Mañana lunes día 8 de marzo en la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno dará comienzo el Solemne Quinario en honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Durante los próximos cinco días celebraremos, como preceptuan nuestros Estatutos Cofrades, los cultos a nuestro Sagrado Titular que nos preparan para la celebración del día grande de nuestra Cofradía, la Fiesta de Regla.
En este año que se cumplen 50 años de la Reorganización de la Cofradía, hemos querido contar con la presencia y predicación de cinco sacerdotes que están muy ligados a nuestra Cofradía.
El lunes día 8 presidirá la Santa Misa del primer día el Rvdo. P. D. Pablo Calvo del Pozo, Párroco de San Andrés y antiguo Consiliario de la Cofradía.
El martes día 9 presidirá la Santa Misa del segundo día el Rvdo. P. D. José Luis Moreno Modelo, Párroco in solidum de Ntra. Sra. Del Castillo de Fuente Ovejuna y hermano de la Cofradía.
El miércoles día 10 presidirá la Santa Misa del tercer día el Rvdo. P. D. Juan José Romero Coleto, Párroco de Ntra. Sra. De Belén y hermano de la Cofradía.
El jueves día 11 presidirá la Santa Misa del cuarto día el Muy Iltre. Sr. D. Agustín Paulo Moreno Bravo, Canónigo de la S.I.C. y Párroco de Santa María Madre de la Iglesia, que nos ha acompañado y dirigido el rezo en todos los Vía Crucis presididos por Nuestro Padre Jesús Nazareno el Viernes de Dolores.
El viernes día 12 presidirá la Santa Misa del quinto día el Rvdo. P. D. Rafael Sánchez Cazorla SDB, coordinador de Pastoral del colegio Salesiano San Ignacio de Cádiz y hermano de la Cofradía.
El rezo del ejercicio del Quinario tendrá lugar todos los días a las 20:20 h, dando comienzo la Eucaristía a las 20:30 h., y serán retransmitidos en directo por el canal de Youtube de la Cofradía.
Como en todos los actos que hemos celebrado a lo largo de las últimas fechas se velará por el extricto cumplimiento de las medidas Sanitarias de control de aforo, distanciamiento social e higiene, siendo obligatorio el uso de mascarilla, toma de temperatura e higiene de manos para todos los asistentes.
Diariamente se publicarán las intenciones de las familias y hermanos de la Cofradía por las que se aplica la Santa Misa.
Aún con los ojos rojos de la emoción por las sentidas palabras que Rafael Fernández pronunciara en la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno el pasado día 28 de febrero, con motivo de la Exaltación y presentación del Cartel de Cuaresma de la Cofradía, queremos compartir con todos vosotros el texto integro de su brillante intervención
Así es. Lo más bonito de Córdoba, gritaban los reyes de esta Casa, a Jesús Nazareno, el día que se celebraba en Córdoba, la beatificación del creador de esta misión hospitalaria: El Padre Cristóbal. Y he querido comenzar esta exaltación a ti, Padre Jesús, con un sonido del archivo de Paso a Paso, con la voz de tu querida y entrañable familia. Porque exaltarte a ti, Jesús Nazareno, es exaltar también a los que viven y han vivido durante generaciones, en esta, tú Casa-Hospital. Exaltar, por todo el respeto que merecen, a nuestros queridos y benditos mayores. Es de justicia que yo intente recoger hoy, en unas cuantas líneas, todos esos besos y abrazos que una inesperada y cruel pandemia, les ha robado para siempre, a los que han demostrado ser auténticos héroes del silencio.
Quiero alabar hoy, a los que se han arrugado un poquito más, por el miedo a lo incierto. Vitorear con fuerza, a los que han luchado como verdaderos gladiadores, contra un enemigo invisible, que los iba arrinconando poco a poco, entre las cuatro paredes de su dormitorio. Estamos todos obligados hoy, hermanos del Nazareno, a exaltar a los que han soñado noche y día, con ese achuchón inocente de un nieto, mientras gran parte de nosotros, ajenos a este drama, solo hemos pensado en lo incómodo que resulta, el simple roce de una mascarilla.
Toca si o si, honrar a quienes han convertido su cuarto en capilla, y que buscando consuelo, han acariciado una a una, las cuentas de su viejo rosario. Entre rezo y rezo… anhelando su regalo más preciado… la tierna y dulce caricia de un ser querido. Debemos todos alzar la voz hoy, en defensa de los que han sido víctimas, de la manifiesta incompetencia de nuestros gobernantes. Y nos toca aplaudir, con toda la fuerza que nos dé nuestro corazón, a los que lo han dado todo por ellos, cuando nosotros no podíamos, ni siquiera, acariciarles su mano fría y temblorosa.
