Evangelio 5° Domingo de Cuaresma

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,20-33):

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.»
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Palabra del Señor

UNA ENTREGA HASTA LA MUERTE


Unos griegos, que probablemente se preparaban para entrar en el judaísmo, o al menos simpatizantes de los judíos, ya que están allí «para celebrar la fiesta», buscan a Jesús. Jerusalem está en sus fiestas grandes. Pero no es la fiesta lo que buscan (al menos no sólo la fiesta), o hacer negocios, o distraerse… Aun en medio del jolgorio, no dejan de ser personas inquietas, que necesitan respuestas. Representan a tantos hombres y mujeres que, de un modo u otro, buscan a Dios, aunque le pongan distintos nombres: felicidad, sentido para la vida, razones para luchar, algo que les llene el corazón, que les ayude a superar las dificultades, los sufrimientos, el fracaso, la muerte… Y son gentes de toda edad, clase y condición. Porque el hombre -todo hombre- es siempre un inquieto buscador… aunque a veces acuda a pozos equivocados, o diga que no busca nada…

Estos griegos han oído hablar de Jesús, y deciden acercarse a uno de sus discípulos para preguntarle. Siempre es más fácil, para conocer o encontrarse con Jesús, acercarse a un discípulo. Entonces y hoy. Los griegos eligen a Felipe, que tiene nombre griego. Es más fácil que nos oriente alguien cercano, que huela a oveja, que se manche como nosotros, que tenga dudas como nosotros, que haya tenido que buscar un poco a tientas, como hacemos nosotros. No es fácil que encontremos la respuesta que necesitamos en alguien con títulos, o con cargos eclesiásticos, o en esos que enseguida abren el saco de las respuestas, sin antes haber escuchado, ni acogido, ni entendido…

Probablemente Felipe se sintió en aprietos, porque ese «queremos ver a Jesús» que le plantean no es un simple «dónde está, quién es». Es lógico pensar que quienes han visto a Jesús, quienes han compartido su compañía, quienes se han dejado transformar por él, quienes han hablado en la intimidad con él, quienes lo siguen… debieran (debiéramos) ser capaces de dar una respuesta adecuada: «¿Qué debemos hacer para que Jesús nos atienda, para poder conversar o estar con él?» Yo no sé lo que les habrías respondido tú.

Los pasos de Felipe son muy significativos. No les sienta a su lado para charlar con ellos. Ni tampoco improvisa un discurso sobre quién es Jesús, o las cosas que él les ha ido contando, cuando han estado con él. Lo primero que hace es ir a buscar a otro Apóstol. Felipe aprendió desde el principio de su propia vocación lo que significa ser Comunidad. Y por eso, evita el protagonismo y el tomar iniciativas por su cuenta. Es una buena señal de que conoce a Cristo y ha sido transformado por él. Necesita consultar a otro hermano, apoyarse en él. Y lo siguiente es ir a contárselo a Jesús. Necesitan que el propio Jesús les oriente aclare lo que deben responder. Podemos decir, entonces, que es imposible «mostrar a Jesús», orientar hacia el encuentro con él, sin haberse encontrado antes con Jesús. Dicho en plata: no podemos hablar «de» Jesús, sin antes haber hablado «con» Jesús.

La respuesta de Jesús a Felipe y Andrés sorprende: A los griegos les gustaba mucho filosofar, razonar, discutir, argumentar. Pero Jesús no entra en ese juego. No les da «explicaciones», discursos ni razonamientos, y menos se mete en discusiones. Jesús les habla de su propia entrega hasta la muerte. Les pone su vida por delante y les «muestra» que el amor a uno mismo y el dejarse enredar y absorber por las cosas de este mundo es un camino de infecundidad, de vacío. Es como si Jesús les dijera: ¿Que quién soy yo? ¿que de qué voy? Pues soy una persona que se entrega, que se desvive, que se ofrece, que se sacrifica… hasta la muerte. Yo no me busco a mí mismo, no tengo más objetivo en mi vida que entregarme al Padre, entregándome a los hombres. Cuando ponemos por delante lo que me apetece, lo que me conviene, lo que me interesa, lo mío, mi prestigio, mi proyectos, mi éxito, etc… nos metemos en un camino sin salida. Hay que empezar por renunciar a uno mismo: El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. Ha escrito el Papa Francisco:

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte. Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro. Hechos para el amor, hay en cada uno de nosotros una ley de éxtasis: salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser. Por ello en cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo. (Papa Francisco, Fratelli Tutti 87-88).

