Exposición de Arte Cofrade

Hoy a las 17:30 h. en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba se inaugura la Exposición de Arte y Cofradías de Córdoba que organiza la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba y que contará con una amplia muestra de obras significativas pertenecientes a las Hermandades y Cofradías de la localidad.

La Cofradía, como no podía ser de la forma, colabora con la exposición con varias piezas:

Peana de Plata de Jesús Nazareno

Cruz de Plata de Jesús Nazareno

Relicario de Plata del Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina

Túnica Bordada de Jesús Nazareno

Corona de Plata sobredorada de María Santísima Nazarena

Corazón traspasado por los siete puñales de María Santísima Nazarena

La Exposición permanecerá abierta hasta el 28 de noviembre y se podrá acceder con la entrada a la Santa Iglesia Catedral.

Misa de Acción de Gracias 50° Aniversario

El próximo sábado día 6 de noviembre a las 20:00 h. tendrá lugar en la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno la Misa de Acción de Gracias con la que culminan los actos que, con motivo de 50° Aniversario, ha organizado la Cofradía.

La Misa estará presidida por el Vicario General de la Diócesis el Ilmo. Sr. D. Antonio Prieto Lucena, en representación del Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Córdoba, D. Demetrio Fernández, que en un principio confirmó su presencia, pero unos compromisos pastorales de última hora no le han permitido presidir esta celebración.

Evangelio 31° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34):

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús: «El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.» El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que éstos.»
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

ESCUCHA Y AMA

¡Escucha, Israel. Escucha, pueblo de Dios, escucha bautizado!

Esto lo primero de todo: que escuches la voz de tu Dios.

Tu Dios te habla en cada celebración, cuando se proclama la Palabra, y quiere dialogar contigo.

«Escucha Israel», «y que las palabras que yo te dirijo hoy queden grabadas en tu corazón».

Como enseñó el Sacerdote Elí al joven Samuel que «oía» aquella desconocida voz: «cuando te sientas llamado, responde: Habla Señor, que tu siervo escucha».

Y si te cuesta escuchar la voz, ora como el rey Salomón, cuando siendo aún joven le dijo Dios: «pídeme lo que quieras que te dé». Y Salomón respondió: «Concede a tu siervo un corazón que escuche». Agradó tanto al Señor aquella petición, que le respondió: «Cumplo tu ruego y te doy un corazón sabio e inteligente».

Cada mañana, al estrenar el día, podemos recordar las palabras de Isaías: «El Señor me ha dado lengua de discípulo, y mañana tras mañana despierta mi oído para que escuche como un discípulo. El Señor me ha abierto el oído».

En la primera plegaria del día, Laudes, a menudo repetimos: «¡Ojalá escuchéis hoy su voz! No endurezcáis vuestro corazón» (Salmo 5, 7,8).

En el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, se nos dice: «El que tenga oídos que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (2, 7.11.17,29). Porque el Espíritu de Dios habla también hoy a la Iglesia, invitándola a la renovación y a la fidelidad.

Y nos animan las palabras de Jesús: «en verdad, en verdad os digo: el que escucha la voz del Hijo de Dios ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5, 25).

Tu Dios te habla en el fondo de tu corazón/conciencia, empujándote siempre hacia el bien y el amor. Allí en tu corazón resuenan muchísimas voces. Algunas de ellas encienden tus más bajos instintos: la rabia, el rechazo al que es distinto, la comodidad, el egoísmo, la agresividad, la venganza, la búsqueda de ventajas personales por encima de los otros, el dejarte llevar por lo que hace todo el mundo, el no complicarte la vida… Pero junto a ellas también está la voz de Dios. ¿Cómo distinguir una de otras?

«El Señor, nuestro Dios, es solamente uno». Los otros nunca deben ser tomados como dioses, porque no lo son. Al único Dios lo reconocemos porque nos saca de la tierra de la esclavitud para darnos la libertad. Los otros «dioses» nos atan, nos someten, nos manejan. A este único Dios le mueve el clamor del pobre, del necesitado, del más frágil, del que sufre, del más pequeño. Los otros «dioses», en cambio, los silencian, sólo dejan oír la voz del egoísmo. Este único Dios quiere hacer de nosotros un gran pueblo, una gran comunidad de hermanos, y solo nos ofrece una Ley importante: la Ley del amor, con ella, busca hacer de ti una persona «grande» y fraterna pues tendrás un corazón enorme lleno de amor.