Debemos ponernos de pie, ante aquellos que han convertido su traje de protección Epi, en un verdadero hábito hospitalario. Les damos las gracias hoy, a las que han sido mujeres Verónica, enjugándoles a ellos el sudor frío, provocado por una fiebre amenazadora. Ellas, Jesús Nazareno, son las que han curado, durante todos estos meses, esa corona punzante que ha hecho sangrar de nuevo tus heridas, con un dolor para ti, mayor sí cabe.
Debemos todos exaltar hoy a nuestros mayores, porque siguen dispuestos a sonreír, a pesar de que sus dolores se empeñen en lo contrario. Debemos piropear hoy, a los que hasta para caerse tienen arte. A los que saben llevar las arrugas con una dignidad envidiable. A los que tienen ya la voz ronca, de haberle dicho a su hijo, una y otra vez, cuanto lo quieren. Exaltemos a los que gruñen, porque tienen todo el derecho del mundo a hacerlo. Y también hoy debemos denunciar que hay abuelos víctimas, de otro virus mucho más mortal que el coronarivus… el del olvido incomprensible de una hija o la indiferencia de un hermano. Ese virus, mata muy lentamente y por desgracia, no existe vacuna que lo remedie.
A todos nuestros mayores, con tu permiso Padre Jesús Nazareno, he querido dedicarle mi primer sentimiento un día como hoy y mostrarles ante ti, mi respeto y admiración. A todos los que han sufrido en esta casa, su particular Camino del Calvario, al otro lado de este bendito muro. A los que han sido también flagelados por un maldito virus, que los ha golpeado sin piedad. Pero… tú siempre has estado muy cerca de ellos. Has sido ese confesor, que se ha sentado al borde de sus camas enfermas y ha sabido calmar su inquietud en una noche oscura, cuando buscaban refugio entre sus sábanas. Has sido su psicólogo, dándole a cada uno la terapia precisa, como remedio a un alma perturbada. Y has sido ese médico de familia, que cada noche les ha recetado esa pastilla, con la que han podido mantener sano su espíritu. Porque, hermanos, y eso lo sabéis vosotros mejor yo, Jesús Nazareno… cura. Ya lo creo que cura. Mientras curabas a nuestros abuelos, tus dedos ensangrentados, iban secando las lágrimas que escapaban de sus ojos asustados. Y has sido tú, el que ha velado las veinticuatro horas del día, para que ese bicho traicionero, no los dejara sin aire. Tú has sido para ellos, Jesús Nazareno, sin duda, su auténtico oxígeno… aunque por desgracia, algunos dejaran de respirar…
Todos hicieron en esta casa hospitalaria, que nuestra querida Lola, fuese muy, muy feliz. Y así sigue. Porque ella en su último sueño, se quedó sin respiración cuando le anunciaba el mismísimo Padre Cristóbal, que sería ella la encargada de regar para siempre, uno a uno, los girasoles que tiene nuestro querido Beato de Mérida, en su jardín del paraíso. Por eso estamos convencidos, hermanos del Nazareno, que ella… sigue siendo feliz.
Sirva la voz de nuestra querida Lola, como recuerdo a esos ángeles arrugados, que desde alguna cama de esta casa, volvieron a convertirse en niños, para jugar eternamente contigo… ya Resucitado. A ellos siempre los recordaremos. Y un Jueves Santo no muy lejano, los volveremos a ver, como angelitos de marfil, queriéndonos saludar desde el frontal de tu palio… Nazarena. Fíjaos en sus caritas. Son ellos. Angelitos, ya sin arrugas. A ellos, mientras alguien les recuerde… siempre permanecerán vivos.
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de esta querida Hermandad de Jesús Nazareno. Hermana Mari Carmen, como responsable de la Comunidad de Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno en la Casa Madre, hermanos y hermanas de esta cofradía hospitalaria… cofrades, amigos…
Quiero agradecer a esta Junta de Gobierno Nazarena, el haberme invitado a presentar un precioso cartel que aún está por descubrir de un auténtico servidor del Nazareno como Manuel Velasco y poder exaltarte a ti, Padre Jesús, en un momento como este, tan especial como dramático. Muchas veces en la vida, ocurren cosas a las que no le encontramos explicación y que llegan como un regalo inesperado. Y este es uno de ellos. Cuando recibí la llamada de José Antonio y mi cerebro ni siquiera se había puesto a pensar que si sí o que si no, ya me había comprometido. Era evidente, que mi corazón se había anticipado a la respuesta. Porque sentimentalmente me siento muy unido a ti, Jesús Nazareno y a ti no puedo decirte que no. Porque sé que tú, a través del personal hospitalario de esta bendita casa, te has preocupado de cuidar a mi madre, cuando yo no podía hacerlo. Porque un uno de noviembre, cuando la ingresaron por Covid, yo sé que tú estabas allí, cerca de ella, siendo el aguaor que hidrató su garganta reseca. Cuando sus pulmones flaquearon, yo sé que tú le diste aliento. La cogiste de la mano. Que fuiste su mejor auxiliar. Incluso el médico que me llamaba cada día, dándome el informe de su estado, sé que hablaba en tu nombre. Lo sé. Y sé también que una de esas espinas de tu corona de dolores por nuestros mayores, una es por ella. También lo sé. Ese dolor que a ella estuvo a punto de vencerla, tú decidiste hacerlo tuyo. Otro más. Tú has hecho posible, con tu inmensa bondad, que hoy pueda seguir diciéndole a mi madre… cuánto la quiero.