Así que Jesús les hace una propuesta/reto: Ponerse a su servicio, para estar donde él está: «El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor.» ¿Y dónde está Jesús? Su casa la dejó hace tiempo. Y ya no tiene ni dónde reclinar la cabeza. Él está en los caminos de los hombres, especialmente en el de los que sufren y menos cuentan, para compartir con ellos su sufrimiento, para luchar por ellos contra las causas de su sufrimiento. Sus palabras son también una promesa de futuro: estar con él en la gloria. Estaréis conmigo en la gloria.

El Señor no esconde ni disimula que su respuesta es enormemente exigente: les invita a vivir de otra forma, -una forma arriesgada e incluso peligrosa-. Y nombra al Príncipe de este mundo, con el que tiene que pelearse y echar fuera. ¿Y quién es este personaje? Pues tiene muchas caras, muchos nombres, muchos recursos y muchos servidores. Y es muy poderoso.

El Príncipe de este mundo se sirve de la violencia y de los violentos, le encanta crear enfrentamientos y divisiones: entre buenos y malos; los de nuestro país y los de fuera; los de una raza y los de otra; los de un partido o sindicato , y los otros; los de una religión y los de otra… Le viene bien todo lo que haga ver al otro como enemigo y destruya la fraternidad.

Se le da muy bien manipular la verdad, y puede conseguir que un Justo como Jesús sea visto como blasfemo y peligroso, para que acaben con él. Le vienen muy bien los grandes medios de comunicación, las concentraciones de masas, las redes, los bulos, la falta de transparencia, etc.

Resumiendo: es todo lo que destruye al hombre y su relación fraterna con los otros hombres, impidiéndole así ser aquello para lo que Dios lo ha creado.

Y con el Príncipe de este mundo se enfrentó Jesús, y espera que los suyos le demos también la batalla. Al llegar «su hora», Jesús pareció sucumbir y perder ante su impresionante poder. Pero el Padre estaba de su parte y le glorificó. Fue suya la victoria final. Fue elevado en lo alto como un estandarte de victoria sobre la mentira, la injusticia, la violencia, la traición, el politiqueo, la manipulación religiosa, etc. atrayéndonos a todos hacia él. Desde entonces la historia humana ha quedado alterada, transformada. Dios Padre ha revelado lo que realmente es valioso, de parte de quién está Él, dónde se encuentran la verdad y la vida, y cuál es el camino para llegar a ellas.

Por tanto, el mejor «argumento» que podemos ofrecer nosotros a quienes hoy nos piden: «quisiéramos ver a Jesús» es la entrega de nuestra vida y la lucha contra el Príncipe de este mundo. Para ello, aprendamos de Jesús a pedir la ayuda del Padre para esta batalla: «Padre, glorifica tu nombre», que tu nombre sea santificado, que sea tuyo el triunfo.

El mundo, los buscadores de Dios, necesitan también hoy que Andrés, Felipe, tú y yo, y todos los demás tengamos «algo» y Alguien que mostrar, que ofrecer.

Evangelio 4° Domingo de Cuaresma

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,14-21):

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

Palabra del Señor

NICODEMO FUE A VER A JESUS DE NOCHE
Meditación orante

Habla Jesús:

Vino a verme un doctor de la ley, que ocupa un escaño en el Sanhedrín. Se llama Nicodemo. Viene hasta Betania de noche. Precisamente de noche dio comienzo la historia de la salvación del pueblo esclavo en Egipto, con una cena.

La noche era el tiempo más adecuado -según la tradición judía- para estudiar la Ley. De noche muchos hombres y mujeres dejan su casa para distraerse, para divertirse, para encontrarse, para romper la monotonía… No siempre lo consiguen. De noche, miles de samaritanas venden sus cuerpos junto a sus pozos vacíos, luchando por no perder del todo su dignidad. Casi nunca lo logran. De noche, muchos padres y madres se mueven inquietos y desvelados en sus camas, preocupados por sus hijos que salieron de casa, para saber cuándo vuelven…

Pero es más dura la noche interior.