Me ha ayudado meditar este testimonio personal:

En cierta ocasión le pregunté a Dios qué deseaba decirme o pedirme. Era un momento de ardiente fervor en el que me sentía preparado para escuchar cualquier cosa. En un momento de tranquila escucha, oí interiormente las siguientes palabras: «te amo». Y me sentí desilusionado: ¡ya lo sabía! Pero Él volvió a mí de nuevo con esas mismas palabras. Y de repente, me di cuenta con mucha claridad de que nunca había aceptado e interiorizado realmente el amor de Dios por mí. En ese instante lleno de gracia, vi que «yo sabía» que Dios había sido paciente conmigo y me había perdonado muchas veces. Pero me asombró no haberme abierto nunca a la realidad de su amor. Lentamente caí en la cuenta de que Dios tenía razón. Nunca había escuchado realmente el mensaje de su amor. Cuando Dios habla, siempre habrá «algo sorprendente, distintivo y duradero». (John POWELL, Las estaciones del corazón. Sal Terrae)

Por eso sólo a él le darás «todo tu corazón». Porque sólo él te ha amado tanto, tanto, tanto… y su amor no te ata nunca, no te domina ni te impone, ni te maneja, sino que te hace ser más tú. Sólo te pide esto: «ama». Y entonces, toda voz que no te ayude a ser más libre, más responsable, más generoso, más dispuesto, más acogedor, más atento, más justo. menos individualista… no es la voz de Dios.

Tu Dios te habla también en la voz de los hombres que necesitan algo de ti. Ha escrito don Santiago Agrelo, un pastor excepcional y obispo emérito de Tánger:

Aceptamos que el «amar al Señor Dios con todo el corazón» es el primer mandamiento de la ley; pero no hay razón para que pensemos que ese mandato tenga algo que ver con unos extranjeros vigilados, controlados, desplazados, deportados en nombre de nuestro bienestar; podemos amar a Dios y desentendernos de esos hijos suyos que, por no tener papeles, han dejado de ser hijos suyos. Ocuparse de ellos sería ‘buenismo’ indigno de personas razonables.

Aceptamos eso de «amar al prójimo como a uno mismo»; pero es evidente que unos extranjeros sin dinero no son «prójimo» nuestro, y mucho menos son «nosotros mismos»: gentes así son sólo una amenaza para nuestro trabajo, para nuestra identidad, para nuestra seguridad; y como una amenaza han de ser apartados de nuestra vida. Cualquier otra disposición sería mero sentimentalismo.

Puede que bosques, fronteras y pobres nada tengan que ver con el evangelio de nuestra eucaristía. Puede que consigamos amar a Cristo sin amar su cuerpo que son los pobres. Puede que consigamos comulgar con Cristo y subvencionar a quienes añaden sufrimientos atroces a su pasión. Si así fuese, si nuestra misa nada tiene que ver con los caminos de los pobres, mucho me temo que tampoco tenga algo que ver con el camino que es Cristo Jesús.

Jesús unió inseparablemente el amor de Dios y al prójimo en un solo mandamiento. Y el modo de comprobar que amamos a Dios como único Dios, por encima de todas las cosas es el amor al prójimo. No es posible amar a Dios… si nos desentendemos de los que él ama más: de cada hijo/hermano sin exclusión. El amor, los demás, y el mundo creado son temas principales para revisar nuestra conciencia y crecer, procurando concretar: ¿A quién, cómo y cuándo debo expresar mejor mi amor (y mi escucha)?

En este contexto se entiende mejor que el Papa desee una Iglesia de la escucha, a la escucha: «El tiempo de Sínodo en el que estamos nos ofrece una oportunidad para ser Iglesia de la escucha, para tomarnos una pausa de nuestros ajetreos, para frenar nuestras ansias pastorales y detenernos a escuchar. Escuchar el Espíritu en la adoración y la oración… Escuchar a los hermanos acerca de las esperanzas y las crisis de la fe en las diversas partes del mundo, las urgencias de renovación de la vida pastoral y las señales que provienen de las realidades locales».

Escuchar es el camino para poder amar: escuchar sin estar pensando lo que vamos a responder, escuchar sin hacer juicios, escuchar con atención las palabras, los gestos, los sentimientos, la situación vital. Escuchar dejando que me afecte lo que escucho, que me toque por dentro. Escuchar para discernir. Escuchar para acompañar y caminar juntos (=Sínodo) Escuchar, como María, guardando la Palabra y las palabras en el corazón. Escuchar comprendiendo y amando.

Termino con estas palabras del Papa Francisco: «Escucha también la melodía de Dios en tu vida, y no limitarte a abrir los oídos, sino abrir el corazón. Y es que, quien canta con el corazón abierto toca el misterio de Dios, incluso sin darse cuenta. Un misterio que es, en definitiva, el amor que despliega su maravilloso, pleno y único sonido en Jesucristo».

Que el Señor nos afine el oído y nos dirija para interpretar y cantar juntos la partitura del Amor.

Lista Definitiva de Candidatos

La Junta Electoral informa:

Que una vez finalizado el plazo de alegaciones, hace pública la relación definitiva de candidatos a Hermano Mayor:

1. José Antonio Pérez Pérez.

Siguiendo con el calendario propuesto, desde hoy se puede consultar la inscripción en el Censo Electoral a través del correo electrónico secretaria@nazarenocordoba.es y presentar las alegaciones al censo.

