Lectura del santo evangelio según San Juan (16, 12-15)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.
Palabra del Señor
Hoy es el día de Dios. El día del «santo más grande del cielo»: la Santísima Trinidad. Decir «Padre eterno» desde esta orilla del tiempo, es no saber muy bien lo que decimos. Es como hablar del mar inmenso a un hombre de tierra dentro: habría que decirle que, quizás, el mar es algo así como una alberca grande que él se hizo para regar sus tierras pero más, mucho más.
¡Que lejos nos quedamos todavía! Dios es más, mucho más, infinitamente más. Habrá que seguirlo buscando, imaginando, soñando. Hasta el día en que, con unos brazos también nuevos, podamos abrazarlo. Mientras tanto su Espíritu nos irá revelando todo.
Es suficiente, Jesús. Por ahora, nos basta y nos sobra con lo que asoma de Dios para irnos valiendo en este mundo nuestro. ¿A qué saber hoy más sobre Dios Padre, Hijo y Espíritu? un día lo sabremos.
Hoy día en el que celebramos a nuestro Dios en este misterio trino de amor, recordamos también a los contemplativos y contemplativas que desde el silencio de sus monasterios nos recuerdan con su sencillez de vida y su profunda vida de oración que «Sólo Dios basta». Son lámparas en este camino sinodal que estamos haciendo toda la Iglesia.
¡Feliz Domingo de la Santísima Trinidad!