Por todo ello, Jesús Nazareno, hoy tenía que estar aquí, dándote las gracias. Te estaré eternamente agradecido.
Y tenía que estar aquí hoy presentando un cartel, que refleja perfectamente el sufrimiento vivido en esta casa de Jesús, durante los meses que ha durado esta pesadilla. Un cartel, en el que ha conseguido representar Manuel, el silencio de una petición de auxilio o la intimidad de una plegaria, a los pies hospitalarios de Jesús Nazareno. Es otro cartel que va a ser expuesto, en esa sala de exposiciones permanente, en que se han convertido los pasillos de este Hogar Nazareno. Pasillos que son también una Carrera Oficial, en la que la madera de sus bancos, son el mejor palco y gratis, desde donde poder contemplar los momentos de gloria que reflejan, cada uno de esos carteles colgados de sus paredes, rememorando esos benditos Jueves de Sol. Ellos andurrean por esos pasillos como si estuvieran callejeando en Semana Santa. Ver a nuestro querido Antonio Gracia, paseando por esta, su segunda casa con su andador, es recordar ese paso racheao con el que un costalero de faja hospitalaria, carga con la cruz del Nazareno. Y cuando hemos visto a un residente como Manuel, paseando por el salón de esta Casa, trajeado y muy derecho con su bastón, era imaginar a un fiscal de paso elegante escoltándote a ti, Nazarena. Y es que vivir en esta casa, hermanos del Nazareno, es como vivir siempre en Jueves Santo. Los abuelos van de un lado a otro, como si fueran por la estrecha Judería. Ellos se sientan a charlar en uno de sus bancos, como hacen los cofrades en las sillas de la Carrera oficial. Los abuelos critican… como hacemos los cofrades en Semana Santa. Y rezan. Rezar… rezan bastante más que nosotros. Y ríen… y se emocionan e incluso lloran… Lo que les decía. Vivir en esta Casa de Jesús, es vivir la Semana Santa en estado puro.
Ellos, nuestros benditos mayores, son realmente afortunados de tenerte a ti como guardián. Eres para ellos, Caballero, de cada uno de sus silencios. Contigo, todo es más fácil. Ellos tienen a Dios en su Casa. Cuando vienen a visitarte a esta capilla… tu habitación, salen siempre contagiados de tu amor. Salen vacunados contra el desánimo. Cuando te rezan charlando, desde la dureza de estos bancos y ven tu rostro inflamado, entran en pánico pensando, que pudieras haberte contagiado tú también. Te ven ahí, encorvado, con los pies tan juntos, con una pesada cruz sobre tu hombro maltrecho, que temen que acabes dando con tus huesos en el suelo. Pero ellos saben que el no caerte es un milagro. Y lo saben, porque en Mérida nació ese primer costalero, que decidió llevar para siempre sobre una cerviz hospitalaria, la cruz de Jesús Nazareno. Él, nació dispuesto a soportar la cruz de los más pobres. Y esa es tu fortaleza, Señor. El amor hospitalario que te ofrece a diario, otro Padre de nombre Cristóbal. Fortaleza que a través de los siglos, han mantenido a esta Congregación en pie, con tu providencia y con su fe. Dos Padres, Jesús y Cristóbal, hacen más liviana la pesada carga que supone para cada uno de nuestros abuelos ya cansados, caer enfermo. Porque el sufrimiento de cada uno de ellos, lo haces tuyo, Señor. Y a ti sus dolores no te pesan. Portas a diario la cruz de sus achaques y tu preciosa cruz, es para ellos ese espejo, donde ven reflejados cada día sus dudas y sus miedos. Salen nuestros abuelos, de este, tú dormitorio sagrado, con esa felicidad única que da el estar enamorado de Jesús. Salen ellos, con sus bastones, andadores o sillas de ruedas, anestesiados en sus dolores, incluso hasta con la piel más tersa y suave. Y es que contemplarte a ti, Jesús Nazareno… rejuvenece.
Vuelven a pasear por el laberinto de pasillos de esta casa, con ganas… hasta de cantar como hace Maruja a la entrada del comedor o deseosos de que la abracen como a una niña, como hace Merceditas. Y todo eso ocurre, hermanos, simplemente traspasando esa pequeña puertecita Nazarena.