Es de noche cuando se nos muere alguien que nos importa, como mi amigo Lázaro, o mi padre José. Es de noche cuando hay que tomar decisiones difíciles en solitario, como me ocurriría en el Huerto de los Olivos. Es de noche cuando un buen amigo, como Judas, te la juega. Es de noche cuando nada de lo que hacemos o proyectamos… termina de llenarnos el corazón. De noche, miles de personas anónimas buscan una luz para sus vidas, una verdad para caminar, un sentido para vivir, una esperanza en que apoyarse. Llevan dentro la noche. Sin saberlo, buscan a Dios.

Como Nicodemo. Es un buscador, un corazón inquieto que no se conforma con su oscuridad. Y viene a verme de noche, como es de noche dentro de él. Brilla la blancura de su túnica mientras camino a su lado y apenas alcanzo a ver sus ojos. Le da vergüenza que alguien se entere de que ha venido a buscarme.

Caminamos largo rato en silencio. Escucho el latido del corazón de aquel hombre justo, pero extraviado. Se esconde detrás de la noche, y sus preguntas todavía no se atreven a salir. Busco sus ojos, porque he visto lo que hay en su corazón y quiero que lo deje salir para que pueda entrarle la luz de una mañana nueva.

“Maestro -me dice por fin- nos han llegado voces de Galilea que hablan de ti, de los signos prodigiosos que realizas.

Te he visto esta mañana en el Templo y he escuchado tus palabras. Sé que tú vienes de Dios. ¿Quién puede decir las cosas que tú dices, o hacer las cosas que tú haces si Dios no está con él? ¿Pero cuál es, o dónde está ese reino que tú vas anunciando?”

De momento no respondo a su pregunta. Prefiero hacerle una invitación:

– Nicodemo, yo te digo que el reino de Dios está en medio de nosotros, ya del todo al descubierto. Pero nadie lo puede ver si no nace de nuevo.

– ¿Cómo puede renacer el hombre siendo ya viejo?, me pregunta asombrado. Es imposible que vuelva a entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo.

– ¡Los razonamientos de los hombres! ¡Qué lógicos son nuestros razonamientos! Todo lo clasifican, lo ordenan, ponen reglas, sacan conclusiones para todas las ocasiones, y con ello levantan un muro donde el misterio, la sorpresa, la novedad de Dios no les cabe.

No es razonable el amor de Dios. No es razonable que su Hijo se haya hecho hombre. No es razonable que ame tanto a los hombres, que les entregue a su único Hijo. No es razonable que el Hijo de Dios termine elevado en una cruz. Y no es razonable que, a pesar de todo, les perdone.

En el fondo, tiene miedo a pisar terrenos desconocidos, que no controla, no tiene ganas de atravesar sus tinieblas y se escuda con sus razonamientos… Este visitante nocturno cree que lo sabe todo sobre Dios, lo tiene “etiquetado”. Está convencido de que con sus rezos, sus prácticas religiosas, con cumplir la Ley y todos sus mandamientos, ya está todo hecho. Es lo que aprendió desde pequeño. Y por eso se ha estancado. Le falta dejarse llevar por el Espíritu, por el amor, por la novedad de Dios, que hace siempre nuevas todas las cosas, y dejarse de tantas leyes y cumplimientos.

– Nicodemo, Nicodemo, no te escondas. Yo estoy lleno del Espíritu del Señor, que es todo luz, y tengo que denunciar a Israel sus errores, todas sus deformaciones, todos sus prejuicios, todas sus culpas.

El Espíritu me empuja a estar cerca de los pobres, de los esclavos, de los prisioneros, de los ciegos, de los enfermos… Me empuja a crear fraternidad, acoger, amar. He venido para traer la fraternidad y la amistad del Padre para ti, Nicodemo, para nuestro pueblo, para los hombres de todas las naciones…

Le oigo murmurar: “¿Cómo puede ser eso?”. Sigue encerrado en sus seguridades, parece incapaz de abrirse a la verdad, de mirarse sinceramente, de reconocer que está buscando, que siente dentro un vacío.

– No te extrañes de que te haya dicho que tenéis que nacer de nuevo. Que tenéis que renovar totalmente el corazón, las ideas, el estilo de vida, vuestra relación con Dios. ¿No recuerdas lo que decía el profeta Ezequiel:

«Os rociaré con agua pura y seréis purificados, os daré un corazón nuevo, pondré en vosotros un espíritu nuevo?»