Evangelio 30° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,46-52):

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.»
Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.»
Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.»
Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?»
El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.»
Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor

PARA QUE UN CIEGO ECHE A ANDAR

Todo lo que los evangelistas recogieron, elaboraron y redactaron de la vida de Jesús no tiene como fin «informarnos» de lo que pasó (como haría, por ejemplo un periodista), sino ayudarnos a leer nuestra realidad de hoy para iluminarla. Es decir: este relato tiene que ver conmigo, está pensado para mí, quiere decirme algo para mi vida, espera dialogar conmigo y ayudarme a cambiar en algo. Y debemos leerlo partiendo de nuestras circunstancias concretas.

Veamos a quién representa este ciego y cuáles serían las cegueras que nosotros necesitamos curar o ayudar a curar:

UN CIEGO TIRADO AL BORDE DEL CAMINO:

Bartimeo es alguien que vive «dependiendo» de los demás, sus circunstancias personales le impiden valerse por sí mismo y vive de lo que le quieran dar los otros. No tiene derechos, no puede exigir nada.

Es alguien que no «ve» su futuro. Su situación no tiene salida. Nada le motiva a levantarse y «moverse» en alguna dirección. Se trata de un «descartado», tirado al borde del camino. Su «sentido de la vida» no es otro que sobrevivir lo mejor posible. ¡Tiene tantas carencias y limitaciones…! «Los demás son mejores que yo, pueden más que yo, tienen más posibilidades que yo….»

¿Podríamos hablar también de la «ceguera» de la gente y de los discípulos? Unos y otros no se dieron por enterados de aquel ciego allí tirado, no captaron su soledad y su dolor, porque «iban a lo suyo», aunque en este caso sea magnífico que estén pendientes del Maestro. Y sienten que Bartimeo más bien les estorba con sus quejidos y voces. La ceguera de no ver a los que tenemos tan cerca.

Por otro lado, tendríamos la «ceguera» de la fe. Muchos «no ven» al Señor Jesús, a pesar de tenerlo tan cerca, aunque les hayan hablado de él. Parece que de oídas, Bartimeo sabía algo de Jesús, lo suficiente como para atreverse a pedirle algo. Pero no puede verlo. Por eso le llama, y por dos veces pide «compasión». También podríamos hablar de que la gente y los discípulos que acompañan y van escuchando a Jesús… no han «captado» todavía su mensaje o no han sintonizado bien con él. Andan escasos de sensibilidad ante el pobre, escasos (todavía) de compasión.

EL CIEGO GRITABA:

Hay muchos modos de gritar, de llamar la atención:

– Hay quienes lo hacen con la «violencia oral»: gritan, hacen ruido, protestan, reclaman… Y a veces pasan de la violencia oral a la violencia de los hechos.

– Hay quienes, en cambio, optan por un estruendoso y total «silencio», ya no saben qué decir o cómo decirlo… y guardan silencio.

– El «grito» de otros consiste en no estar cuando se les espera. A ver si les echan de menos y les hacen caso.

– Algunos gritan a través de las redes sociales, con sus mensajes y sus imágenes de denuncia, y la esperanza de que otros se solidaricen con ellos, o se difunda determinada situación injusta.

– Hay por fin, quienes gritan, como Bartimeo, pidiendo ayuda a Dios. Es lo que se llama con todo sentido «oración». Reclamar, a Dios, quejarse a Dios, esperar de Dios, pedir e incluso literalmente gritarle a Dios. Quizá lo hagan en el silencio de una capilla, en la cama de un hospital, en un banco solitario del parque, haciendo botellón o durmiendo en cualquier sitio… con una lágrima o un torrente de ellas, de rodillas, o con las manos juntas, o de pie con la cabeza agachada, o con la mirada hacia la cruz, o con la mirada perdida…

¿Qué nos enseña Marcos sobre la actitud y reacción de Jesús ante cegueras como éstas?

JESÚS SE DETUVO:

Jesús es alguien capaz de mirar, de oír, de darse cuenta… aún en medio de todo el jaleo que le envuelve. Es una persona atenta, concentrada en lo importante: atento a las personas. No se deja arrastrar, es dueño de sí mismo. Eso es algo que podemos y debemos aprender, entrenar, está en nuestra mano conseguirlo.

En segundo lugar, «llama», se interesa, se acerca, no se informa a distancia (esa «cercanía» a la que tanto nos llama hoy el Papa). Y además dialoga: ¿qué quieres que haga por ti? No da por supuestas las cosas, no «adivina» lo que le pasa. Prefiere que aquel hombre ponga nombre a sus sufrimientos, a sus deseos, a su inquietud. Le ayuda a expresarse. Es una condición esencial para salir de su situación. No todos saben o quieren hacerlo. Jesús le hace una pregunta oportuna para que cuente, para que reconozca su dolor, su deseo, su esperanza: ¿Qué quieres que haga por ti? Es una pregunta muy misionera: preguntar… y escuchar la respuesta como interpelación personal. No le ha pedido de entrada un milagro, ni nada material: sólo «ten compasión de mí». Luego, ya en la conversación que entablan ambos, le pide lo más necesario: recobrar la vista (¿quiere decir que antes la tuvo?).