Y hablando de puertas… ahora quiero fijar mi atención en ese portón. Y al mirarlo, no puedo evitar acordarme de una voz…
Es una voz para el recuerdo de esta cofradía del Nazareno: la de Andrés Valverde. El, con el pico y la pala de su empeño y constancia, consiguió abrir esa puerta y otras muchas más. Su tenacidad con innumerables visitas, llegó incluso a aburrir al Ayuntamiento, que no tuvo más remedio que dar el permiso para colocar al Padre Cristóbal, donde tenía que estar. En un monumento presidiendo su plaza. Trabajó sin descanso, hasta ver a sus Titulares sobre costal de hermanos hospitalarios. Ha sido Andrés, ese capataz que ha guiado a esta cofradía, durante gran parte de su historia reciente. Se nos fue una persona muy querida para esta Casa Hospitalaria. Se fue “el niño” para madre Teresa. El de las charlas interminables como madre Asunción. En definitiva, se marchó un enamorado ejemplar del Nazareno, que el destino quiso que acabase sus días en esta, su casa. A buen seguro, el bueno de Andrés, estará hoy tallando o restaurando en ese taller que le haya instalado Dios, en la calle que lleva el nombre de Jesús Nazareno, allá arriba. En la Gloria.
Y hablando de Gloria, esa que disfrutáis los hermanos del Nazareno al abrirse esa puerta a las primeras horas del primer día del triduo sacro, esa Gloria, hermanos, este año… tampoco va a poder ser. Haréis penitencia en el templo. En vuestro riguroso silencio, no sonará esa música sublime que interpreta la palma de una mano del Diputado Mayor, golpeando tres veces esa bendita puerta. Su apertura permitiría de nuevo al sol, entrar un año más, en esta su Capilla. Tampoco volverá a arder la cera amarillo tiniebla, de cada uno de sus nazarenos de negro hospitalario, porque no habrá celador que pueda con su pabilo encenderla. Ni estará Juanito, el Cerrillo chico, con su canastilla o naveta, cual angelote de Jesús Nazareno, para darle al incienso la oportunidad de volver a ratificar, un año más, su amor eterno por el carbón. Solo habrá, como la Semana Santa pasada, recuerdos de crespones negros colgados de demasiados balcones, ondeando al viento en San Agustín o San Andrés. Volverá este año el silencio a cantar esa saeta, que sonará como un auténtico quejío en vuestro corazón Nazareno. Será este año de nuevo, para todos, la penitencia más dura. La terrible penitencia de lo ausente. Penitencia que supera con creces, sin duda, la de ir descalzo por calles mal asfaltadas o arrastrar el peso de unas cadenas. En el corazón de cada hermano del Nazareno, habrá de nuevo un vacío… como ese vacío que deja Jesús Nazareno cada Jueves Santo, en un Sagrario muerto… abierto de par en par.
Pero el virus, hermanos, nos podrá atemorizar, quitarnos la libertad, incluso matarnos, pero jamás podrá robarnos la ilusión de poder soñar. Eso nunca…
Soñemos con volver a vivir un Jueves Santo de manga corta y gafas de sol. De ver a niños felices, mostrando su sonrisa, libre de mascarilla, jugueteando con su querida amiga la bola de cera. De ver desfilar a pequeños acólitos del colegio Jesús Nazareno, bien repeinados, más limpios que un jaspe y con su sonrisa siempre puesta. Quiero ver a gente que anda con prisa, para poder cumplir con lo que marca su librito de itinerarios. Queremos volver a ver mochilas repletas de ilusión y bocadillos. De ver a costaleros que se besuquean y abrazan antes de colocarse bajo las trabajaderas de sus Titulares Nazarenos. De escuchar saetas con más voluntad que acierto. De que nos duelan los pies de tantos pisotones. De ver las calles repletas de cascaras de pipas, por mucho que nos moleste y nos duela. Queremos volver a sentir como caen pétalos sobre nuestras cabezas, al rebosar de tu palio, después de una levantá al tirón. Quiero volver a ver, aunque no llegue a entenderlo, a capillitas que se santiguan cuando pasa delante de ellos, una Agrupación Musical de campanillas. Quiero que mis oídos lleguen a irritarse de escuchar tantos vivas y piropos. De escuchar aplausos en levantás mediocres. Quiero volver a ver una bulla a la puerta de un templo como este, mandando a paseo la dichosa distancia social. Quiero volver a ver a nazarenos elegantes que salen de su casa, orgullosos de llevar de la mano, a su cofrade más pequeño. Sé qué queréis volver a ver al de la radio como microferario delante de vuestra Nazarena, escuchando como le cuenta a la audiencia… que un dolor, no se puede tallar más bello. Quiero que mi corazón vuelva a tocar en silencio la marcha real, cuando pueda volver a rezarle a Jesús Nazareno en su plaza. Quiero volver a ver como se asoman las gitanillas de los balcones, ofreciéndose voluntarias a exornar tu palio, Nazarena. Sé qué queréis que vuestras manos dejen de estar pegajosas por el gel y vuelvan a estar pringosas por una torrija empalagosa. Queremos que el incienso vuelva a purificarnos por dentro. Queremos, necesitamos volver a ser felices en una Semana Santa repleta de sol. Sé que tú quieres lo mismo. Y que tú. Que todos queremos lo mismo, pero… para eso toca esperar…