Necesitas comprender que Dios es rico en misericordia y que quiere levantar y sacar al hombre de sus pecados, de sus violencias, de su empeño por marginar a otros hombres, de creer que se puede manejar a Dios. Que Dios no quiere otra cosa que la vida eterna para todos, que no quiere juzgar, sino salvar. Sólo quienes se empeñen en hacer las obras de las tinieblas, rechazando mis palabras y a mí mismo… quedan condenados. Porque el poder del amor es muy grande, infinito… Pero nada puede con quien se cierra al Amor.

Por eso te digo que nadie puede entrar en el reino de Dios si no nace del Agua y del Espíritu.

¿Es que no oyes la voz del Espíritu que te sopla dentro, como el día de la creación sopló sobre Adán?

¡Claro que oyes su voz!, pero no sabes de dónde viene ni adónde va, y a ti te cuesta dejarte llevar, fiarte, abrirte a lo nuevo. No pareces un «hijo de Abraham», el peregrino de Dios. La amistad de Dios te rodea y ahora te está esperando a ti en medio de tu noche. Y quien te habla es testigo de ello.

Pero Nicodemo sigue repitiéndose “¿cómo puede ser?”

Y se aleja a toda prisa, cada vez más envuelto en sus preguntas y sus dudas. Le grito a sus espaldas, mientras se marcha, que tanto ha amado Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarlo…

Pero ya estaba lejos y creo que no me habrá oído. Le veo alejarse, pero queda su voz, y sus mil preguntas vacías, que otras voces repetirán durante siglos: “¿cómo puede ser? ¿cómo puede ser?”.

Yo sé que acabará abriéndose a la luz. Perderá sus miedos y me defenderá ante los Sumos Sacerdotes y pagará de su bolsillo una tumba para mi entierro.

Rezo por ti al Padre, Nicodemo, rezo por todos vosotros, hombres justos, pero perdidos entre tantas preguntas, pidiendo que os quite el miedo a renacer, que os dé ojos de niño para comenzar de nuevo y que os dejéis sorprender por la ternura de Dios…

Porque el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Jesús Nazareno, lleno de Gracia y Amor

Oremos a nuestro Padre Jesús Nazareno que nos llevó a la vida.


Oh Padre, lleno de gracia y de amor:
Tú todavía amas tanto al mundo que sigues entregándote.

Que Tú cruz sea para nosotros la señal de que estás con nosotros en días de miseria y aflicción.

Que podamos mirarte como modelo y aprender de ti a abrir nuestras manos y corazones, unos a otros y a darnos a nosotros mismos con nuestros dones. Y que esto ayude al mundo a percibir tu luz y a aceptarte.

Jesucristo, nuestro Señor, por los siglos de los siglos.

Comunicado Importante

Se ha adelantado el inicio de la Fiesta de Regla a las 20:15 h.

Rogamos a los hermanos que deseen asistir, que acudan con la debida antelación para evitar aglomeraciones.

Recordamos que todos los asistentes deben mantener en todo momento la distancia de seguridad entre personas no convivientes y el uso de mascarilla es obligatorio.

5º Dia de Quinario a Jesús Nazareno

Jesús Nazareno :

A través de la historia los hombres han tenido la experiencia de que no podemos ser felices confiando sólo en nuestros recursos e intuiciones.

Oh Señor Nuestro, no permitas que idolatremos nada hecho con nuestras manos, sino que busquemos humildemente justicia, verdad y felicidad para todos, en colaboración y comunión contigo, tal como Tú nos enseñaste, que vives y reinas contigo y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

El Quinto día del Solemne Quinario en honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno se aplica por las intenciones de los siguientes hermanos:

Comunidad Jesús Nazareno

D. Fermín Pérez Martínez

Familia Alamillos Hinojosa

Familia Ayala Ramos

Familia Barrios Mejías

Familia Carrasco Chacón

Familia Castillero Martínez

Familia del Arco Santos

Familia del Pozo González

Familia Escribano Mesa

Familia Sánchez Monje

D. Santiago Tirado Pérez

4º Dia de Quinario a Jesús Nazareno

Señor Nazareno:

Tú nos pides no tanto que observemos ciertas prácticas, sino que nuestros corazones estén vueltos a ti.