Cuando Jesús le hace llamar da un «salto», a la vez que se «desprende» de su manto (sus seguridades, lo que parece protegerle…). Son signos de «CONFIANZA». Bartimeo se ha abierto a Jesús, se ha sentido «atendido», importante», acogido.

Marcos no cuenta que Jesús «haga» nada por el ciego. Sólo unas palabras (es la fuerza que tiene la Palabra de Dios escuchada con fe): «Anda» (curiosamente también, la invitación no es a «ver» o «mirar», sino a moverse, a dejar de estar sentado…), que se traduce en un «seguirle por el camino». La Palabra de Jesús ha servido para que el ciego «vea» que tiene que «seguir a Jesús», y ha descubierto también que en él hay «fuerza», «fe», lo que necesita para dejar el manto y el borde del camino. Jesús no le ha dado «las cosas hechas», le ha «empujado» a caminar por sí mismo. Y a ser discípulo.

CONCLUSIONES: En el contexto del DOMUND que hoy celebramos, bajo el lema «Cuenta lo que has visto y oído», podemos subrayar:

– Detectar nuestras propias cegueras (y sorderas), tal como hemos indicado antes, porque si no vemos/oímos bien…

– Ser mediadores (misioneros) y no estorbos ante tantos que están al borde tantos caminos. Lejos… o en casa. E invitar: «Ánimo, levántate, que te llama».

– Como el Maestro, ofrecer nuestra «compasión», que no es lástima ni pena… es la compasión de Jesús que «conecta» con la situación vital del que está tirado, descartado, «ciego». Hacernos cargo. Y atrevernos luego a preguntarle: «¿Qué quieres que te haga?».

– ¿Qué tenemos que contar? (Lema): Cómo el Señor nos ha hecho mirar las cosas de manera más profunda y con sentido. Las Palabras que escuchamos y que nos ayudan a ser más personas e iluminan nuestros pasos. Cómo sigo al Señor por el camino y cómo experimento su presencia en mí. No se trata de contar lo que pienso, lo que he leído, lo que dicen otros, lo que está escrito, lo que hay que hacer o ser… sino lo que yo he visto y oído: Mi experiencia de vida, la acción de Dios en mí.

– Por último: la razón, la fuente, la raíz, la fuerza, el «cómo» de la tarea misionera no es otra que la fuerza del amor de Dios. Como dice el Papa «Hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor y cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído».

Por eso concluyo con una plegaria de San Antonio María Claret (hoy día 24 es su/nuestra fiesta):

Fuego que siempre ardes y nunca te apagas,
amor que siempre hierves y nunca te entibias: Abrásame para que te ame.
Te amo, Jesús, con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas.
Quisiera amarte más y que todos te amen.
Quisiera amarte por mí y por todas tus criaturas.
Haz, Padre, que te ame como me amas Tú y como tú quieres que yo ame.
Padre mío; de sobra sé que no te amo lo que debiera,
pero estoy seguro que llegará el día en que te amaré como deseo
porque Tú mismo me concederás este amor que te pido
por medio de María y de Jesucristo nuestro Señor. Amén

Lista Provisional de Candidatos

La Junta Electoral encargada del normal desarrollo de las próximas elecciones a Hermano Mayor el día 14 de noviembre informa:

Que una vez finalizado el plazo de presentación de candidaturas y estudiada la documentación de la candidatura presentada, hace pública la relación provisional de candidatos a Hermano Mayor:

1. José Antonio Pérez Pérez.

Siguiendo con el calendario propuesto, el próximo día 24 de octubre hará pública la relación definitiva de candidatos una vez finalizados los periodos de alegaciones y resolución de las mismas.

Evangelio 29 Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,35-45):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»
Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»
Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»
Contestaron: «Lo somos.»
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.» Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

Palabra del Señor

UNA IGLESIA DE SERVIDORES Y SINODAL

Ven, Espíritu Santo. Tú que suscitas lenguas nuevas y pones en los labios palabras de vida, líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro. Ven en medio de nosotros, para que en la experiencia sinodal no nos dejemos abrumar por el desencanto, no diluyamos la profecía, no terminemos por reducirlo todo a discusiones estériles. Ven, Espíritu Santo de amor, dispón nuestros corazones a la escucha. Ven, Espíritu de santidad, renueva al santo Pueblo fiel de Dios. Ven, Espíritu creador, renueva la faz de la tierra. Amén (Papa Francisco).

El primer conflicto serio de la Iglesia tuvo lugar ante los propios ojos de Jesús: dos de sus discípulos contra diez, y diez contra dos. El motivo no fue una discusión teológica o el rechazo de algún dogma, sino la ambición de poder, la lucha por los primeros puestos. Fue el comienzo de una dolorosa y repetida historia de división y conflictos, a menudo desencadenados por rivalidades y envidias. Cuando alguien quiere dominar, imponerse sobre los demás, el grupo se desmorona: nacen enfrentamientos, con una violencia más o menos explícita, y muchos terminan optando por la pasividad o la indiferencia o el alejamiento de la Iglesia.