Pero mientras ese momento llega, hermanos del Nazareno, cierra los ojos y sueña…
Sueña con los que están en primera fila, en la puerta de esta Residencia el día más esperado. Sueña con calor, poniendo coloradas esas caritas ilusionadas de nuestros abuelos, cuando se sitúan en un palco de honor, para volver a encontrarse en plena calle, con su Jesús Nazareno. Porque… aunque tú vayas cargado con la cruz de los que ya no tienen memoria, ellos de ti nunca se olvidan. Y te seguirán hablando de tú, porque eres parte de su familia: “Yo quejándome de mi cintura y llevas tu corona de espinas…”-te dice una abuela desde su silla de ruedas. Caminas en nuestra imaginación sobre tu trono de rocalla y plata, con tus severos hachones temblando a cada levantá por el parkinson. Y cruje la madera de tu canasto a cada suave mecida, como si también tuviera artrosis. “Si me respondieran las piernas, no me soltaría de tu manigueta…” -dice un abuelo vestido con su traje de gala. “Padre mío, ayer me enfadé contigo, pero ya se me ha pasado…” –te dice una abuela, lanzando un puñados de besos al aire. A Jesús Nazareno se le ve algo torpe al andar, pero poco para ser un abuelo con 2000 años a cuestas. Tras El, en este hermoso sueño Nazareno, pasa un palio de negro respeto. El palio del respeto inmenso… por nuestros queridos y benditos mayores.
Un cortejo de nazarenos de luto riguroso, del que destaca un hábito morado recuerdo de tu pasado, sigue soñando hacia la Catedral. La Catedral… ese Gólgota, donde acaban en Córdoba todos los Vía Crucis penitenciales. Allí, cuando se abra la Puerta de las Palmas, en un calvario de piedra y mármol, acabará tu penitencia, Nazareno. Darás tus últimos pasos, entre hileras de columnas, que traen a tu memoria, una a una, el cruel y brutal azote. Entre párpados inflamados, a tus ojos aún le quedan fuerzas para atisbar de reojo a tu libertador: al Santísimo. Te quedan pocos pasos que dar sobre una alfombra de mármol. La Mezquita-Catedral permite a sus columnas que se hagan varales, para soportar el peso de una techumbre, que se transforma para ti en palio de respeto. Aparecen los arcos de herradura y medio punto que te escoltan, salpicados de rojo de la poca sangre que te va quedando. Plata bajo tus pies, y oro en el mihrab compitiendo con el brillo dorado de tu cruz. Verte en tu canasto en la Capilla de Villaviciosa, es como si la sillería de la Catedral te hubiera prestado su caoba para ser tu trono. La estación de penitencia de tu calvario va tocando a su fin. Los últimos metros de la Calle de tu Amargura…
Se detienen tus cuatro zancos ante el Altísimo y le entregas a Dios tu cruz como si imaginásemos un ceremonial teatral origen de nuestra Semana Santa. Dios se hace orfebre, para que quede grabado para siempre en el Inri de tu cruz… Jesús Nazareno, Rey de sus Mayores.
La luz se vuelve cegadora. Tus cuatro hachones amarillo tiniebla encendidos, se transforman en cera blanca de cirios pascuales. Entraste en la Catedral como un hombre maltratado y humillado y sales hecho Dios mismo… Entraba Jesús Nazareno por el Arco de Bendiciones y sale al Patio de los Naranjos, Jesús… ya resucitado.
En este sueño, hermanos del Nazareno, es la hora de iniciar la vuelta a casa una vez cumplido el objetivo penitencial. En lo alto de la torre de la Catedral la luna se hace protagonista y, tú, Madre, con tu belleza intacta a pesar del inmenso dolor, vuelves a casa, con la cera de tu candelería, ya bastante vieja, cansada, gastada… Llegas aquí de nuevo, cargada con todas las lágrimas de cada uno de tus mayores. Entras en esta Capilla en el ocaso del Jueves Santo, siendo la Reina del Dolor. La cera de tu Palio, va a seguir encendida toda la madrugada, porque cada uno de esos cirios encendidos, son los ruegos, peticiones e incluso temores de tus hijos más mayores. Cuando se depositan los cuatro zancos de tu palio, en esta pequeña Catedral hospitalaria, todo llega a su fin. A Jesús Nazareno, una vez cerrado ese portón, aún le queda tiempo para entrar en cada habitación de esta casa y dar un último beso de buenas noches. Porque hay alguien que te espera, charlando con sus retratos en blanco y negro de su mesilla de noche… Ella conversa con su familia enmarcada en vieja plata gastada. Y ella sigue anhelando un nuevo día con esa llamada de teléfono esperada o esa visita que nunca llega. Pero antes de que quede dormida en medio de su tertulia con sus queridos retratos, llegas tú, Padre… porque tú siempre llegas:
– Gracias, Señor por venir. Estaba impaciente. Ya puedo dormir tranquila. ¿Me dejas que te quite esa espina? -dice la abuela.
