandemia que estamos viviendo. En esta vida les demostraste tu gran amor, y ahora que ya están libres de toda preocupación concédeles pasar con seguridad las puertas de la muerte y gozar de la luz y la paz eterna. Habiendo terminado su vida terrena recíbelos en el paraíso, en donde ya no habrá tristeza ni dolor, sino únicamente felicidad y alegría junto a Ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
María Nazarena, mira a tus hijos en esta hora de preocupación y sufrimiento por un contagio que siembra temor y aprensión en nuestra Residencia, y en nuestras familias. Tú que conociste la incertidumbre ante el presente y el futuro, y con tu Hijo también recorriste los caminos del exilio, recuérdanos que él es nuestro camino, verdad y vida y que solo él, que venció nuestra muerte con su muerte, puede liberarnos de todo mal. Madre Nazarena, Tú, que junto a la cruz del Hijo, también has conocido el sufrimiento: calma nuestros dolores con tu mirada maternal y tu protección. Bendice a los residentes, y hermanas hospitalarias, que viven estos días con el miedo, a los trabajadores que se dedican a ellos con amor y coraje, a las familias con jóvenes y ancianos, a la Iglesia y a toda la humanidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Querido Beato Cristóbal de Santa Catalina, intercede ante Jesús Nazareno que es médico de los cuerpos y las almas, de fortaleza y paciencia a todos los trabajadores de nuestra Residencia para afrontar los trabajos que genera la epidemia y ayudar con generosidad a los hermanos que viven en la angustia. Y así, les conceda salud de alma y cuerpo a las Hermanas Hospitalarias, residentes y trabajadores que sufren el contagio de la enfermedad, a fin de que, salvados ambos, sientan la plenitud de los auxilios del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración para el martes 3 de noviembre a las 21:00 h.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Jesús Nazareno, escucha nuestra ferviente oración por todos los que sufren del coronavirus en nuestra Residencia. Que las personas infectadas reciban el tratamiento adecuado y la comodidad de tu presencia sanadora. Que sus compañeros y sus cuidadores estén protegidos de la embestida del virus. Dale consuelo a quienes lloran la pérdida de sus seres queridos. Protege y guía a aquellos que se esfuerzan por encontrar una cura. Que su trabajo pueda sobrepasar la enfermedad y restaurar nuestra sociedad. Ayúdanos a superar el miedo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En la mañana de hoy hemos conocido la triste noticia del fallecimiento de nuestro Hermano en Jesús Nazareno Antonio del Pozo López del Moral a los 88 años de edad.
Hermano de la Cofradía casi desde su Refundación, Antonio participó activamente en la vida de la Cofradía, perteneciendo a varias Juntas de Gobierno y siendo Vice-Hermano Mayor en una de las etapas de Andrés Valverde al frente de nuestra Cofradía. También colaboró junto a Paquita Aguayo en la Restauración del manto de salida de María Santísima Nazarena.
La Junta de Gobierno quiere transmitir su más sentido pésame a la familia y amigos de Antonio, teniendo un recuerdo muy especial para Purificación, su mujer y para sus hijos.
Rogamos al Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina y a María Santísima Nazarena para que intercedan ante Jesús Nazareno, para que el Señor lo acoja en su Gloria y le de el descanso eterno.
La misa por su eterno descanso tendrá lugar mañana día 3 de noviembre a las 16:00 h. en la Parroquia de San Andrés.
María queda en soledad recordando los tormentos padecidos por su Hijo y a la espera de su gloriosa Resurrección.
Nuestra Señora de la Soledad, Tú que estuviste junto a tu hijo hasta el final, sin importar el dolor que te causaba, haz que nosotros sigamos apoyando y acompañando a Nuestra Casa de Jesús Nazareno en estos duros momentos. Ofrece el consuelo a los enfermos y dales fuerzas y esperanzas en una pronta recuperación.