Jesús constituyó a los Doce para que fueran signo de una nueva sociedad, en la que sea abolida toda pretensión de dominio, y se cultive una sola ambición: la de servir a los más pobres, a los más frágiles. Tarea difícil. La mentalidad de este mundo se infiltró muy pronto en la Iglesia, con sus criterios mundanos de dominar, de afán de poseer, de enseñorearse sobre los demás, de intentar algunos imponer -incluso con malas artes- sus criterios y opiniones. Y aparecieron los títulos y cargos, las vestiduras nobles para indicar el «rango» jerárquico y distinguirse del resto de los bautizados, los tronos, los pactos de poder, las influencias políticas…

Jesús va de camino a Jerusalem con paso firme y decidido. Sus discípulos le siguen temerosos y apesadumbrados porque ya en dos ocasiones el Maestro les ha subrayado cuál será la meta del viaje. En los versículos inmediatamente anteriores a la lectura de hoy, les había anunciado por tercera vez lo que le espera en la Ciudad Santa: será insultado, condenado a muerte, azotado y matado (vv. 32-34). Resulta incomprensible que, después de escucharlo tan claramente, los discípulos sigan esperando que Jesús vaya a Jerusalem para comenzar el «tiempo mesiánico», entendido como un reino de este mundo. Les preocupa más bien lo que sucederá después. Sus sueños de gloria no se detienen ni siquiera ante la muerte de Jesús. Es el deseo de poder y de reservarse los puestos de honor lo que ocupa sus mentes y sus corazones.

Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, se presentan a Jesús y, delante de todos, sin ninguna discreción ni disimulo, y le dicen: “¡Queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir!”. Parece que se sintieran con algún derecho, y por encima del resto del grupo para plantear semejante petición. No dicen “por favor”, sino que exigen, como reclamando un derecho. Seguramente recordaban que, después del primer anuncio de su pasión (cf. Mc 8,31), Jesús habló del día en que “venga con la gloria de su Padre y acompañado de sus santos ángeles” (Mc 8,38). El resto del discurso se les había «olvidado», no así la palabra «gloria», que Jesús había usado exclusivamente en esta ocasión. Y la conectaron con la enseñanza de los rabinos quienes, refiriéndose al Mesías, aseguraban que “se sentará en el trono de la gloria” para juzgar, y a su lado se sentarán «los justos». Santiago y Juan aspiran a tener algún poder en el cielo, estar en el selecto grupo de los justos.

Cuando surgen entre sus discípulos pretensiones de honores, privilegios, y deseos de los primeros puestos, Jesús nunca se muestra comprensivo ni condescendiente. (cf. Mc 8,33; 9,33-36), y en este caso ha sido duro y severo: “No sabéis lo que estáis pidiendo”. Sí que sabéis que “entre los paganos los que son tenidos por gobernantes dominan a las naciones como si fueran sus dueños y los poderosos imponen su autoridad”. Los discípulos conocen cómo ejercen la autoridad los líderes políticos y religiosos, los rabinos, escribas y sacerdotes del templo: dan órdenes, reclaman privilegios, exigen ser venerados según los protocolos; hay que arrodillarse ante ellos, besarles la mano, dirigirse a ellos con los títulos y reverencias correspondientes a la posición y prestigio de cada uno. ¿Son estas autoridades las que deben inspirar a los discípulos? Jesús les da una orden clara y contundente: “No será así entre vosotros” (v. 43). Ninguno de esos liderazgos puede ser tomado como ejemplo. El modelo –explica– es el esclavo, el Siervo.

El Papa Francisco ha recordado varias veces que el Pueblo de Dios está constituido por todos los bautizados, llamados a un sacerdocio santo. Y que «todo Bautizado, cualquiera que sea su función en la Iglesia y su grado de instrucción de su fe, es un sujeto activo de evangelización y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores cualificados, en el cual el resto del Pueblo fiel sería solamente receptivo de sus acciones». También el Pueblo posee un «instinto» propio para discernir los nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia. Por eso, el pasado día 10 de Octubre, dio comienzo en Roma el «Sínodo sobre la Sinodalidad», en el que (por primera vez en la historia de la Iglesia) quiere contar con las aportaciones de todos los bautizados. En los próximos días dará comienzo la «fase diocesana» en el reto de la Iglesia.

Según el documento preparado por la Secretaría del Sínodo: «es una invitación para que cada diócesis se embarque en un camino de profunda renovación como inspirada por la gracia del Espíritu de Dios. Se plantea una cuestión principal: ¿Cómo se realiza hoy en la Iglesia nuestro «caminar juntos» en la sinodalidad? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro «caminar juntos»? El Sínodo no es un parlamento, ni es un sondeo de las opiniones sino un momento eclesial, y el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo».

• «El objetivo es asegurar la participación del mayor numero posible, para escuchar la voz viva de todo el Pueblo de Dios».