– Deja, deja. A mi esas espinas no me duelen. –dice el Señor.
– Que manos más frías tienes, Señor. Déjame que te las caliente…
– Duerme. Duerme y no olvides soñar con ser feliz.
Queda dormida la abuela, con una sonrisa de labios gastados. La misma sonrisa interior que duerme cada noche, en cada una de las camas de esta Casa de Jesús Nazareno. Cierto es, que en los comienzos de la rica historia de vuestra cofradía, por la devoción de la nobleza cordobesa, a ti Jesús Nazareno, te nombró la historia, Señor de los Señores y con justicia. No seré yo quien lo ponga en duda. Pero… no debe haber nada nada más Real, ni más Ilustre para esta cofradía del Nazareno que sus benditos mayores. Por eso hoy, en este antiguo hospital de San Bartolomé, cuando se cumplen 50 de la reorganización de esta cofradía, este humilde pregonero, ha querido exaltar un día como el de hoy, día de Andalucía, a Jesús Nazareno, como… Padre y Señor… de nuestros mayores.
Pregón pronunciado por Rafael Fernández Criado en la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno el 28 de febrero de 2021.
En la mañana de hoy ha tenido lugar la presentación del Cartel de Cuaresma de la Cofradía para este año.
Brillante y emotiva la exaltación realizada por Rafael Fernández, que en primera persona ha recordado multitud de momentos y experiencias vividas en la Casa de Jesús Nazareno.
Finalmente, junto al Hermano Mayor de la Cofradía, han descubierto el Cartel de Cuaresma de la Cofradía para este año 2021, y en el que Manuel Velasco, basándose en una imagen de Jesús Nazareno, ha reflejado magistralmente la figura del Beato Padre Cristóbal de Santa Catalina, las Hermanas Hospitalarias y la Casa Madre.
Queremos desde estas líneas felicitar y agradecer a Rafael Fernández y a Manuel Velasco por el compromiso que han tenido con nuestra Cofradía y por ofrecernos un gran acto que será difícil de olvidar.
Mañana a las 13:00 h. en la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno tendrá lugar la presentación del Cartel que ha elaborado para este año tan particular D. Manuel Velasco basado en un montaje fotográfico cargado de simbolismo con la imagen de Jesús Nazareno como protagonista.
Tras la exaltación de Cuaresma que realizará Rafael Fernández y que se podrá seguir en directo a través del Canal de Youtube de la Cofradía, se mostrará a todos los presentes el diseño de la obra, que se podrá adquirir a la finalización del acto a cambio de un donativo de 1€.
En esta ocasión, la Junta de Gobierno de la Cofradía ha decido que tenga un carácter benéfico, ya que todos los beneficios se destinarán a la bolsa de Caridad de la Cofradía. De esta forma se quiere continuar con la labor asistencial y de ayuda a los más necesitados en estos momentos tan complicados.
En breve se informará de los lugares donde se podrán obtener los mismos para colaborar con la Vocalía de Caridad de la Cofradía.
Recordamos a todas las personas que deseen acudir al acto, que el aforo estará limitado a las dimensiones de la Iglesia Hospital de Jesús Nazareno y que se han de respetar todas las medidas de distanciamiento social e higiene impuestas por las Autoridades Sanitarias. Se recuerda la obligatoriedad del uso de la mascarilla y se tomará la temperatura a todas las personas que accedan al interior del templo.
En el programa de ayer de Paso a Paso de Canal Sur la Cofradía y toda la Casa de Jesús Nazareno estuvo muy bien representada por Las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno, en la figura de la Hna. Mari Carmen Pérez, superiora de la Casa Madre, Víctor Molina, Hermano Mayor de la Cofradía y Manuel Valverde, hermano de la Cofradía y artesano e hijo de una larga saga de artesanos de la madera.
Participaron en el programa que dirige José Antonio Luque con motivo de la celebración del Vía Crucis de la Agrupación de Cofradías que presidirá la sagrada imagen de Jesús Nazareno y que sirve de celebración por los 50 años de la Reorganización de la Cofradía.
En un día tan especial también queremos tener presentes a tantas y tantas personas que ya no están entre nosotros y que tan importantes han sido para la Cofradía, nos acompañan con su presencia en el rezo piadoso del Vía Crucis que tendrá lugar a partir de las 18:00 h. por las naves de la Santa Iglesia Catedral.
En el enlace siguiente a partir del minuto 28 podéis escuchar y disfrutar de las palabras de cariño y recuerdo a todos ellos.