Oh Jesús bondadoso, queremos hacer en todo tu voluntad, fielmente y con generosidad como Tú lo hiciste, quien cumplió la voluntad del Padre porque lo amaba y que por eso vive contigo y con el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

El Cuarto día del Solemne Quinario en honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno se aplica por las intenciones de los siguientes hermanos:

Familia Espinosa Portero

Familia Fernández Buzón

Familia Gaitán Cáceres

Familia Gallego Santofimia

Familia García Cantero

Familia García Ruiz

Familia García Sepúlveda

Familia García Torres

Familia Garrido Gala

Familia Gavilán Varo

Familia González Luna

La Cuaresma: Redención, Comunión y Liberación

La Cuaresma constituye uno de los hitos más importantes del ciclo de los así llamados «Tiempos fuertes» de la celebración litúrgica de la Iglesia. El camino del hombre hacia el encuentro con Dios comienza en el Adviento, tiempo de espera y esperanza en la salvación de Dios; continúa con la Navidad, encarnación viva del Dios vivo, que se hace hombre para sanar y salvar al hombre en su mundo y en su historia; madura en la Cuaresma, celebración por excelencia de los misterios de la fe; concluye en la Pascua, encuentro sublime y comunión plena de lo humano con lo divino.

La Cuaresma es icono de la cuarentena bíblica. Moisés, Elías y Jesús estuvieron cuarenta días por las montañas, buscando y encontrando, en oración y diálogo interior, la voluntad de Dios. Cuarenta fueron también los años que pasó el pueblo por el desierto, como experiencia de purificación necesaria para descubrir al único Señor de la vida y de la historia, al Dios que los redimió de la esclavitud y los condujo hacia la liberación. Cuarenta son los días que tenemos los cristianos como preparación para la Pascua. La Cuaresma, pues, está pensada para intensificar nuestra conversión al Señor. Esto supone recorrer el camino de la superación constante, mediante nuestro empeño personal y la ayuda de la Gracia, de modo que demos muerte al pecado que habita en cada uno de nosotros (Rom. 8, 12-14). Por ello, el camino, la soledad, el desierto, el encuentro con Dios, la prueba, la austeridad y la oración son algunas de las imágenes que definen y delimitan claramente este tiempo.

El tiempo de Cuaresma es, pues, un tiempo de gracia y de misericordia que Dios nos ofrece para convertirnos a Él, y así superar las esclavitudes y las opresiones personales que, sin darnos cuenta, nos atenazan. En este tiempo, Dios, nuestro Padre, se encuentra con nosotros, hijos pródigos de ayer y de hoy, y nos ofrece su perdón, su cariño, su amor. Por ello, la Cuaresma es un reto: vencer el egoísmo con el ejercicio solidario de la caridad y la justicia, sabiendo que todo lo podemos en Aquél que nos sostiene y conforta.

La Cuaresma es el tiempo que nos conduce a la esencia de la existencia cristiana. El misterio de Dios debe ser vivido plenamente. Dios se encuentra en el quicio de cada acontecimiento. Por eso, la Cuaresma atraviesa el desierto de la vida para encontrar a Dios en el oasis de la misericordia. A veces somos faraones de grandes proyectos y de fantásticas construcciones, pero nos falta el amor, el perdón, la solidaridad, la reciedumbre de espíritu, la armonía, la convivencia.

Bonhoeffer, insigne teólogo de las obras de la fe, reflexionaba justamente que los cristianos tenemos el peligro de huir de la verdadera gracia para quedarnos con la posesión y la quietud de una gracia ramplona, fabricada pro nosotros a nuestra singular y caprichosa medida. Ciertamente, cuando recibimos los sacramentos como extensión sincera de la vida hecha don, entrega y servicio, acrecentamos la gracia de Dios en nosotros; es la gracia con mayúsculas de la que habla Bonhoeffer, que exige nuestra incondicional aceptación y participación.

Ser cristiano, ya lo hemos comentado en otras ocasiones, no es nada fácil. Tampoco es un imposible. Es, sencillamente, tomarse en serio los valores y exigencias del Evangelio. Es asumir con todas las consecuencias la llamada de Jesucristo, que nos invita a seguirlo sin tapujos ni rodeos, el que quiera venirse conmigo, que se niegue a si mismo, que cargue cada día con su cruz y me siga (Lc. 9, 23)

Jesucristo murió, y con su muerte y resurrección nos alcanzó la salvación total y definitiva. La muerte y resurrección de Cristo es una invitación que Cristo nos lanza para que también nosotros nos unamos a su sacrificio; para que participemos también en el misterio de su muerte y resurrección mediante el testimonio de nuestra fe y el compromiso de nuestra vida. Podemos y debemos aportar a la pasión de Cristo nuestras propias pasiones: la de nuestras singulares y peculiares cruces y pruebas; la de los grandes sinsabores de la vida; la del sacrificio y la entrega en favor de los demás.