• «Esto no es posible si no hacemos un esfuerzo especial para llegar activamente a las personas donde se encuentran, especialmente a los que a menudo son excluidos o no participan en la vida de la Iglesia. Debe haber un claro enfoque en la participación de los pobres, marginados vulnerables y excluidos, para escuchar sus voces y experiencias».

• «El proceso sinodal debe ser sencillo, accesible y acogedor para todos».

En su discurso inaugural, el Papa ofrece las tres palabras clave: comunión, participación y misión. El Concilio Vaticano II precisó que la comunión expresa la naturaleza misma de la Iglesia y, al mismo tiempo, afirmó que la Iglesia ha recibido «la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino». En el cuerpo eclesial, el único punto de partida, y no puede ser otro, es el Bautismo, nuestro manantial de vida, del que deriva una idéntica dignidad de hijos de Dios, aun en la diferencia de ministerios y carismas. Por eso, todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia.

El Sínodo nos ofrece una gran oportunidad para una conversión pastoral en clave misionera y también ecuménica, pero no está exento de algunos riesgos. Y cita tres de ellos:

• El formalismo. Necesitamos los instrumentos y las estructuras que favorezcan el diálogo y la interacción en el Pueblo de Dios, sobre todo entre los sacerdotes y los laicos. A veces hay cierto elitismo en el orden presbiteral que lo hace separarse de los laicos; y el sacerdote al final se vuelve el “dueño del cotarro” y no el pastor de toda una Iglesia que sigue hacia adelante. Esto requiere que transformemos ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno, entre otras.

• El intelectualismo: convertir el Sínodo en una especie de grupo de estudio, con intervenciones cultas pero abstractas sobre los problemas de la Iglesia y los males del mundo; una suerte de “hablar por hablar”, alejándose de la realidad del Pueblo santo de Dios y de la vida concreta de las comunidades dispersas por el mundo.

• Y la tentación del inmovilismo. Es mejor no cambiar, puesto que «siempre se ha hecho así». Quienes se mueven en este horizonte, aun sin darse cuenta, caen en el error de no tomar en serio el tiempo en que vivimos. El riesgo es que al final se adopten soluciones viejas para problemas nuevos.

Y termina invitando a que vivamos esta ocasión de encuentro, escucha y reflexión como un tiempo de gracia, que nos permita captar al menos tres oportunidades: encaminarnos estructuralmente hacia una Iglesia sinodal, donde todos se sientan en casa y puedan participar. Para ser Iglesia de la escucha del Espíritu en la adoración y la oración, y escuchar a los hermanos: sus esperanzas y las crisis de la fe en las diversas partes del mundo, las urgencias de renovación de la vida pastoral y las señales que provienen de las realidades locales. Y ser una Iglesia de la cercanía. Volvamos siempre al estilo de Dios, el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura, para que se establezcan mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo. Una Iglesia que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios.

El padre Congar recordaba: «No hay que hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay que hacer una Iglesia otra, distinta».

Os invito a repasar lo aquí escrito, para meditar y orar, dialogar, discernir… aportar lo que nos parezca conveniente y ¡cambiar/convertirnos

Ciclo Conferencias 50° Aniversario

El próximo sábado día 16 de octubre daremos continuación al ciclo de conferencias que la Cofradía ha preparado con motivo del 50° Aniversario de su reorganización.

A las 18:00 h. tendrá lugar la conferencia que tiene por título:

«La cofradía de Jesús Nazareno: 50 años de incremento y restauración patrimonial»

A cargo de D. Fermín Pérez Martínez, cofrade y hermano de la Cofradía.

Fermín Pérez Martínez es educador y cofrade de vocación, con 17 años era recibido como hermano de nuestra cofradía en septiembre de 1975, desarrollando en ella aquella vocación innata. Enamorado de lo pasionista y lo mariano, fue pregonero de nuestra Semana Santa en 1989, de las Glorias en 2012, de la coronación canónica de la Virgen del Socorro en 2003 o, hace 25 años, de las bodas de plata de nuestra cofradía. También fue el exaltador del padre Cristóbal con motivo de su beatificación. Sus servicios y disponibilidad a las hermandades y cofradías de Córdoba fueron reconocidos con el nombramiento como Cofrade Ejemplar en el año 2014.

En su conferencia nos hará un recorrido desde el corazón por las realizaciones patrimoniales  de la cofradía durante este medio siglo, incluyendo anécdotas y algún que otro dato inédito,con una reflexión final sobre el legado espiritual.

A las 20:00 h. tendrá lugar la Mesa Redonda con los Hermanos Mayores que han servido a la Cofradía en estos últimos 50 años. Estará moderada por D. Rafael Fernández Criado, cofrade y colaborador del programa Paso a Paso de Canal Sur.

Rafael Fernández Criado nace en Córdoba en el año 1965, en plena cuaresma, en el seno de una familia muy vinculada al Rescatado.

Será un Domingo de Ramos, a la edad de once años, cuando viste el hábito nazareno por primera vez acompañando a Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado. No obstante, la cofradía de su juventud fue la Hermandad de la Soledad del barrio donde vivió desde su infancia: Santiago. Su vinculación a esta Hermandad le llevó a ocupar diversos cargos en Junta de Gobierno y a participar como director del Coro de la Hermandad, desde la reapertura del templo de Santiago en 1991.