Con este título, hermanos del Nazareno, quisiera recoger lo que yo entiendo que ha sido, es y será una de las características más fundamentales de esta corporación nazarena. Lo digo desde su historia y desde la propia experiencia, con un fraterno deseo de animar a seguir avanzando en esta dirección.
Cuando se trata de comprender una cosa se hace absolutamente necesario ir a su génesis, es decir, a sus comienzos. Allí encontramos su razón de ser y el objetivo hacia el que se encamina. Así pues, tenemos que concluir que nuestra Cofradía es por esencia “hospitalaria”, en el sentido más genuino de la palabra. Si nos vamos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española nos encontramos entre sus dos primeras definiciones lo siguiente: “1. adj. Que socorre y alberga a los extranjeros y necesitados; 2. adj. Que acoge con agrado o agasaja a quienes recibe en su casa.”
Esto es lo que desde siempre se ha difundido desde esa bendita casa en la que vive el Nazareno: el socorro, la acogida y el agrado. Tres rasgos que resumen esa hospitalidad franciscana que el Bto. Padre Cristóbal encarnará y propondrá como estilo de vida a todos los que quieran caminar tras las huellas del Nazareno.
Consiliario y cofrade ejemplar, Cristóbal de Santa Catalina es, ante todo, un hermano de Jesús que quiere vivir este espíritu hospitalario, convirtiéndose en un hombre que acoge a todos los que encuentra en el viaje de su vida con el deseo de que todos se encuentren en Jesús Nazareno.
El Papa Francisco ha definido a la Iglesia como “hospital de campaña”, que tiene como misión primera socorrer y cuidar aquí y ahora las verdaderas heridas del ser humano, las enfermedades del alma que sólo pueden sanar con grandes dosis de misericordia.
En el contexto actual en el que se desarrolla el devenir del mundo cofrade, nuestras hermandades tienen la preciosa tarea de ser esos lugares privilegiados desde los que se difunda esa “medicina” que hoy tanto se necesita dentro y fuera de la propia Iglesia. Las cofradías han de ser, más que nunca, “puntos de encuentro” con Dios y con los demás, nuestros hermanos. Hogares de puertas abiertas a todos aquellos que hasta ellas llegan, independientemente del motivo que hasta ellas las conduce.
Familias, en definitiva, donde a todos se valoran no por lo que tienen sino por lo que son. Así serán, de forma más o menos consciente, escuelas de vida cristiana en las que se enseña la práctica del amor fraterno y los valores que se recogen en la Buena Noticia de Jesucristo, la única respuesta satisfactoria a los interrogantes más profundos del corazón humano.
Mis queridos amigos, sed lo que sois ¡Qué regalo y qué responsabilidad ser cofrade hoy! Sois por vocación esa parte de la Iglesia que tiene que salir por las calles de nuestra sociedad para aliviar los sufrimientos de aquellos con quienes compartimos el camino, llevando en el corazón, las palabras y los gestos al Dios que se entrega a través vuestra a todos los que encuentra a su paso.
Hermanos del Nazareno, gracias por ser lo que sois y ánimo en vuestra hermosa tarea. Contad conmigo y con mi oración.
Artículo escrito por el Rvdo. P. D. Juan José Romero Coleto para el Boletín de Cuaresma de 2017
La experiencia pascual de Jesús de Nazaret, el Cristo, se convierte en la Buena Noticia para el ser humano que busca el auténtico rostro del Dios Vivo. Es la Buena Noticia que debe fundamentar toda la fe cristiana como su esencia más legítima y más auténtica, porque, “el Cristianismo no vive de una nostalgia, celebra una presencia”. (Leonardo Boff).
Juan Pablo II, en el Primer encuentro de la juventud católica Suiza que aconteció el 5 y 6 de Junio del 2004, decía: “El Cristianismo es una persona, una presencia, un rostro: Jesús, que da sentido y plenitud a la vida del hombre…. No tengáis miedo de encontraros con Jesús. Es más, buscadle en la lectura atenta y disponible de la Sagrada Escritura, en la oración personal y comunitaria; buscadle en la participación activa en la Eucaristía; buscadle al encontraros con un sacerdote en el sacramento de la Reconciliación; buscadle en la Iglesia, que se os manifiesta en los grupos parroquiales, en los movimientos y en las asociaciones; buscadle en el rostro del hermano que sufre, que tiene necesidad, o que es extranjero”.
Ante la pregunta: ¿Qué es lo más característico del Cristianismo?…, Podrían darse muchas respuestas como el amor al prójimo, la revelación de Dios como Padre de todos los hombres, la resurrección de los muertos, la organización jerárquica de la Iglesia…, pero serían respuestas parciales. Lo verdaderamente esencial y particular del Cristianismo es una persona, Jesús de Nazaret (su propia existencia, sus palabras y obras, su muerte y su triunfo sobre la muerte, la resurrección).. En definitiva, el Cristianismo no es una ideología o un código de verdades a las que es preciso adherirse para salvarse, sino un encuentro vital con Jesús de Nazaret, el Dios con nosotros.