El mundo está roto en mil pedazos. El hombre está dividido y fragmentado. Los valores de la persona están invertidos. La persona humana soporta la carga pesada de las soledades y los sufrimientos, de las guerras y de las enfermedades más terribles y misteriosas. El hombre necesita urgentemente un inversión en favor del hombre. Hace falta que nos entusiasmemos con Jesús y su obra de salvación.

El cristiano debe primero construir «su mundo» interno, y, después, construir el mundo. Como Jesús, tiene que aprender a resucitar cada día para ayudar a los demás a resucitar, a salir de sus miedos, de sus dudas, de sus enquistamientos personales, para que pueda abriste al don de Dios, de modo que cuando Cristo, como a Lázaro, le diga: Sal fuera, (Jn. 11,45) lo haga. Jesús es la Vida. Quien cree en él encuentra la clave del sentido de su existencia; es feliz.

El camino de Jesús fue el camino de la cruz, que es el camino de la vida. No hay nada que pueda compararse al sacrificio libre de la misma vida. Jesús entrega, dona su vida para que los hombre alcancemos la plenitud de la vida. Él es Dios y su gesta divina consistió en tomar nuestra humildad para revestirla de gloria para la ofrenda de la cruz. La muerte da paso a la vida, porque el amor es más fuerte que la misma muerte. Jesús resucita y en su resurrección todos somos vencedores del pecado y de la muerte. Escribe acertadamente el cardenal-arzobispo de Madrid que los cristianos que sumen las exigencias del Evangelio sin componendas de ninguna clase conocen con certeza que la existencia es, en su raíz y vocación constitutivas, un don de la bondad todopoderosa del Padre que invita a los hombres a un trato de amistad en el que encuentren la vida eterna (…). El hijo de la Iglesia sabe (:::) que en las entrañas de su ser late el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, una realidad personal inefable e infinita de verdad, amor y de vida (…), que lo ha destinado a la santidad de los hijos de Dios, confiándole una misión a realizar en la Historia y que se consuma en la eternidad.

Artículo que escribió para el Boletín de Cuaresma de la Cofradía del año 2005, el Sr. Presidente de Cajasur, D. Miguel Castillejo Gorráiz (q.e.p.d.).

3º Dia de Quinario a Jesús Nazareno

Señor Jesús Nazareno:

Tú nos has dado tus mandamientos para ponernos en el camino de la auténtica libertad, libertad de todas formas de alienación.

Te pedimos que aprendamos a obedecerlos no para salvarnos por medio de observancias ni para hacerte favores a ti, sino para, siendo libres, entregarnos a ti y a tu pueblo y vivir en tu amor, con Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.

El Tercer día del Solemne Quinario en honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno se aplica por las intenciones de los siguientes hermanos:

Familia González Ruiz

Familia Gracia Gallego

Familia Herencia Caballano

Familia Hernández Pérez

Familia Hueso Pulido

Familia Jurado Misas

Familia López Gallardo

Familia López Pérez

Familia Martínez Cerrillo de Dios

Familia Molina Luque

Familia Morilla González

2º Dia de Quinario a Jesús Nazareno

Señor Nazareno:

Nos consideramos a nosotros mismos
como tu pueblo elegido,
el pueblo que afirma ser tu signo de reconciliación.
¡Oh Padre Nuestro, qué pobres somos!
Con cuánta frecuencia te fallamos
al perdonar quizás sólo por un acto de condescendencia,
como si hiciéramos un gesto de gran favor
a los que buscan reconciliarse con nosotros.
Señor, enséñanos a perdonar
de la misma manera y con la misma amplitud
con que tú nos perdonas:
totalmente, sin condiciones,
desde la bondad de nuestros corazones.
Danos esta grandeza de corazón
por medio de Jesucristo nuestro Señor.

El Segundo día del Solemne Quinario en honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno se aplica por las intenciones de los siguientes hermanos:

Rvdo. P. D. Jose Luis Moreno Modelo

Familia Moreno Expósito

Familia Moreno Padilla

Familia Muñoz Almoguera

Familia Muñoz Medina

Familia Muñoz Rosales

Familia Nieto Camuñas

Familia Nieto Romero

Familia Parejo Peinado

Familia Pérez Salar

Familia Romero Morilla