Rafael es también músico cofrade. Ha cantado saetas en Semana Santa y es cantautor cofrade con composiciones dedicadas a: “Mª Stma. en su Soledad”, “Rescatado”, “Caído”, “Prendimiento” y “Estrella”. Además, es miembro del Coro de Ópera de Córdoba desde 1988, con el que ha participado en diversas actuaciones en cofradías cordobesas.

Ha sido exaltador del 25º aniversario de la Bendición de la Virgen de la Estrella, en el 2011. Ha presentado diversos actos cofrades y a pregoneros. Ha escrito artículos en prensa, boletines de Hermandades y en la revista Córdoba Cofrade.

En el año 2003, escribió su primer libro: “Kofrade”, con una posterior segunda edición: “Vocabulero Cofradiero”. Un libro, este, en el que se cuenta con ironía realidades del mundo cofrade cordobés.

Desde el año 2002, es reportero del programa Paso a Paso, en Canal Sur Radio, donde disfruta del contacto con la gente, buscando sus sentimientos y emociones, y compartiendo los sonidos para el recuerdo de aquellos que ya no están, pero que siguen vivos gracias a la radio.

Desde el año 2004 es el creador, en este espacio radiofónico, de: “La Taberna”, teatro en la radio sobre temas de actualidad cofrade, tratados con la ironía propia de su autor.

El año 2019, pronunció la Exaltación, al padre y maestro de nuestra Semana Santa: San Álvaro de Córdoba y fue elegido pregonero de la semana santa de Córdoba para el pasado 2020, acto que fue suspendido justo en el inicio de la pandemia.

Este mismo año 2021 ha sido el encargado de realizar la exaltación de Cuaresma de nuestra Cofradía.

Todos los actos tendrán lugar en la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno.

Evangelio 28° Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-30):

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!»
Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando. y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»
Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.»

Palabra del Señor

¿Qué tengo que hacer?

Desde que el hombre es hombre, ha experimentado la necesidad de ir más allá de una vida que parece terminarse con la muerte: la «vida eterna». Porque entonces: ¿Qué más da lo que uno consigue tener, o hacer en esta vida… si todo se acaba?

Sin embargo parece que esta pregunta no inquieta hoy a la inmensa mayoría. Al menos formulada con las palabras que usa aquel hombre que se acerca a Jesús. ¡La vida eterna! Ocupados con la vida diaria, atrapados por las cosas inmediatas, por tantas que es urgente hacer y llevar al día… que no hay lugar para esta pregunta, a no ser quizás, cuando la enfermedad nos pega algún mordisco, o cuando alguien cercano se nos va de este mundo. Dicen que esta pandemia, con todas sus terribles consecuencias ha reavivado la pregunta por la vocación religiosa entre los jóvenes…

Algunos pensadores modernos rechazaron explícitamente hacerse planteamientos más allá de esta vida: “Queremos el cielo aquí en la tierra; el otro cielo se lo dejamos a los ángeles y gorriones”. Y no pocos han hecho suya la máxima que centraba la película «El club de los poetas muertos»: «Vive el presente».

Lo cierto es que Jesús aprovecha y corrige aquella pregunta: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?», y habla más bien de «tener un tesoro en el cielo» o de «entrar en el Reino». Es decir: que Dios (el cielo) sea tu único tesoro. El Maestro intenta reorientar aquella mirada… nada de «heredar» o «ganarse» la otra vida, sino de llenar de sentido esta vida.

Aquel desconocido tenía su madurez, su capacidad de hacerse preguntas serias. Hay que reconocérselo. Lo que le plantea en el fondo a Jesús es: ¿Qué tengo que hacer para ser feliz?, ¿Cómo me puedo sentir satisfecho de mí mismo? ¿Qué tengo que hacer para que mi vida valga realmente la pena? Porque a todas estas preguntas no había encontrado una salida válida.

Las respuestas habituales que nos ofrece nuestra sociedad apuntan a:

— Estudiar para tener un buen empleo, o ser competitivo, o poder volver a tener un trabajo; ganar «suficiente» dinero, comprarse un piso, un coche, hacer algún viaje… Lo de «suficiente» dinero es algo bastante difícil de especificar, por cierto.

— También el mundo afectivo: encontrar pareja, formar una familia, y estar acompañado de buenos amigos…

— Y también esa dimensión que se fija en uno mismo: cuidar la propia salud, tener buen aspecto exterior, la imagen que presentamos a los demás, hacer lo que me gusta…

— Algunas veces se propone también aprender a ser buena persona, tener unos principios éticos, algunas prácticas religiosas…

Todas estas cosas son buenas y necesarias…, ¡claro que sí! Pero ninguna de ellas, ni siquiera todas juntas, responden al deseo profundo de felicidad que tenemos. Ninguna de ellas, aun consiguiéndolas con mucho esfuerzo, nos garantiza la felicidad. Porque son todas tan frágiles: es frágil el empleo y la economía, es frágil la estabilidad familiar, es frágil mi salud, y son frágiles las personas en las que podemos apoyarnos y con las que caminamos cada día… porque un día pueden faltarnos.