Recuerda unas palabras magníficas de Benedicto XVI en la Catequesis sobre San Cirilo de Alejandría: “la fe cristiana es ante todo encuentro con Jesús, una persona que da vida a un nuevo horizonte… Dios es eterno, nació de una mujer y permanece con nosotros todos los días. Vivimos con esta confianza y en ella encontramos el camino de nuestra vida” (3-10-2007).
Cada cristiano debe buscar y encontrarse con Jesús, y hallar desde Él razones para esperar, para confiar y para vivir… En definitiva, una serie de elementos para interpretar críticamente su propia existencia y los hechos que ocurren a su alrededor.
La instancia crítica última para el cristiano no es la familia, ni el derecho, ni la moda, ni las masas populares, ni las costumbres de los pueblos… sino JESÚS DE NAZARET, MUERTO Y RESUCITADO. ´Él es quien desenmascara el profundo ateísmo (vivir sin Dios) de muchos aparentes creyentes, desautoriza cualquier autoridad que no sea servicio a los demás y respeto a las minorías, critica falsas piedades que “con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado, más que revelado, el genuino rostro de Dios y la religión” (G.S.19)
Artículo realizado por el Rvdo. P. D. Francisco Baena Calvo para el Boletín de Cuaresma de 2012.
Un nuevo Miércoles de Ceniza da comienzo a una atípica Cuaresma, al menos para los que nos sentimos Cofrades y sobre todo vivimos muy de cerca el día a día en una Cofradía. Lejos del ajetreo y ruido que habitualmente se concentra en esta época del año en el seno de nuestras corporaciones, de los ensayos de costaleros, reuniones maratonianas y múltiples preparativos para la Estación de Penitencia en la Semana Santa, este año tenemos la oportunidad de centrarnos en lo verdaderamente importante.
Esta Cuaresma debemos vivirla y sentirla con más intensidad, reforzando nuestra Fe y preparándonos espiritualmente para la Gran Fiesta de la Pascua. Tenemos cuarenta días muy intensos por delante en los que la Iglesia nos invita a recorrer el camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo buenas obras. Nos está invitando a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudarán a parecernos más a Jesucristo. Nos está ofreciendo un tiempo de perdón y reconciliación fraterna,
Cristo nos invita a cambiar de vida, abramos nuestro corazón y preparémonos para recibir su gracia.
Como en este complicado año no vamos a editar el Boletín de Cuaresma de la Cofradía, no queríamos dejar pasar la oportunidad de compartir con todos vosotros la información y reflexiones que en ellos ofrecíamos, por lo que, durante esta Cuaresma, iremos publicando cada día un artículo, algunos nuevos y otros recuperados de años anteriores.
Como no podía ser de otro modo, este primer día de Cuaresma queremos haceros llegar el Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma de 2021 cuyo tema es:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…» (Mt 20,18).
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.
Queridos hermanos y hermanas:
Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.
Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.
El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.
La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.
En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.
El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).
La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.
La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino
La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.
En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.
En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).
En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.
Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).
La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.
La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.
«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).
La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.
Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.
«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).
Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.
Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual.
Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.
En el 348 aniversario de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias Franciscanas de Jesús Nazareno, la Cofradía quiere mostrar su más cariñosa felicitación y desear que Jesús Nazareno bendiga a todas las Hermanas, les conceda muchas vocaciones y les permita seguir fielmente el espíritu de caridad del Beato Cristóbal de Santa Catalina.
La Junta de Gobierno de la Cofradía informa a todos los hermanos que a partir de hoy se puede solicitar la reserva para participar en el Solemne Via Crucis de la Agrupación de Cofradías de Córdoba el próximo día 20 de febrero a las 18:00 h. en el interior de la Santa Iglesia Catedral , para acompañar a la Sagrada Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
La reserva se puede realizar a la Vocalía de Estación de Penitencia
Llamando al 665259134 (José Manuel Moreno)
Enviando un correo electrónico: estacionpenitencianazareno@gmail.com
Debido a las restricciones por la alerta sanitaria y las fuertes medidas restrictivas para el control del aforo, el número de personas que podrán participar será limitado, por lo que se podrá reservar hasta completar el número de plazas que han sido autorizadas por la Agrupación de Cofradías y el Cabildo de la Santa Iglesia Catedral.
Los próximos viernes 12 de febrero en horario de 17:00 h. a 20:00 h. y sábado 13 de febrero en horario de 10:00 h. a 13:00 h. en la Casa Hermandad (Calleja del Rehoyo por la Plaza de San Agustín) se podrá retirar la Papeleta de Sitio imprescindible para el acceso al interior de la Santa Iglesia Catedral y que tendrá un precio único para todos los participantes en el cortejo de 10 €.
Durante el horario de reparto de Papeletas de Sitio también podrán abonar las cuotas del año 2021 y anteriores todos los hermanos que lo deseen.