Oración para hoy lunes 2 de noviembre a las 21:00 h.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oh Virgen de la Soledad, Madre de Dios, a través de los años, tu pueblo ha pedido por medio de tu intercesión en tiempos de epidemia y enfermedad. Ahora te invocamos Madre de la Soledad y te pedimos ruegues por nuestra Residencia de Jesús Nazareno y por nosotros, para que encontremos sanación y refugio y un final rápido para este tiempo de enfermedad. Sé para nosotros verdaderamente Nuestra Madre y Señora, y acércanos cada vez más a tu Hijo, Jesús Nazareno, fuente de toda sanación y consuelo. Nuestra Señora de la Soledad, apresúrate a socorrernos Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Nuestros Sagrados Titulares los protejan y los cuiden.
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,1-6):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»
Palabra del Señor
Ayer celebrábamos a los santos. Todos los Santos de la historia de la Iglesia. Pero hoy celebramos a los difuntos, y estos son como más nuestros. La mente y el recuerdo se nos van a nuestros difuntos, los que hemos conocido, los que han sido de nuestra familia, los que han formado parte de nuestra historia personal. Con ellos hablamos, tuvimos relación. Quizá hasta nos enfadamos y discutimos. Son nuestros difuntos. Y cuando murieron, un poco de nosotros mismos, de nuestra historia, de nuestro ser, murió con ellos.
Es una memoria agradecida. La relación con nuestros difuntos, de los que nos acordamos, fue una relación de cariño. Hasta podríamos decir que esa relación no solo fue, sino que es. Está presente en nuestros corazones y en nuestras mentes. Nos acordamos de ellos. No se trata sólo de que tengamos su foto en la cartera. Ellos están con nosotros. Es otra forma de presencia.
Es una memoria dolorosa. Porque su partida nos dejó marcados. Un trozo de nuestra propia y personal historia se fue con ellos. Alguien que formaba parte de nosotros, de nuestro yo, se fue y nos dejó más solos. Desde entonces experimentamos con más fuerza esa soledad que forma parte intrínseca de la vida de toda persona. Nos sentimos huérfanos porque ellos cuidaban de nosotros, su amistad y su cariño nos mantenía firmes y nos ayudaba a vencer las dificultades de la vida. Nos hemos quedado más solos y lo sentimos.
Es una memoria esperanzada. Porque desde la fe creemos que esta vida no termina en estos límites que impone la duración de nuestro cuerpo. La fe en Jesús Nazareno nos invita a mirar más allá del horizonte de la muerte. No sabemos bien cómo pero creemos que hay vida más allá de la muerte. Estamos convencidos de que tanto amor, tanta amistad, tanto cariño, no puede desaparecer de golpe. Que Jesús resucitó es la afirmación más importante de nuestra fe. Desde ella todo el Evangelio cobra sentido. Amar, servir, entregarse por los demás, tiene un sentido nuevo. Nada es en vano. Nos encontraremos más allá –no sabemos de qué manera– y ese amor, esa amistad, ese cariño llegará a su plenitud.
Por eso, hoy recordamos a nuestros difuntos. Y, aunque nos duela su memoria y su recuerdo, sabemos que la vida de Dios es más fuerte que la muerte. Cuando escuchamos el mandato evangélico de amarnos unos a otros, sabemos que ese amor no se perderá. Porque Dios es amor y es vida. Y nosotros mantenemos alta la mirada y firme la esperanza. Aunque nos duela el recuerdo de nuestros seres queridos.
Llevamos 8 meses sin poder postrarnos ante tus pies, sin ver tu bendito rostro en tu Camarín, pero sabemos que estás ahí y necesitamos tu ayuda. Pedimos tu intercesión, continúa protegiendo tu casa y a todos los que en ella habitan.
Concede el descanso eterno a los que llamas a tu presencia, que tu bendito rostro los ilumine en el camino que emprenden a la casa del Padre.
Oración para hoy domingo 1 de noviembre a las 21:00 h.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y librarnos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Padre Nazareno de todo consuelo, te pedimos por todos las Hermanas hospitalarias, residentes y trabajadores de nuestra residencia, han sido y son víctimas del covid-19. Las cargas físicas, mentales, espirituales, emocionales y financieras son agobiantes. Y sabemos que no somos afectados con igualdad o justicia. Oramos especialmente por los trabajadores de la Residencia que están arriesgando sus vidas por la protección y el sustento de otros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Nuestros Sagrados Titulares los protejan y los cuiden.
Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (5,1-12)
«Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»
Palabra del Señor
«Alegraos y regocijaos»
Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con la práctica del amor fraterno.
Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.
Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.