Aquel buen hombre -Marcos no nos ha indicado que sea «joven»- era alguien «piadoso y devoto». Buena persona, podríamos decir. Honestamente reconocía que a pesar de todo lo que tenía y hacía… quedaba dentro de su corazón una poderosa inquietud. Lo que quizá no sabía es lo peligroso que es hacerle preguntas tan directas a Jesús.

Ya nos decía la segunda lectura que la Palabra de Dios es más tajante que espada de doble filo, que penetra hasta el fondo de la conciencia, hasta lo más recóndito del corazón, hasta los deseos más escondidos… y los pone en evidencia, los descoloca. No sólo cuando nuestra vida está «desnortada», o en pecado. También, y quizá más fuertemente, cuando parece que todo encaja perfectamente. Porque el Dios del amor, precisamente porque es amor, quiere que lleguemos más lejos, que crezcamos más, que no nos quedemos atrapados en la mediocridad, ni centrados en nosotros mismos. Y las palabras de Jesús le dan un tajo en lo más interior: penetran hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, y juzga los deseos e intenciones del corazón (2 Lectura).

El «Maestro Bueno» primero señala hacia los mandamientos: Allí está la voluntad del Dios Bueno. Para salvarse sería suficiente. Jesús no menciona los mandamientos referidos a la relación con Dios (los tres primeros, ¿por qué será?), sino sólo los que tienen que ver con los semejantes. Los cambia de su orden tradicional, y añade uno nuevo: «no estafarás». De cara a la vida eterna tiene prioridad el comportamiento con los hombres, tal como está formulado en estos mandamientos.

Aquel hombre debió sentirse orgulloso de sí mismo, porque todo eso lo había vivido desde pequeño. No es tan difícil cumplirlos: La gran mayoría de los hombres (y de los creyentes), los cumplen suficientemente. Pero eso es Moisés, el Antiguo Testamento. El discípulo de Jesús, el que quiere entrar en el Reino tiene aquí un punto de partida, el comienzo de «otra cosa» mucho mejor y más plena. Y Jesús le da una vuelta de tuerca con tres imperativos: vende, dale, sígueme. Es como si dijera: «Una cosa te falta»: «¿Por qué no dejas de estar centrado en los cumplimientos, en los mandamientos, en tu esfuerzo por ser «don perfecto», en «conseguir», alcanzar, heredar, tener…? Todo eso te hace sentirte muy satisfecho de ti mismo (la verdad es que no tanto, vista su inquietud), y sobre todo te pones a ti en el centro de todo. Pero no eres libre y no tienes lleno el corazón.

Después de una mirada de cariño le dice: «Vamos a mirar juntos a los demás, a los que sufren, a los pobres». «Vente conmigo y ponte a amar, pon a los demás en el centro de tus inquietudes y preocupaciones… y que Dios sea tu único tesoro». En definitiva esa fue la propia opción personal de Jesús y es su propuesta sincera.

Y el que se había puesto de rodillas delante de él… sale de la escena en silencio, con el rostro arrugado y pesaroso: ¡era muy rico! No estaba dispuesto a descentrarse de sí mismo, Dios no era su tesoro. Su tesoro era otro… que le tenía encadenado. ¿Sería eso lo que le puso triste? ¿Se sintió triste al pensar que llevaba toda la vida siendo buena gente…. al descubrir que estaba fallando… al primero de los mandamientos, estaba fallando al Dios Bueno, que no estaba «sobre todas las cosas» ¿Se fue triste al no poder sostener la mirada de cariño y complicidad que le había ofrecido el Maestro?

El caso es que renunció a comprobar que con Jesús la vida eterna y plena empieza a gozarse ya aquí, aunque sabía de sobra que «todo eso que tenía» no le servía para sentir que su vida merecía la pena.

A mí me gusta imaginar que aquel hombre impetuoso y «corredor»…. no aguantó la tristeza que apareció con tanta fuerza en su corazón, la tristeza de ver su «verdad»…, ¡bendita tristeza! Y que acabó dejando de mirarse el ombligo, sus cosas, su perfección, sus proyectos… ¡y acabó siendo un buen discípulo de Jesús! No nos lo cuentan lo evangelistas. Pero ¡hay tantas cosas que no nos contaron!. Quizá ésta sea una de ellas. Me gusta imaginarlo así… porque… a lo mejor me pasa a mí.

Festividad Nuestra Señora del Pilar

El próximo martes día 12 de octubre como preceptuan nuestros Estatutos Cofrades celebraremos junto a las Hermanas Hospitalarias Franciscanas de Jesús Nazareno la Festividad de Nuestra Señora del Pilar a las 12:00 h. en la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno.

Presidirá la Santa Misa el Rvdo. P. D. Juan José Romero Coleto.